30 de julio de 2011

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Confesión de una mujer desnuda


LA HABANA, Cuba, julio (www.cubanet.org) – Se me está acabando la ropa y estoy preocupada.  Mi preocupación aumenta y no sé qué ropa me pondré en el futuro, porque la ropa de uso que vendían en las tiendas ya ha desaparecido.

Ahora en las tiendas solo venden ropa china nueva, que aunque de bonitos colores y a la moda, no me sirve. Parece que la ropa que el gobierno importa de China no es confeccionada para exportación, de acuerdo a las tallas de los occidentales, sino la misma que los chinos fabrican para su consumo, y las tallas no tienen nada que ver con las de los cubanos. Ese es nuestro nuevo problema: encontrar ropa que nos sirva.

Confieso que cuando voy a vestirme lamento mucho que el reverendo Lucius Walker haya muerto el año pasado. Y es que era el hombre que nos traía, de regalo, la ropa vieja que tanto resolvía. Con su muerte parece que han dejado de entrar a Cuba sus famosas “caravanas” que organizaba para traer como “donaciones” guaguas viejas, computadoras obsoletas y todo tipo de cachivaches usados y, lo más importante para mí, la ropa vieja que los religiosos donaban para los pobres cubanos y que el gobierno cubano nos vendía a altos precios, no sólo en moneda nacional, sino también en dólares.

Y no es que no haya ropa en Cuba. Hay ropa extranjera de buena calidad y de tallas que nos sirven en las boutiques de los hoteles de turismo, pero a precios inaccesibles para la gran mayoría de los cubanos.

Como último regalo de Lucius Walter nos llegarán sus cenizas el próximo 30 de julio para ser esparcidas en Cuba, en cumplimiento de su última voluntad. Sólo espero que el gobierno no nos las quiera vender.

Supongo que aquí le harán un gran homenaje y hablarán por un buen rato sobre las virtudes del anciano comunista religioso. Seguramente no mencionarán que en 1994, cuando el Partido Comunista de Estados Unidos separó de sus filas a sus miembros que habían apoyado la política de Gorbachov, entre ellos a Angela Davis, Walker -estalinista donde los hubiera- se cruzó de brazos. Se ve que le gustaban los dictadores al folclórico religioso.

Todos sabemos que lo más importante para Walker, y también para nuestros dictadores, nunca fueron los cuatro tarecos que traía, sino los supuestos  escándalos que provocaba “desafiando el bloqueo”, que aquí la prensa sobre dimensionaba al máximo.  Y es que a los comunistas les encanta eso de provocar problemas y escándalos, y reclamar libertades cuando viven en países democráticos.

No lo puedo negar: aunque no extrañaré a Lucius Walker, ya estoy extrañando la ropa vieja regalada que nos vendían gracias a él. De todas formas, que Dios lo tenga en la gloria, o donde deba estar tan siniestro personaje.


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