Monumento en Bayamo a Rosa Castellanos (La Bayamesa) |
Rosa, la Bayamesa
Ana Dolores García
Rosa María Castellanos Castellanos ha pasado a nuestra Historia como “Rosa, La Bayamesa” por haber sido Bayamo su lugar de nacimiento y porque de ese modo quisieron distinguirla por donde quiera que fue pregonando su valor y arrojo. Había nacido en un barracón de esclavos en “El dátil”, un poblado cercano a Bayamo, hija de esclavos: Matías y Francisca Antonia, ambos del mismo apellido del amo, según costumbre de la época.
Rosa María Castellanos Castellanos ha pasado a nuestra Historia como “Rosa, La Bayamesa” por haber sido Bayamo su lugar de nacimiento y porque de ese modo quisieron distinguirla por donde quiera que fue pregonando su valor y arrojo. Había nacido en un barracón de esclavos en “El dátil”, un poblado cercano a Bayamo, hija de esclavos: Matías y Francisca Antonia, ambos del mismo apellido del amo, según costumbre de la época.
Se dice que al comenzar la Guerra del 68 era también esclava y que al obtener la libertad siguió a sus antiguos amos a la manigua para luchar por la independencia de Cuba. Fue en los campamentos de la cercana Sierra Maestra donde comenzó a ser muy útil cuidando heridos y enfermos, buscando alimentos, arreglando y confeccionando ropas o sirviendo como mensajera. Conocía el empleo de las plantas medicinales, lo que le resultó de gran utilidad.
En 1871 se trasladó a Camagüey y allí fundó varios hospitales de sangre en las lomas de Najasa; el más notable de todos fue el que instaló en una cueva en la loma del Polvorín. Su leyenda de bravura y mujer fuerte y decidida continuó creciendo, por lo que el historiador de Bayamo, Ludin B. Fonseca, considera que fue en las llanuras camagüeyanas donde el nombre de Rosa la bayamesa entró definitivamente en la Historia de Cuba.
El periodista Grover Flint, corresponsal norteamericano, escribió sobre ella al relatar el combate de Saratoga: «la mayoría de los heridos quedaron hospitalizados en la Sierra de Najasa. Once de ellos hallaron reposo en la montaña del Polvorín; los más afortunados, porque de su restablecimiento cuida una buena mujer llamada Rosa, conocida en toda la comarca por sus habilidades como comadrona y enfermera.» Y la describió como «una negra independiente, imperiosa, que confiaba absolutamente en sus métodos».
Luego creó el más grande hospital de guerra con el que contaron los mambises de la Guerra Grande: el de San Diego del Chorrillo, situado a 20 km al nordeste de Santa Cruz del sur. «Allí –relata el historiador Jorge Juárez Cano- tenía que hacer de médico, sanitario, forrajero, cocinero, químico para manufacturar los medicamentos criollos que necesitaba para sus pacientes, lavandero y hasta es más, tenía que servir de postillón, explorador y escolta del Hospital, y que debido a su vigilancia jamás fue asaltado».
Al firmarse la paz del Zanjón, Rosa radicó en Camagüey, residiendo en la calle San Isidro, hoy Rosa la Bayamesa junto al también esclavo liberto e insurrecto, José Francisco Varona, con quien vivió en concubinato toda la vida. Al iniciarse la guerra definitiva en 1895, no demoró en volver a la manigua. Cuenta un viejo mambí que «estando el General Máximo Gómez acampando en un lugar conocido por 'Jobo Dulce', se enteró de que Rosa, a quien conocía desde la guerra grande, se hallaba cerca, en el polvorín en el sur de Camagüey. La mandó a buscar y cuando la tuvo en su presencia, le pidió que tal y como lo había hecho en el 68 se encargara de organizar y dirigir un hospital de sangre.»
La alta estima que el General Máximo Gómez tenía a Rosa se refleja en lo siguiente que copio de Lázaro David Najaro en su trabajo sobre Rosa la bayamesa: «En junio de 1896, en el sitio conocido por Providencia de Najasa, Rosa es recibida por Gómez, quien después de estrecharla en fraternal abrazo le otorgó los grados de capitán del Ejército Libertador de Cuba, única mujer que llegó a ostentarlos en toda la epopeya. (Fue a propuesta del propio Gómez y del Presidente de la República en Armas, Salvador Cisneros, que le fue otorgado el grado de Capitán del Ejército Libertador)».
Al término de la guerra, Rosa Castellanos regresó a su casa en Camagüey, donde murió en la pobreza el 25 de septiembre de 1907. Su cadáver fue velado en el Ayuntamiento de Camagüey y su sepelio fue una imponente manifestación de duelo por parte del pueblo camagüeyano, a pesar de haberse efectuado bajo un torrencial aguacero.
Lázaro David Najaro, http://camaguebax.awardspace.com
http://1898.mforos.com
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