Los Mártires de la Florida
Rogelio Zelada
La barca ha atracado en un exuberante y desconocido
lugar. La travesía al Nuevo Mundo, larga y accidentada, ha llevado a los
marineros a las costas de la “Tierra de Pascua Florida” y el P. Pedro Martínez,
junto con un pequeño grupo, decide adentrarse en la espesura boscosa de Tallahassee
para encontrar grupos de indígenas y poder cumplir con la misión que lo ha
llevado al extremo del mundo conocido: anunciarles el Evangelio de Cristo.
Es el mes de agosto del Año del
Señor de 1566 y el joven jesuita, nacido en Teruel, ha aprovechado el tiempo de
su navegación para catequizar a la tripulación con sus canciones, su testimonio
y sobre todo con la alegría de una fe contagiosa que acercó a todos los
marineros al sacramento de la penitencia. Sin sospecharlo, han llegado a
territorio hostil, donde los hugonotes
han fomentado en los indígenas un profundo odio contra los católicos
españoles. Mientras el P. Martínez aguardaba al resto de la comitiva, un grupo de
nativos lo rodeó y allí, en la orilla, su sangre regó la tierra que había
venido a salvar para Cristo.
Fue el primer jesuita mártir de la
Fe en el Nuevo Mundo. Este religioso, junto con dominicos, franciscanos y un
enorme número de nativos conversos, han sido declarados Siervos de Dios al
iniciarse su proceso de beatificación por iniciativa de los Obispos de La Florida;
porque en este territorio del sureste norteamericano fueron martirizados, por
odio a la Fe, más de ochenta evangelizadores y miles de nativos americanos.
Desde 1549 hasta 1706, florece en
La Florida una intensa labor misionera llevada a cabo por importantes órdenes
religiosas. En 1549, cerca del río
Suwannee, es asesinado el dominico Luis Cáncer junto con un grupo de compañeros
de la orden que venían de misionar en
Puerto Rico y Guatemala. A mediados de 1571 son martirizados 8 jesuitas y la
compañía de Jesús decidió aplazar para otra ocasión su misión en La Florida. En
1611, junto con 17 indígenas, es martirizado el franciscano Vicente Ferrer de
Andrade. En la zona de Apalache, Tallahassee, fueron torturados y quemados
vivos 3 franciscanos, 9 indígenas
conversos y la familia del gobernador del asentamiento misionero; a la esposa,
embarazada, le arrancaron del vientre el bebé que esperaba. Casi todos los
templos que los franciscanos habían levantado fueron reducidos a cenizas. Otro
franciscano, nacido en Cuba, Fray Luis Sánchez, sufrió el martirio en 1696
junto con sus dos monaguillos nativos por negarse a renegar de la Fe de la
Iglesia.
A mediados de 1704, los ingleses
junto con un nutrido grupo de blancos e indios crucificaron al anciano militar
Baltasar de Francisco. Por entonces son
también asesinados, junto con otros compañeros, los franciscanos Juan de Parga Araujo
y Fray Tiburcio de Osorio, nacido en La Habana, Cuba. En 1705, el floridano P.
Agustín de León intentó rescatar a dos de sus monaguillos que habían caído
cautivos de los ingleses, y para ello se ofreció como rehén a cambio de la
libertad de los dos jóvenes indígenas. Todos
fueron asesinados al momento, junto con el guía que se había ofrecido para
acompañarlo.
Las más fuertes persecuciones y
asesinatos ocurrieron entre 1704 y 1706, cuando la tropa al mando del coronel
James Moore (unos 50 soldados), con el
apoyo de más de 1,500 indios, destruyeron a sangre y fuego todas las
comunidades que habían levantado los misioneros franciscanos. Salvajemente
torturaron y asesinaron a sacerdotes e indios católicos; entre ellos don
Patricio de Hinachuba, jefe indio del lugar, perfecto conocedor de la lengua
hispana que cinco años atrás había escrito al rey de España para denunciar
algunos abusos, carta que el monarca respondió en 1700 ordenando a la
autoridad civil que procurara dar a los nativos buen trato, ayuda, protección y
defensa. El número de caciques conversos asesinados en esta etapa terrible fue
de más de una veintena, y tal vez fueron
miles los nativos martirizados por
defender su Fe: apaleados, cortados en trozos, degollados o quemados vivos. Los
sobrevivientes fueron reducidos a esclavitud y vendidos a los ingleses en las
Carolinas y Georgia.
El Papa Clemente XI creó en 1704
una comisión para analizar y documentar el martirio de indios y misioneros en
La Florida; al año siguiente, el Papa recomienda a Lucas Álvarez de Toledo,
Comisario General de las Indias, que redacte un informe y recoja los
testimonios sobre los mártires.
Mons. Agustín Verot, primer Obispo
de San Agustín, comenzó a recoger datos que permitieran estudiar y valorar la
memoria de los mártires floridanos; más tarde, Mons John M. Grannon hizo los
primeros intentos de iniciar el proceso para conseguir la declaración de la Iglesia
sobre la heroicidad martirial de estos indios y misioneros, y presentó ante la
Santa Sede una importante documentación, pero la Segunda Guerra Mundial hizo
que se postergara todo el proceso.
Ya en 1980, la causa de beatificación
de estos mártires de La Florida recibió un fuerte impulso de Mons. René
Gracida, entonces Obispo de Pensacola-Tallahassee. El actual prelado de esa
diócesis, Mons. Gregory Parkes, y Mons. Felipe Estévez, Obispo de San Agustín,
han abierto la fase diocesana del proceso de beatificación de todos estos
mártires de La Florida, con una solemne Eucaristía celebrada el 12 de octubre
de 2015 en unos terrenos al este de Tallahassee, donde en el futuro se espera
poder levantar un santuario dedicado a la Reina de los Mártires: los mártires
de La Florida.
El Dr. Waldery Hilgeman, miembro de
Missio Pastoralis, organización radicada en Roma, será el postulador general a
cargo de promover la beatificación y hacer que el proceso llegue pronto a buen
término. Por la extensión de esta causa han sido nombrados cuatro
vicepostuladores: por la Orden Dominica, el P. Alberto Rodríguez; por los
indígenas martirizados el P. Wayne Paysee; por los franciscanos el P. Bill Wilson, y por el mártir jesuita,
Sixto J. García.
Estos mártires fueron testigos
valiosos de la Fe y de la fidelidad a la
Iglesia; religiosos europeos que trabajaron para inculturar la Fe; para ello
aprendieron las lenguas indígenas y catequizaron a partir de la cultura local.
Su compromiso con la Fe en Cristo fue total; gracias a ellos, muchos años antes
de la llegada de los peregrinos del Mayflower ya se hablaba y se rezaba
cristianamente en estas tierras del sureste norteamericano.
Rogelio Zelada es Director Asociado de la Oficina de Ministerios
Laicos de la Arquidiócesis de Miami.
Recogido de “La Voz Católica” Revista de la
Arquidiócesis de Miami.Ilustración: Google Images, Cuadro del Museo de Ocmulgee que representa al ejército inglés e indio de James Moore, que destruyó las misiones franciscanas, esclavizó a los apalaches y torturó a clérigos y civiles desarmados.
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