EL TEMPLETE DE LA HABANA
- A propósito del aniversario de la fundación de la ciudad -
* Ana Dolores García
* Junto al lugar donde se dice fue celebrada la primera Misa, acontecimiento que marcaba para los colonizadores españoles la fecha de la fundación de una ciudad, tres siglos después Francisco Dionisio Vives, Capitán General de la Siempre Fiel Isla de Cuba, quiso perpetuar la memoria de ese hecho y rendir homenaje a la fundación de La Habana.
El Templete trató de ser eso. Tenía ganas de templo griego pero por sus reducidas dimensiones solo llegó a ser templete, con sus doce varas de frente, las ocho y media de sus costados y una altura de 11 varas.
Así y todo, con su friso, su modesto tímpano y sus seis columnas dóricas, no dejó de dar realce a la importante Plaza Mayor de la ciudad. Y propició en la capital de la colonia un viraje en la arquitectura criolla de los edificios oficiales hacia la incipiente tendencia neoclásica.
Tardó en construirse menos de cuatro meses y el propio Vives lo inauguró en el mes de marzo de 1828 junto al lugar considerado por todos como el de la fundación de La Habana. En su interior se encuentran tres lienzos del pintor francés Juan Bautista Vermay, radicado en Cuba y fundador de la Academia de San Alejandro.
Dos de los grandes paneles están dedicados a los hechos que conmemora el templo: la celebración de la primera Misa y la constitución del cabildo que iba a gobernar la nueva villa. El tercer lienzo plasma la inauguración del edificio. El Templete contiene además las tumbas del propio Vermay y de su esposa.
Alrededor del edificio se dejó espacio suficiente, enmarcado por verja de hierro, para albergar la antigua columna de Cagigal y una ceiba. Se dice que aquella primera Misa fue celebrada a la sombra de una ceiba. Ceiba que, como hemos de suponer, sucumbió al paso implacable del tiempo y que fue sustituida una y otra vez.
Por ello al Gobernador Francisco Cagigal de la Vega se le ocurrió, en 1754, construir una columna que recordara la ceiba original. La columna está coronada por una estatua de la Virgen del Pilar, Patrona de España. Hay también un busto de Cristóbal Colón y otro de Don Hernando de Soto, primer gobernador de la nueva Villa.
Las ceibas tienen renombre de ser árboles sagrados y disfrutan de una veneración especial en las ancestrales religiones de los esclavos llegados de África. La ceiba del Templete no podía escapar a esta veneración. Han pasado años y siglos y, aún en los albores de esta centuria, la sigue teniendo.
Y es que partir de la media noche de cada 16 de noviembre, fecha que se considera la de la fundación de la villa, muchos habaneros se acercan hasta la ceiba del Templete, -que no es ya la que diera sombra a aquellos fundadores-, y con devota unción y en profundo silencio dan tres vueltas a su alrededor pidiendo tres deseos al Santo Patrón que le fuera dado a La Habana: San Cristóbal.
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