El Día de los Santos Inocentes es la conmemoración de un episodio histórico o hagiográfico del cristianismo: la matanza de todos los niños menores de dos años nacidos en Belén (Judea), ordenada por el rey Herodes con el fin de deshacerse del recién nacido Jesús de Nazaret.
La Iglesia católica recuerda este acontecimiento el 28 de diciembre, aunque de acuerdo con los Evangelios la matanza debió haber sucedido después de la visita de los Magos. Sin embargo, la fecha de la adoración de los Magos a Jesús no tiene una fecha dada exactamente en las escrituras, que sin embargo citan dicha visita.
En el Medievo, los escritores cristianos especulaban que fueron asesinados entre 3.000 y 15.000 bebés. Pero y de acuerdo con el censo ordenado por el gobernador romano Quirino, tal como relatan los Evangelios— el pueblo de Belén no tenía más de 800 habitantes. Así que cada año no habría más de 20 nacimientos, y morían aproximadamente el 50% antes de cumplir los dos años de edad (lo cual era la mortalidad infantil normal hasta hace un par de siglos), así que si Herodes mandó a asesinar niños, no deben de haber sido más de veinte.
Esos niños son mártires porque testimoniaron a Cristo con su sangre, ya que no tuvieron oportunidad de testimoniarlo con su palabra y por eso la Iglesia los honra.
Como se ignora el día en que murieron, la Iglesia ha destinado para su recordación el 28 de diciembre, a fin de acercarla cuanto es posible al nacimiento del Jesús, a quien sus padres habían sacado de la ciudad para llevarlo a Egipto, según nos relata san Mateo. Así se vio burlada la saña asesina de aquel mal rey.
Los Santos Inocentes de nuestros días
Son los miles de Santos Inocentes que nuestra sociedad habrá matado amparada en una ley que se ha convertido en un coladero, a través del llamado tercer supuesto, en el que se admite que una madre aborte hasta el final del embarazo, si su vida corre riesgo físico o psicológico -el 96,68% de las madres alega este supuesto-.
En las últimas semanas, el debate del aborto ha vuelto a la escena pública, tanto por el debate político, como por la aparición en prensa de dantescas escenas de niños asesinados ante las que nadie debería mirar hacia otro lado, porque la gravedad del problema va más allá de la vida de estos santos inocentes.
Supone un verdadero suicidio social porque es la aceptación incondicional de la cultura de la muerte. Prueba de ello es que la mayoría de la gente no se plantea la retirada de la ley del aborto, sino cómo limitarla, ni se queja porque se aborte a niños de tres meses de gestación, sino porque se aborta a niños de seis o siete que ya serían viables fuera del seno materno. Y es que la raíz de todo se encuentra en que se ha aceptado el aborto como algo normal.
Fuentes. web
No hay comentarios:
Publicar un comentario