La india Habana
Ana Dolores García
En los albores de la conquista de América, 1508, Nicolás de Ovando, Gobernador de La Española,
comisionó a Sebastián de Ocampo, navegante gallego que acompañara a Colón en su segundo viaje, para que recorriera las costas de la tierra
“fermosa” descrita por el Almirante y a la que llamó Juana, a fin de determinar
si la misma era una isla o parte de un continente.
Ocampo dispuso de dos naves para
realizar esa misión de bojeo y, mientras continuaba su viaje por la
costa norte de aquella isla a la que los indígenas se referían como Cuba, la
fuerza de los vientos lo obligó a refugiar sus naves en un puerto natural que
encontró a su paso, y que le ofreció abrigo y refugio suficientes para reparar
los daños producidos por el vendaval. Como todo era territorio nuevo decidió
bautizarlo, y ya que le había servido para carenar sus naves, lo llamó “Puerto Carenas”.
La tripulación aprovechó para recorrer el lugar, extasiada ante la belleza
de aquel territorio virgen y de su vegetación exuberante. Trinos de aves
extrañas y un sol abrasador desconocidos en la tierra de donde provenían. Pronto se toparon con una nativa. Cuenta la
leyenda que quedaron deslumbrados ante su belleza. Se la describió como
poseedora de una larga y negra cabellera, sentada en lo alto de una peña junto
a una cascada. Así quedó plasmada en un croquis realizado por uno de aquellos
marineros.
Un entrecortado diálogo de palabras y gestos se estableció entre los
atónitos visitantes y la bella joven. De algún modo le preguntaron quién era.
Ella les respondió: “Habana”. Le
preguntaron entonces cómo se llamaba el lugar, y volvió a repetir: “Habana”.
Haciendo un esfuerzo en el diálogo, lograron saber que era hija del cacique Habanabex.
Y señalándola de nuevo en gesto de
pregunta, ella, tocándose el pecho como queriendo decir “yo”, repitió el mismo
nombre: Habana. Y Habana se llamó el lugar para los siglos futuros.
Muchos años después, basándose en aquel rústico dibujo de una hermosa joven india sentada sobre una roca,
se levantó la no menos hermosa fuente de La India Habana, que todavía se destaca
entre los sitios emblemáticos de la capital de Cuba.
La fuente de la India o de la Noble Habana se mandó a hacer a Italia y
llegó a la capital de la colonia en 1837. La colocaron frente a una de las
puertas de la antigua muralla, la Puerta de la Tierra, de modo que quedara de espaldas a la Puerta del Este o de
Tacón, que era la principal del Campo de Marte. Tal vez este emplazamiento tuvo un carácter
intencionado: el de restar vista e importancia a ese campo militar, símbolo del
poderío de la metrópolis.
«Empeñado
en neutralizar los símbolos del Gobernador -explica el arquitecto Carlos
Venegas-, dos de las más destacadas iniciativas urbanas del Conde de Villanueva,
hacendado habanero que ocupaba el cargo de Superintendente General de Hacienda
y estaba al frente de la oligarquía criolla, se situaron estratégicamente en las
cercanías del Campo de Marte para debilitar el tono de autoridad y prepotencia
militar que Tacón le imprimió a ese sitio». Una de esas iniciativas, como se ha
mencionado, fue la de colocar esa fuente, de tan criollo simbolismo, frente al
Campo de Marte.
La
más completa descripción de la Fuente de la India se debe al escritor don
Tranquilino Sandalio de Noda, quien en 1840 apuntaba: «Delante de las puertas
de la ciudad de La Habana… se ve una fuente de mármol blanco que se alza en un
pedestal cuadrilongo sobre cuyas cuatro esquinas y resaltadas pilastras se
apoyan cuatro delfines también de mármol, cuyas lenguas de bronce sirven de
surtidores al agua que vierten en la ancha concha que rodea al pedestal…»
«…Encima
de todo, sobre una roca artificial, yace sentada una preciosa estatua que
representa una gallarda joven india mirando hacia el Oriente; corona su cabeza
un turbante de plumas… y un carcaj lleno de flechas al hombro izquierdo lleva.
Sus armas vense esculpidas en el escudo que lleva a su diestra, y en la
siniestra sostiene la cornucopia de Almatea, en la cual, en vez de las manzanas
y las uvas que generalmente la adornan, el autor, en un rasgo de inventiva, las
ha sustituido por frutas de nuestra tierra, coronadas por una piña… Se reconoce
que representa alegóricamente a la ciudad de La Habana». El autor de todo ello
fue el escultor italiano Giusseppe Gaggini, al que muchos le censuraron el
modelar el rostro de la india con facciones de diosa griega.
Todo el
conjunto es de estilo neoclásico, en mármol de Carrara y con una altura
de tres metros. La india Habana tiene en su mano derecha el escudo de la
ciudad, con las tres primeras fortalezas del puerto: los castillos de la Real
Fuerza, del Morro y el de la Punta, y una llave, que representa la posición
estratégica de Cuba a la entrada del Golfo de México. En su otra mano, el
cuerno cargado de frutas.
La
fuente ha cambiado de lugar varias veces. De la Puerta Este del llamado Campo
de Marte, varios años después, en 1863,
la trasladaron hasta el Parque Central.
En 1875 regresó al sitio inicial y en 1928 el propio Campo de Marte fue
convertido en Parque de la Fraternidad. Y allí la india Habana sigue sentada
rodeada de delfines, en uno de los extremos del Paseo del Prado y a pocos pasos del Capitolio Nacional.
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