22 de mayo de 2016

La vida de los otros


La vida de los otros:
así es la existencia del 1% mas rico
del socialismo cubano

 

  La modelo Gisele Bundchen posa en el Paseo del Prado 

Ignacio Isla, La Habana
El Confidencial, Madrid.

Dicen los que le conocen que Antonio Castro tiene dos grandes pasiones: las mujeres bellas y el deporte. De las primeras disfruta con generosidad, aupado por sus propios atractivos y una carta de presentación que abre muchas puertas, ser hijo de Fidel Castro. Gracias a ese último detalle, su cuenta bancaria goza siempre de abultados saldos, que le permiten ir de vacaciones a lugares tan caros como exóticos, inalcanzables o incluso desconocidos para la mayoría de los cubanos. 

Hace cerca de un año, Tony Castro ganó notoriedad a causa de un viaje en yate a través del Mar Egeo. Se alojó en varios de los complejos hoteleros más exclusivos de las islas griegas y el litoral turco, acompañado por un séquito que habitualmente ocupaba media docena de suites de cada instalación. En casi todas, el coste por noche supera los 1.000 euros.

El idílico recorrido tuvo un único inconveniente. En la ciudad turca de Bodrum, varios fotógrafos de celebridades cometieron el 'pecado' de intentar inmortalizar la cena que Tony ofrecía a unos conocidos. La osadía les valió la agresión física de los guardaespaldas  que protegían al personaje, quienes además también intentaron quitarles las cámaras. El asunto pudo haber llegado a mayores, pero como corresponde a temas tan singulares, rápidamente las autoridades de Ankara archivaron la denuncia presentada por los reporteros y todo quedó ahí.

Solo tres meses antes, el presidente Recep Tayyip Erdogan había desarrollado una 'exitosa visita' a La Habana, durante la cual firmó varios acuerdos comerciales y obtuvo de su homólogo, Raúl Castro, la autorización para construir una mezquita. En suma, no era el mejor momento para estar levantando tempestades por un desencuentro menor.

Las grandes familias del país y la ley del silencio

Por aquellos días, el Gobierno cubano se abstuvo de emitir comunicado alguno. Ante sucesos que impliquen a miembros de las principales familias del país, la norma no escrita prescribe que ningún funcionario, institución o medio de prensa se dé por enterado. Incluso la metafórica alusión publicada en el periódico 'Tribuna de La Habana' no fue más allá de una críptica recriminación, cuyo significado escapó a los que no contaran con acceso a internet. Casi el 80% de la población, cabe señalar.

Tony Castro es un apasionado del golf, deporte en el que ha conquistado varios trofeos. Lo más peculiar es que en todo el archipiélago funcionan menos de una decena de campos que están vedados a sus conciudadanosDe Tony Castro, el cubano común solo conoce su otra faceta, la de 'sportman'. Su nombre saltó a los titulares el día en que se convirtió en médico-jefe del equipo nacional de béisbol (algo así como la Roja para España). Con su designación, el humor criollo ganó un personaje de altura. Así, se hicieron comunes los chistes en torno al 'muchacho' y su posible papel dentro de la escuadra, que parecía dirigir tanto o más que los propios directores designados. “Es que él tiene el celular por el que Fidel dice lo que se debe hacer en todo momento. Recuerden que también la pelota es una batalla contra el Imperio", concluía una de aquellas historias jocosas.

Su labor sanitaria marcó el primer paso de una carrera ascendente que más tarde ha transitado por la presidencia de la federación cubana de la disciplina y la vicepresidencia de la Confederación Mundial de Béisbol y Softbol, esta última responsabilidad gracias -en primer lugar- a las generosas donaciones del Gobierno que preside su tío. Además, como para no escapar a los lugares comunes, Tony Castro es un apasionado del golf, deporte en el que ha conquistado varios trofeos, incluido el que virtualmente lo califica como campeón nacional. Lo más peculiar es que en todo el archipiélago funcionan menos de una decena de campos y están vedados a sus conciudadanos.

