31 de diciembre de 2010


BRINDIS POR EL SILENCIO Y LA SED

Por José Hugo Fernández

LA HABANA, Cuba, diciembre (www.cubanet.org) – Mientras la empresa estatal CUBAHIDRÁULICA se dispone a exportar agua hacia el Caribe, los habaneros de los barrios pobres, que son casi todos, corren detrás de las pipas repartidoras compitiendo entre sí –según la ley del más fuerte o del más pillo- por el elemental cubo de agua para sancochar los boniatos.

Mientras la princesa heredera Mariela Castro se pasea por el mundo, de avión en avión, como quien va a la esquina, Guillermo Fariñas y otros humildes paisanos sudan la gota gorda tratando de que los amos de la Isla les den permiso para ir a recoger en Europa sus premios como defensores de los derechos humanos.

Mientras los responsables de nuestra ruina económica se gastan millones pagando abogados y movilizando a los cómplices internacionales para procurar la liberación de cinco de sus espías presos en Estados Unidos, pacíficos paisanos luchadores por la democracia se ven obligados a escoger entre el destierro y las mazmorras.

Mientras la princesa heredera se ha dado un saltico a Japón para explicar lo mucho que ha cambiado el reino desde las tétricas jornadas de los campos de trabajos forzados para homosexuales, hasta sus proyectos de hoy para convertir a los hombres en mujeres y viceversa en las mesas de operaciones, cada vez se ve más lejana la realización de planes para convertir a los hombres en hombres y a las mujeres en mujeres, sin costo alguno, apenas concediéndole sus libertades básicas.

Entre col y col, la princesa heredera ha declarado que le da risa cada vez que le hablan sobre las limitaciones de la libertad de expresión en la Isla, pues, según ella, resulta imposible callar a los cubanos.

Y mientras, nuestros psicólogos, psiquiatras, historiadores continúan postergando la misión imposible de explicar, convincentemente, cómo un pueblo que fue siempre la extroversión sobre dos piernas, el arrebatamiento verbal, la facundia más desenfadada y temeraria, pudo ser silenciado de una manera tal, que sin dejar de hablar hasta por los codos, jamás dice en voz alta lo que piensa, ni una sola palabra por casualidad.

Así nos aprestamos a despedir un año más, el 51 de la revolución, brindando por el silencio y la sed.

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