ÁNGELES ESPAÑOLES
Mercedes María Pérez Mateo
Cada fin de año se convierte casi inexorablemente en un epílogo de todo lo acontecido en los últimos 365 días. Dos mil once no fue la excepción. La televisión hizo lo suyo y con ello se revivieron no sólo los últimos doce meses precedentes sino décadas. Tiempo este en que la radio de onda corta, era una pequeña ventanita hacia lo diverso, lo distante, desde mi casa en Cuba. Recordé la voz grabada de Don Ángel Sanz Britz, así como su recuento de la Segunda Guerra Mundial, y separadamente la alusión a Melchor Rodríguez, en un recuento de los tristes años de la Guerra Civil Española.
Dos guerras, dos horrores y dos hombres de disímiles y contrastantes pensamientos pero de una estatura moral impresionantes.
Ángel Sanz Britz como diplomático español en Budapest, Hungría, entre 1942 a 1944 salvó mediante las llamadas "casas de protegidas", orfanatos, la expedición de pasaportes o dando trabajo consular, a 5200 judíos de una muerte segura.
Melchor Rodríguez era un anarquista de franca tendencia de izquierda; capaz de ver en cada prisionero su propia realidad.
Se arriesgó asumiendo la responsabilidad de jefe de prisiones durante los años de confrontación civil en España. Así evitó ejecuciones extrajudiciales, frenó la existencia de celdas clandestinas, los linchamientos y acotó el furor de las multitudes bajo bandera o sin ellas.
En los funerales de ambos se rezó en multitud de credos y lenguas. Se escucharon vítores y proclamas de distintos grupos ideológicos.
Historias como éstas siguen llamando a la puerta de cuando por una u otra razón los humanos nos enfrentamos o nos salvamos.
Marlene María Pérez Mateo
Enero 2012
«Por una ideología se puede morir; pero nunca matar».
Melchor Rodríguez.
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