El mundo de "los iluminados"

Juan Padrón, el creador de dibujos animados más emblemático de Cuba, los ha llamado “los iluminados”. Para él, son esos seres investidos de toda la razón, que desde las más altas responsabilidades del Estado y el aparato político  tienen en sus manos las decisiones trascendentales. Parecen ser inmunes al error y a las tentaciones que se derivan del poder. El título se transmite a sus descendientes, que desde su más corta edad disfrutan de una existencia singular y terminan formando sus respectivas familias con personas de la misma clase social.

“Para empezar, no son gente como tú o como yo. La mayoría solo ha oído hablart del Pdo Especial por referencias, pero nunca vivió con cuatro o cinco horas de electricidad al día ni tuvo que viajar en camiones para transportar ganado debido a los problemas del transporte”, cuenta a El Confidencial Israel (nombre ficticio), un treintañero que alguna vez pretendió convertirse en oficial de las omnipotentes Fuerzas Armadas Revolucionarias. Con ese empeño ingresó en el Instituto Técnico Militar José Martí, el más importante de su tipo en la isla.

Allí abrí los ojos. No hablo de los privilegios que les otorgaban a los hijos de los generales o de cómo nos mandaban a trabajar como peones en las casas de algunos jefes. Hablo de la doble moral. Recuerdo la ocasión en que degradaron a uno de los oficiales que nos atendía por haberse encontrado con dos hermanos residentes en los Estados Unidos y que estaban de visita. Según lo establecido, había violado una norma que limita el contacto entre los militares y las personas llegadas desde el exterior, mucho más si se trata de comunitarios [cubanos radicados en Florida]. El problema estuvo en que unas cuantas semanas más tarde me enteré de que los propios Fidel y Raúl tienen varios hijos casados con extranjeros, y más aún, que no son los únicos. Fue entonces cuando me pregunté: ¿qué hacen ellos en esa situación, se van de la casa, evitan recibir a los nietos? Ya te jode”.

No resulta fácil traspasar los límites impuestos por la élite para defender su pedazo de país. El primer obstáculo es de carácter territorial. Aunque a la hora de pensar en La Habana siempre saltan a la retina las imágenes de su zona más antigua o de las incontables torres de apartamentos del Vedado, en realidad la capital de 'los más' solo comienza cuando se cruza el río Almendares y se transita -siempre hacia el oeste- por la quinta avenida del reparto Miramar.

Las mansiones construidas por la burguesía antes de 1959 son hoy las residencias de los "winners" del socialismo cubano. Su mundo se extiende por casi 15 kilómetros cuadrados, divididos en cuatro urbanizaciones fundamentales: la ya mencionada Miramar (donde se ubica el grueso de las embajadas) y las tres que acogen a lo más selecto de la nomenklatura y sus colaboradores inmediatos, Atabey, Siboney y Cubanacán. En un punto aledaño a las dos últimas está Jaimanitas, una pequeña barriada cuyo único mérito remarcable es ser la sede de Punto Cero, la casa de Fidel Castro.

Su vida difiere de la del común en todos los aspectos, empezando por el lugar de residencia, continuando por las escuelas y los hospitales a los que acuden, y terminando por los espacios en que se divierten“Hablamos de zonas exclusivas para compradores exclusivos”, se enorgullece Juan Carlos Horta, un corredor de bienes raíces especializado en inmuebles de alto valor, destinados sobre todo a nuevos ricos, a nacionales que pretenden repatriarse y a empresarios extranjeros. “Se trata de un mercado de mucha vitalidad: las propiedades que hoy se cotizan en torno al medio millón de dólares en un par de años deberán estar duplicando ese valor o incluso más”, dice a El Confidencial. 

