2 de agosto de 2011

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Amor a Dios, amor a la Iglesia, amor a su Pueblo


 - Por: María C. López Campistrous   /   Foto: Rolando Halley

Santiago de Cuba, 31 de julio de 2011 /
La ciudad y el pueblo de Santiago de Cuba han despedido a su Pastor, Monseñor Pedro Claro Meurice Estíu. Por dos días ha permanecido el corazón de la ciudad silencioso y ausente de tráfico, sólo el doblar de las campanas del carillón de la Catedral Primada marcando las horas rompen el sosiego. Respeto por el justo, el padre cercano, el Obispo que llegó para descansar en la tierra escogida para él por Dios. 

Toda la tarde y noche de ayer el Templo Primado de Cuba estuvo abierto para el homenaje sencillo y amoroso de todos. Oración y silencio, Eucaristía presidida cada vez por un obispo: Mons. Roberto González, arzobispo de San Juan Puerto Rico, Mons. Thomas Wensky, arzobispo de Miami; Mons. Héctor L. Peña, obispo emérito de Holguín; Mons. Emilio Aranguren, obispo de Holguín; Mons. Luis del Castillo, obispo emérito de Uruguay… cada uno con una experiencia hermosa y diferente de su relación de amistad y servicio a la Iglesia con Mons. Meurice…
 Obispo de los pobres, hermano bueno y fiel; hombre justo, íntegro en lo humano y lo espiritual, íntegro en su amor a Dios, a su Iglesia, a su pueblo, a Cuba; sacerdote y obispo que comprendió aquel mandato de Jesús “denles ustedes de comer” a los hambrientos de la Palabra de Dios, de libertad, de paz, de vida plena… El pueblo silencioso pasa ante su féretro; pasa ante él y ora, sin poder evitar las lágrimas. Cada eucaristía ha sido preparada de manera especial por una comunidad, los cantos, las lecturas… se multiplica el amor.
Durante unas horas se cerraron las puertas, junto a él los jóvenes, el rezo del rosario que enlaza en cada Ave María las cuentas del amor. Mons. Juan García y Mons. Domingo Oropesa, presiden la eucaristía temprano en la mañana…
Mons. Pedro estaba tan cerca de la Virgen de la Caridad, la tenía en su corazón por eso le era “fácil” vivir en la caridad, en el amor constante manifestado en el que sufre.
Antes de comenzar la Eucaristía de exequias, es cerrado el féretro y puesto sobre el piso, sobre él: el Evangelio, Palabra de Vida que sostuvo el servicio a la Iglesia y a Cuba del arzobispo Pedro.
Mons. Dionisio García, arzobispo de Santiago de Cuba, visiblemente emocionado habla al pueblo, afirma que la vida de Mons. Meurice siempre fue búsqueda y realización de la voluntad de Dios, que le llamó a la vida y le escogió para ser pastor de su pueblo. Recalca, “El nombre que el quería que se le diera es el de cristiano, por encima de todo nombre o calificativo, un cristiano preocupado por su santificación, quería estar siempre al lado de Dios, haciendo la voluntad de Dios. 
Un hombre que si le podemos dar otro nombre, es el que le llamáramos Pastor, ese era el nombre de él. Pastor de este rebaño, que tuvo como primer amor a Dios, como primer amor a la iglesia porque no quiero separarlos y como primer amor a su pueblo”. Pastor que buscó siempre el bien del pueblo, que buscó siempre la unidad y la reconciliación entre los cubanos más allá de ideologías, formas de pensar o del lugar donde se vive.
Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, no da fruto. En la Catedral rebosa la vida de una iglesia que es fruto del amor y del servicio del Pastor bueno y cercano que no se cansó de sembrar la semilla de la Palabra de Dios en el corazón de sus hijos, que no se cansó de sembrar con su palabra y sus obras.

Mons. Fabrice Rivet, secretario de la Nunciatura Apostólica daba lectura al mensaje de condolencias enviado por SS Benedicto XVI a la Iglesia santiaguera y cubana firmado por el Cardenal Tarcisio Bertone. Mons. Juan de Dios, obispo auxiliar de la Arquidiócesis de La Habana, leía el enviado por Raúl Castro Ruz, presidente de la República de Cuba, en el que manifestaba su cercanía por la pérdida de Mons. Pedro Meurice, sucesor de Mons. Pérez Serantes.
Rito final de las exequias,  los obispos todos alrededor del féretro, dirigen la oración. En ese momento se dejan escuchar, en la voz de Mons. Meurice su petición final al Santo Padre, Juan Pablo II, aquel 24 de enero de 1998 en la Plaza santiaguera: “Santo Padre, los cubanos suplicamos humildemente a su Santidad que ofrezca sobre el altar, junto al Cordero Inmaculado que se hace para nosotros Pan de Vida, todas éstas luchas y azares del pueblo cubano, tejiendo sobre la frente de la Madre del Cielo, ésta diadema de realidades, sufrimientos, alegrías y esperanzas, de modo que, al coronar con ella ésta imagen de Santa María, la Virgen Madre de nuestro Señor Jesucristo, que en Cuba llamamos bajo el incomparable título de Nuestra Señora de la Caridad del Cobre, la declare como Reina de la República de Cuba… Así todas las generaciones de cubanos podremos continuar dirigiéndonos a Ella, pero con mayor audacia apostólica y serenidad de espíritu, con las bellas estrofas de su himno: «Y tu Nombre será nuestro escudo, nuestro amparo tus gracias serán». Amén.”
Se escucha la Salve, y el féretro es levantado por sus hijos, entonces comienza el aplauso cerrado e interminable, última ovación al Pastor que siempre esquivó reconocimientos y aplausos, del Pastor que sólo buscó vivir la voluntad de Dios en el cuidado de su grey.
Una respetuosa y larga procesión acompañó por las calles de Santiago al querido Padre y Pastor. Oración y silencio, tres kilómetros de camino bajo el sol, ni aun los mas viejos aceptan el no estar. En silencio se hace historia este mediodía, la oración es acompañada por el gesto, por flores que son traídas desde las aceras hasta el carro.
Todos quieren llegar hasta el panteón en Santa Ifigenia, pisamos terreno santo. Mons. Dionisio ha pedido respeto y cuidado especial. Sol, silencio, oración. El Arzobispo bendice el sepulcro y hace el responso final. Obispos y sacerdotes elevan el Salve Regina como última oración.
Descansa allí Pedro Claro, arzobispo.
Reproducido de la página web de la Conferencia de Obispos Católicos de Cuba. 

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