El cubano que diseña robots para la NASA
Ivette Leyva Martínez
Un
cubano que llegó a Estados Unidos hace apenas 12 años, sin hablar una palabra
de inglés, es hoy diseñador de robots para la exploración de Marte y otros
planetas.
Miguel Abrahantes, de 41 años, trabaja como
profesor asociado de ingeniería electrónica en el Hope College de Grand Rapids,
Michigan, y ha recibido financiamiento del Centro Espacial Goddard de la NASA
para un proyecto especial de robótica
.
«La idea es hacer un robot cuyo medio de
locomoción no sean las ruedas, que no se atasque en la arena o en otras
superficies», contó Abrahantes en entrevista con CaféFuerte. «El eje del
proyecto radica en cómo controlarlo».
Como resultado de las investigaciones del
ingeniero junto a algunos de sus alumnos surgió “TetWalker”, un robot con
cuatro grupos de caras que se ajustan automáticamente al terreno y evitan que
se quede atascado.
Abrahantes proviene de una familia católica
radicada en Cumanayagua, un poblado rural a los pies de la cordillera
Escambray, en el centro de Cuba. En los años 60, el gobierno de Fidel Castro
confiscó la tienda propiedad de su padre, y cuando éste compró un auto para
trabajar como taxista privado, se lo quitaron también por temor a que pudiera
ser usado por las guerrillas anticastristas que operaban en la zona.
«Cuando yo nací, en 1970, mi padre era taxista
para el Estado», rememoró. Estudió en la Escuela Vocacional "Ernesto Che
Guevara" de Santa Clara y se graduó de ingeniería electrónica en la
Universidad Central de Las Villas, en esa ciudad. Desde entonces soñaba con
poder salir de Cuba.
«Allí no hay esperanzas de poder hacer mucho»,
afirmó. «Desde la universidad estaba obsesionado con cómo poder escaparme».
La ingeniería electrónica siempre le apasionó. En
su época de estudiante universitario, alrededor de 1990, creó un arbolito de Navidad
con luces intermitentes y lo colocó en su casa. «Mi madre se asustó y me mandó
a quitarlo porque pensaba que no me iban a dejar graduar de la universidad»,
recordó.
Tras obtener el diploma de ingeniero, Abrahantes
fue ubicado en el Centro de Cálculos de Cumanayagua, y en esa época tuvo la
oportunidad de solicitar una beca del programa español Mutis para estudios de
posgrado, con destino a Argentina.
«Para salir tuve que convencer a las mil y una
vírgenes», rememoró. «Necesitaba permiso de mis jefes inmediatos, del Ministro
de la Industria Básica y además del Jefe del Grupo de Electrónica, Ramiro
Valdés. Fui a buscar ese último permiso personalmente a La Habana. Me pasé un
día sentado allí en su oficina, y solo lo vi salir. Por suerte al otro día
su asistente me firmó la carta», relató.
En 1996 llegó a Argentina para cursar un
doctorado en Control de Sistemas en la Universidad Nacional del Sur, y se quedó
a vivir cinco años en el país. «Aproveché el tiempo y viajé por toda
Sudamérica, y hasta tomé clases de tango», contó Abrahantes.
Estando en Argentina se enteró de que había
ganado la lotería de visas de Estados Unidos -que había solicitado desde Cuba-
y regresó a la isla para hacer los trámites necesarios para poder emigrar. En
el año 2000 llegó a Miami y tras una breve estancia con algunos parientes, se
acogió al Programs Assisting Refugee Acculturation (PARA), un programa de ayuda
a refugiados de Michigan, y llegó a ese estado sin hablar una palabra de
inglés. Durante tres meses trabajó en una fábrica en el suburbio de Wyoming, a
la vez que estudiaba el idioma con ahínco.
«Recuerdo que iba con un amigo mío que tampoco
hablaba mucho inglés a los bares y a quien el camarero no entendiera, le tocaba
pagar. Por eso siempre pedía una Budweiser, que es más fácil de pronunciar»,
relató.
En el 2001 fue contratado como investigador de
postgrado en la Universidad de Indiana, en la especialidad de modelado de
sistemas matemáticos para el departamento de Sicología. Un año después regresó
a Grand Rapids, Michigan, como profesor de pre ingeniería en la Universidad
Davenport, en un programa que beneficiaba a miembros de minorías.
Ingresó en el Hope College en el 2004 como
profesor asociado y de inmediato se interesó por las posibilidades de la
robótica en el espacio. Durante los veranos de 2006 y 2007 estuvo como becario
en el Centro Goddard de la NASA, en Maryland, y luego buscó financiamiento para
el proyecto de TetWalker, que debe concluir el año próximo.
El ingeniero vive con su esposa estadounidense
Emily y sus dos hijos: Nina, de seis años, y Anthony, de cuatro, en el suburbio
Allendale de Grand Rapids. Allí creó su pequeña versión de finquita de Cumanayagua
dentro de un pequeño terreno: cultiva árboles frutales y tiene cuatro gallinas.
Abrahantes siente que se ha asimilado mucho a la
sociedad estadounidense, y que su interés en la cultura del país y su afán en
incorporarse han sido claves en su éxito. Desde Grand Rapids, bajo un pie de
nieve, no contempla un futuro que incluya a Cuba. «No me imagino allí. No creo
que Cuba cambie muy rápido y viviendo aquí estoy muy despegado de aquello,
porque Cuba ni se menciona. Mi familia es americana y está aquí, aquí he echado
raíces», comentó. En cambio, sí está seguro es de que seguirá trabajando en
proyectos de robótica que abran los horizontes de la humanidad.
Recogido del blog Café Fuerte
Enviado por Renato Recio
Gracias por publicar esta nota de optimisimo y reconocimiento a la capacidad intelectual y la voluntad de triunfar en la vida, que este joven cubano, recien llegado a USA, sin hablar casi nada de ingles, ha logrado alcanzar trabajando con dedicacion en el campo cientifico de la investigacion espacial dise~nando un vehiculo articulado que pueda moverse "caminando", sin rodar o arrastrarse sobre la superficie de un planeta, permitiendo su exploracion por control remoto. Ejenplo para todos de que el exito se logra con trabajo y teson, con voluntad y sacrificios no gratuitamente. !Felicidades!
ResponderEliminarOilda del Castillo