En su caso, no parece tratarse de una exageración. Si bien en algunos puntos el acceso se restringe o hasta llega a ser completamente prohibido debido a razones de seguridad, un breve recorrido por Cubanacán pone de manifiesto que allí el dinero no es un visitante ocasional.  Además de los propios inmuebles y su estado de conservación, una muestra evidente es la abundancia de coches de buenas marcas y años recientes (en Cuba, tener coche propio sigue siendo un lujo impensable para la mayoría de las familias).

Alexei, un proveedor de frutas y otros productos agrícolas que regularmente visita el reparto, sabe que de puertas adentro el lujo es aún mayor. Cada principio de semana se traslada con una vieja camioneta Ford desde la finca familiar, en las afueras de la ciudad, para abastecer a sus clientes. “En realidad, son compradores de mi padre, que los ha abastecido desde siempre con alimentos orgánicos y de primera calidad. Yo voy lo mismo a rentas para extranjeros que a casas de gerentes y dueños de negocios particulares. Aquí no hay pobres, y las pocas casas que quedan más 'malitas' ya las están vendiendo o reparando. ¡Cuando te digo que en algunos lugares me he topado hasta con 'jacuzzis' y parqueos para cuatro o cinco coches!”, cuenta a El Confidencial.

Durante años, la élite del oeste de La Habana nutrió sus filas con dirigentes del Gobierno y el Partido Comunista y algunos integrantes de la vieja burguesía republicana -sobre todo profesionales- que encontraron acomodo dentro de las instituciones del nuevo poder. Tras las reformas económicas de los años noventa y las del último lustro, el grupo ha crecido con las incorporaciones de nuevos ricos, aupados por sus negocios privados y los vínculos con compañías mixtas.

Su vida difiere de la del común en todos los aspectos, empezando por el lugar de residencia, continuando por las escuelas y los hospitales a los que acuden, y terminando por los espacios en que van de vacaciones o se divierten. Es una farándula que “se codea con artistas y gente de la televisión: es difícil ver allí algún político, pero sus hijos quizá no falten. Entre todos ellos hay personas decentes y mesuradas, así como muchos otros con todos los defectos que la conciencia de clase elitista puede provocar. Como esto es un fenómeno mayormente nocturno y ubicado en barrios a los que se llega en auto, no está al alcance de todos”, cuenta el bloguero Harold Cárdenas Lema.

En la calle, la gente lo asume desde la jocosidad característica del cubano, que puede convertir en burla hasta los asuntos más espinosos. El mejor ejemplo lo brindó por mucho tiempo el programa cómico 'Vivir del cuento', el más popular de la televisión nacional. Allí ganó notoriedad un personaje llamado el gerente, que aunque nunca apareció en pantalla, se mantenía como una referencia constante debido a su ostentoso modo de vida, que incluía viajes de paseo al exterior y otros lujos que solventaba con su discreto salario de funcionario público.

Sin embargo, el tema está lejos de quedar en el campo de lo intrascendente y gana notoriedad a medida que se profundizan las desigualdades en el contexto nacional. “El pueblo de Cuba quiere saber qué comen nuestros políticos (…) saber si van a comprar las frazadas de piso rebajadas hasta fin de mes (…) si extrañan a sus seres queridos que se han ido del país porque no pudieron ser convencidos, como nosotros, de las bondades del socialismo. Y si creen que nada de esto nos importa o no nos debe importar porque es la vida privada de los políticos, les digo que no estamos de acuerdo. Que nuestras vidas las hemos empeñado a este proyecto de sociedad diferente y queremos estar seguros de que nuestros dirigentes la viven como nosotros”, reclamaba hace un par de meses el profesor universitario Julio Antonio Fernández Estrada, en un artículo que tuvo amplia repercusión en la prensa alternativa pero fue ignorado olímpicamente por los medios oficiales y las instancias del poder.

Según dicen algunos mal pensados, en los repartos de la neoburguesía cubana muchos miran más hacia afuera que hacia dentro de la isla. Justo como hacían los millonarios que en enero de 1959 vieron derrumbarse su mundo.
 

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