18 de noviembre de 2010


¡VAYA NOMBRES LOS DE ALGUNOS!

* M. Willy Pino

* Comencemos por reconocer que hay nombres propios para animales. Si oímos hablar de Misifú… todo el mundo sabe que se trata de un gato. Sin embargo, he conocido a algunos cuyos dueños los “bautizaron” como Papá Goriot, Agamenón, Charles Chaplin, Adelita, Kalule y Víctor. Y eso, aunque simpático, me parece que es una falta de respeto con esas personas. 

Los nombres de perros son abundantes: Sultán, Campeón, Motica, etc. No es correcto que haya perros llamados Sissi, Wendy, Carola, Susy, Felipe, Selena y Yoko, que son nombres de personas.

Si de bueyes se trata hay donde escoger: Valiente, Ojinegro, Cazador, etc. Parece algo desafortunado llamar a semejantes animalotes con nombres tan suaves, melosos y medio amanerados como Mariposo, Miraflores, Palomo y Caramelo.

Me acerqué a algunos cocheros de la ciudad para preguntarles los nombres de sus animalitos. Me gustaron Azabache, Pinto y Flecha. No me pareció muy afortunado que a algunos les hayan puesto los nombres de Tomeguín, Adriana, Mariposa, Iliana, Sirena, Diana, Pajarito, Barrabás y Lucifer.

Verdad es que hubo animales famosos cuyos nombres no se olvidan. ¡Cómo no mencionar a King Kong, a la perra Lassie, al canguro Skippy, al delfín Flipper y a la mona Chita de Tarzán! Otros también hicieron Historia: el emperador Calígula tenía un caballo a quien puso por nombre Incitato, lo nombró cónsul y vivió en el palacio. Alejandro Magno fundó en la India una ciudad llamada Bucéfala en el 326 (antes de Cristo) en honor a su caballo Bucéfalo. Pancho Villa le puso al suyo “Siete Leguas”. Y ¡cómo no tener un recuerdo para “Traga leguas”, el caballo que acompañaba fielmente al incansable P. Pedro Pescatore, el sacerdote misionero del Reparto La Mosca! Y no quisiera olvidar tampoco al querido Palmiche de nuestro Elpidio Valdés. 

Cierto es que los movimientos de la Historia también influyen. De los nombres de nuestros antepasados indígenas no ha quedado mucho. Nadie quería ponerles a sus hijos nombres como Hatuey o Guarina. Y la culpa no es de ellos, sino de los que escogieron esos nombres de personas como marcas de cervezas y helados.

Y de España nos llegaron los Antonio, Rafael y Luisa. A algunas personas les pusieron nombres que después no concordaron con su propio carácter: Hubo quienes se llamaron Cándido, Clemente, Pura, Ángel, Estrella, Digna, Dulce, Justo, Luz y Consuelo… y no fueron tan cándidos, tan puros, tan dulces, ni tan ángeles.

Con los americanos nos llegaron la Coca Cola… y sus nombres. Así tenemos CUBANOS CIEN POR CIEN que se llaman Jackeline, Caroline, Elizabeth, William, Jenifer, Sheila, Danny, Susan, Henry, Kevin, Ethel, Richard y hasta un terrible Usnavy (del U S Navy que traían pintadas en su proa los barcos de la Base naval). Me cuesta creer que a una niña le pusieran Madein (por aquello del “made in” que viene en las etiquetas), pero quien me lo dijo es persona seria.

Después llegaron los “tovarich” de la URSS y se nos llenó el país de cubanos llamados Igor, Vania, Lenin, Katiuska, Vladimir, Valentina, Boris, Natacha, Alexei, Yuri, Alioska, Esvetlana, Valia, Raisa y Tatiana. No olvido en el boxeo a Stalin Pérez y al voleibolista nuevitero Pavel Pimienta.

También ha habido fugaces etapas italianas, francesas, etc. en las que a los niños se les puso Gian Carlo, Marco, Franco, Claudio, Charlotte, Jean Pierre y Carla.

A veces nos ha dado por la Geografía. Hay personas que se llaman Esmeralda, Bélgica, Italia, Israel, Argelia, América, Argentina, Libia y Belén.

La moda de hoy es ¡INVENTAR NOMBRES! Y se inscribe el niño con el nombre del papá o de la mamá, pero al revés. Resultados: Oirogerg (de Gregorio), Alegna (de Ángela), Odlanier (de Reinaldo), Simara (de Aramís), Leida de (Adiel), Siúl (de Luis) y Leduar (de Raudel). Espero que padres llamados Noel y Adis no hagan lo mismo. Mis vecinas Ada y Ana no tienen esa preocupación.

¡Más inventos! Una suma matemática: dos o tres letras del nombre del padre más tres o cuatro del de la madre. Resultados: Maro (de María + Roberto) Romar (de Rolando + Maribel), Merjul, (de Mercedes + Julio) y Aniorlan (de Aniria y Orlando).

Pienso que si a un niño le pusieron Didier, que es una crema para las manos, cualquier día le pondrán a otro un nombre tan original como Mitsubishi, Rexona, Pepsodent, Lux o Suchel.

Y ¡cómo influyen las novelas! Las gripes malas (como si las hubiera buenas) se pueden llamar Fátima, Leoncio, y, por supuesto, Lucrecia. También hay muchos cubanos llamados Yasmany, Ana María, Leonardo y Álvaro. Me gustaría saber cuantos ya se llaman Sebastián.

Y qué decir de la pasión desordenada por las Y, las K y las muchas I en cada nombre. Eso dio origen a un nuevo catálogo. Basta mirar los libros de bautizos de años recientes o preguntar y encontraremos, entre otros, a Yramis, Yusmakiel, Yonaraisy, Yadisneisy, Yeidier, Zuleiky, Damelky, Leoskel, Rauvilides, Isachy, Zalisleydis y Mayubis.

No me extrañó que a una muchacha la citaran para inscribirse en el Servicio Militar. Y es que se inventan nombres neutros. No se sabe si son masculinos o femeninos. Y se arma el rollo. Hay varones y hembras llamados Yuslier, Arley, Iliet, Misnel, Oleany, Deloys, Arachel, Yendri, Yamir, Talexis y Delvis.

Hubo épocas en que la “la fiebre de los nombres raros” aumentó tanto que algunos, con ironía, comentaban “Esto no tiene nombre…”

De momento creo que va volviendo la calma. Y cuando pregunto cómo se llaman los niños recién nacidos van apareciendo de nuevo, poco a poco, los nombres de tantos hombres y mujeres (muchos de ellos santos y santas de la Iglesia) que marcaron positivamente la Historia. Y hasta la adelantaron.

Una sugerencia para solucionar el problema podría ser que antes de poner nombre a su hijo o hija, los padres consultaran a alguien que sepa un poco de historia, sicología, idiomas, religión y música. Porque el que le puso a su hija Estafora… eso suena desafinado; quien lo llamó Nerón, no sabe de Historia; el que puso a su niñita el demoníaco nombre de Luzbel, tiene cero en religión; a quien bautizó a la suya como Varnosa, le aseguró el apodo que le van a decir en la escuela desde el cuarto grado; quien le puso al suyo Danger, decididamente no sabe inglés, y quien le puso Alien a su hijo, ¡seguro que no vio esa película!

Termino recordando que antes, cuando alguien quería saber cómo nos llamábamos, nos preguntaba: «¿Cuál es su GRACIA?”»  No sé si hoy día, en algunos casos y oyendo tales nombres, la pregunta podría ser: «¿Y cuál es su DESGRACIA?»

Boletín Diocesano, Camagüey Nº 37

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