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Amor a Dios, amor a la Iglesia, amor a su Pueblo
- Por: María C. López Campistrous /
Foto: Rolando Halley
Santiago de Cuba, 31 de julio de 2011 / La ciudad y el pueblo de Santiago de Cuba han despedido a su Pastor, Monseñor Pedro Claro Meurice Estíu. Por dos días ha permanecido el corazón de la ciudad silencioso y ausente de tráfico, sólo el doblar de las campanas del carillón de la Catedral Primada marcando las horas rompen el sosiego. Respeto por el justo, el padre cercano, el Obispo que llegó para descansar en la tierra escogida para él por Dios.
Toda la tarde y noche de ayer el Templo
Primado de Cuba estuvo abierto para el homenaje sencillo y amoroso de todos.
Oración y silencio, Eucaristía presidida cada vez por un obispo: Mons. Roberto
González, arzobispo de San Juan Puerto Rico, Mons. Thomas Wensky, arzobispo de
Miami; Mons. Héctor L. Peña, obispo emérito de Holguín; Mons. Emilio Aranguren,
obispo de Holguín; Mons. Luis del Castillo, obispo emérito de Uruguay… cada uno
con una experiencia hermosa y diferente de su relación de amistad y servicio a
la Iglesia con Mons. Meurice…
Obispo de los pobres, hermano bueno y fiel;
hombre justo, íntegro en lo humano y lo espiritual, íntegro en su amor a Dios,
a su Iglesia, a su pueblo, a Cuba; sacerdote y obispo que comprendió aquel
mandato de Jesús “denles ustedes de comer” a los hambrientos de la Palabra de
Dios, de libertad, de paz, de vida plena… El pueblo silencioso pasa ante su
féretro; pasa ante él y ora, sin poder evitar las lágrimas. Cada eucaristía ha
sido preparada de manera especial por una comunidad, los cantos, las lecturas…
se multiplica el amor.
Durante unas horas se cerraron las
puertas, junto a él los jóvenes, el rezo del rosario que enlaza en cada Ave
María las cuentas del amor. Mons. Juan García y Mons. Domingo Oropesa, presiden
la eucaristía temprano en la mañana…
Mons. Pedro estaba tan cerca de la
Virgen de la Caridad, la tenía en su corazón por eso le era “fácil” vivir en la
caridad, en el amor constante manifestado en el que sufre.
Antes de comenzar la Eucaristía de
exequias, es cerrado el féretro y puesto sobre el piso, sobre él: el Evangelio,
Palabra de Vida que sostuvo el servicio a la Iglesia y a Cuba del arzobispo
Pedro.
Mons. Dionisio García, arzobispo de
Santiago de Cuba, visiblemente emocionado habla al pueblo, afirma que la vida
de Mons. Meurice siempre fue búsqueda y realización de la voluntad de Dios, que
le llamó a la vida y le escogió para ser pastor de su pueblo. Recalca, “El
nombre que el quería que se le diera es el de cristiano, por encima de todo
nombre o calificativo, un cristiano preocupado por su santificación, quería
estar siempre al lado de Dios, haciendo la voluntad de Dios.
Un hombre que si
le podemos dar otro nombre, es el que le llamáramos Pastor, ese era el nombre
de él. Pastor de este rebaño, que tuvo como primer amor a Dios, como primer
amor a la iglesia porque no quiero separarlos y como primer amor a su pueblo”.
Pastor que buscó siempre el bien del pueblo, que buscó siempre la unidad y la
reconciliación entre los cubanos más allá de ideologías, formas de pensar o del
lugar donde se vive.
Si el grano de trigo no cae en tierra y
muere, no da fruto. En la Catedral rebosa la vida de una iglesia que es fruto
del amor y del servicio del Pastor bueno y cercano que no se cansó de sembrar
la semilla de la Palabra de Dios en el corazón de sus hijos, que no se cansó de
sembrar con su palabra y sus obras.
Mons. Fabrice Rivet, secretario de la Nunciatura Apostólica daba lectura al mensaje de condolencias enviado por SS Benedicto XVI a la Iglesia santiaguera y cubana firmado por el Cardenal Tarcisio Bertone. Mons. Juan de Dios, obispo auxiliar de la Arquidiócesis de La Habana, leía el enviado por Raúl Castro Ruz, presidente de la República de Cuba, en el que manifestaba su cercanía por la pérdida de Mons. Pedro Meurice, sucesor de Mons. Pérez Serantes.
Mons. Fabrice Rivet, secretario de la Nunciatura Apostólica daba lectura al mensaje de condolencias enviado por SS Benedicto XVI a la Iglesia santiaguera y cubana firmado por el Cardenal Tarcisio Bertone. Mons. Juan de Dios, obispo auxiliar de la Arquidiócesis de La Habana, leía el enviado por Raúl Castro Ruz, presidente de la República de Cuba, en el que manifestaba su cercanía por la pérdida de Mons. Pedro Meurice, sucesor de Mons. Pérez Serantes.
Rito final de las exequias, los
obispos todos alrededor del féretro, dirigen la oración. En ese momento se
dejan escuchar, en la voz de Mons. Meurice su petición final al Santo Padre,
Juan Pablo II, aquel 24 de enero de 1998 en la Plaza santiaguera: “Santo Padre,
los cubanos suplicamos humildemente a su Santidad que ofrezca sobre el altar,
junto al Cordero Inmaculado que se hace para nosotros Pan de Vida, todas éstas
luchas y azares del pueblo cubano, tejiendo sobre la frente de la Madre del
Cielo, ésta diadema de realidades, sufrimientos, alegrías y esperanzas, de modo
que, al coronar con ella ésta imagen de Santa María, la Virgen Madre de nuestro
Señor Jesucristo, que en Cuba llamamos bajo el incomparable título de Nuestra
Señora de la Caridad del Cobre, la declare como Reina de la República de Cuba…
Así todas las generaciones de cubanos podremos continuar dirigiéndonos a Ella,
pero con mayor audacia apostólica y serenidad de espíritu, con las bellas
estrofas de su himno: «Y tu Nombre será nuestro escudo, nuestro amparo tus
gracias serán». Amén.”
Se escucha la Salve, y el féretro es levantado por sus hijos, entonces comienza
el aplauso cerrado e interminable, última ovación al Pastor que siempre esquivó
reconocimientos y aplausos, del Pastor que sólo buscó vivir la voluntad de Dios
en el cuidado de su grey.
Una respetuosa y larga procesión
acompañó por las calles de Santiago al querido Padre y Pastor. Oración y silencio,
tres kilómetros de camino bajo el sol, ni aun los mas viejos aceptan el no
estar. En silencio se hace historia este mediodía, la oración es acompañada por
el gesto, por flores que son traídas desde las aceras hasta el carro.
Todos quieren llegar hasta el panteón en
Santa Ifigenia, pisamos terreno santo. Mons. Dionisio ha pedido respeto y
cuidado especial. Sol, silencio, oración. El Arzobispo bendice el sepulcro y
hace el responso final. Obispos y sacerdotes elevan el Salve Regina como última
oración.
Descansa allí Pedro Claro, arzobispo.
Reproducido de la página web de la Conferencia de Obispos
Católicos de Cuba.
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