CUBA Y SUS LAGRIMAS
Rev. Martín
Añorga
Si yo fuera un individuo carente de convicción
religiosa, afirmaría que Cuba es una tierra de mala suerte; pero tal concepto
lo atenúa mi fe, así que prefiero reconocer, aunque el dolor me taladre el
alma, que Cuba es una Isla empapada en lágrimas.
Nuestra
Patria fue la última colonia de España en América que se deshizo de las
cadenas después de sufrirlas por siglos. No es que los cubanos no
lucharan por su independencia, sino que todos los actos de heroísmo que
asumieron terminaron en la desesperanza, Incluyendo la guerra del “95” que
desembocó en el gobierno interventor de Estados Unidos, algo que aunque
demoró la exaltación de nuestra bandera resultó positivo para el futuro
inmediato de la Isla. Nuestra bandera, a intervalos de tempestades, pudo
mantenerse orgullosamente erguida por 57 años. Hoy, ensombrecida por la infame
presencia de un nefasto régimen comunista, es una lágrima de franjas y
estrella.
Desde los
inicios históricos del descubrimiento, de una u otra forma, los cubanos se han
enfrentado al férreo poderío de la metrópoli. Imposible detallar en el espacio
de que disponemos los actos heroicos que cubren de dignidad nuestra historia.
De forma incompleta y dispersa podemos mencionar, a título de ejemplos, la
brava insurrección de los vegueros, los que tenían opciones para disponer de la
venta de sus cosechas y fueron injustamente privados de ese privilegio. Esta
insurrección provocó la renuncia del entonces gobernador Vicente Raja que se
vio precisado a regresar a España.
Durante el
gobierno del Marqués de Someruelos, en 1809, floreció en Cuba un espíritu
libertario que creó precedentes para el futuro independentista de la nación
antillana. De destacar es el hecho de la rebelión de los esclavos que fue
violentamente aplastada con la ejecución por medio de la horca del dirigente
negro José Alfonso Aponte y ocho de sus compañeros. No podemos apartar de
nuestra mente la idea de que Cuba, desde su descubrimiento hasta hoy, ha
permanecido cautiva en la prisión de una lágrima.
Bajo el
gobierno un tanto conciliador de Francisco Dionisio Vives se malogró la
rebelión conocida como Soles y Rayos de Bolívar que surgiera en el seno de la
masonería. Una guerra que se planeó con sentido común, con estrategia definida
y claro propósito de libertad para todos los cubanos, fue interceptada por
espías que el gobierno español infiltró entre la insurgente organización.
Posteriormente, sin resignarse ante la derrota, surgió la conspiración del
Aguila Negra, con su cuota de mártires y presos. Una larga teoría de
movimientos conspirativos siguieron a los mencionados. Recordamos la
Conspiración de La Escalera, la de La Mina de la Rosa y las expediciones de
Isla Redonda y las de Creole, Cleopatra y el Pampero.
Hay que
dedicarle un espacio de gratitud al heroísmo de un venezolano que amaba a Cuba
con verdadero corazón de cubano, Narciso López, quien no fue tan solo un
reiterado conspirador en contra de la tiranía colonialista de España, sino que
fue la primera persona que concibió la imagen de nuestra bandera, diseñada por
Miguel Teurbe Tolón, y que ondeó sobre territorio nacional, en la ciudad de
Cárdenas, el 19 de mayo de 1850 en la primera expedición libertadora concebida
por el valiente y venerado venezolano. Este insigne patriota fue apresado
y condenado a la terrible muerte en garrote; pero antes de su ejecución
pronunció estas lapidarias palabras: “Mi muerte no cambiará los destinos de
Cuba. ¡Cuba, por ti muero!”. De nuevo las lágrimas cubrieron de tristeza
nuestro cielo.
Se produjo,
poco más de una década después, la Guerra de los Diez Años, sin que en
los años previos dejaran de producirse sacrificados intentos independentistas.
El 27 de noviembre de 1871 tuvo lugar el cruel fusilamiento de ocho jóvenes
estudiantes de medicina, acusados falsamente de profanar la tumba del
periodista español Gonzalo Castañón, hecho que históricamente hemos seguido
conmemorando con justificada tristeza. Este infame crimen resaltó el miserable
comportamiento de los gobernadores que España enviaba a Cuba para mantener bajo
su dominio a la última colonia que le quedaba en América.
La Guerra de
los Diez años contó con patriotas estelares entre los que recordamos a
Carlos Manuel de Céspedes, Antonio Maceo, Máximo Gómez, Ignacio
Agramonte y muchos otros. En la guerra final que nos condujo a la victoria
tuvimos a José Martí, quien murió en los inicios de la misma, a los
cuarenta y dos años de edad en Dos Ríos, provincia oriental de Cuba, abatido
por las balas del enemigo. Su muerte, inesperada y anticipada, privó a la
guerra de su más preciado ideólogo y a la nación liberada a quien
debía haber sido su más brillante y connotado líder. La ausencia de Martí ha
sido siempre llorada, aunque haya transcurrido más de un siglo de su trágico
deceso. En los años de su adolescencia el Apóstol, en su presidio político en
Isla de Pinos, escribió estas proféticas palabras: “la lágrima es la fuente del
sentimiento eterno”. A Martí siempre
lo recordaremos, como a una flor blanca rociada de lágrimas.
Una vez
concluida la guerra de Independencia, por medio de acuerdos de los cuales
fueron excluidos los cubanos, se estableció en la Isla el gobierno interventor
de Estados Unidos. Fue un período de reorganización y restauración. Al cabo de
cuatro años la poderosa y amiga nación del Norte entregó las riendas del
gobierno al presidente Tomás Estrada Palma; aunque no por ello se secaron las
lágrimas de nuestros cubanos ojos. Por 57 años se sucedieron en Cuba diferentes
gobernantes, y con contadas excepciones todos tuvieron su ciclo de
inquietudes que afectaron a la población del país. En tiempos del General
Gerardo Machado estuvimos a punto de una guerra civil, y posteriormente
en los florecientes días de los gobiernos Auténticos proliferaron los grupos
armados que generalizaron el crimen indiscriminado en medio de la sociedad. En
1952 reapareció Fulgencio Batista en la escena política, derrocando al
presidente Carlos Prío Socarrás en un golpe de estado impopular, anacrónico y
desatinado. Se profanó el proceso democrático en la Isla y por varios
años vivimos tiempos de intranquilidad e incertidumbre, que sirvieron de
marco al aventurero y ambicioso tirano Fidel Castro para imponer en Cuba una
nefasta “revolución comunista”.
Nuestra
historia, desde el descubrimiento en octubre del 1492, hasta hoy, ha estado
salpicada de lágrimas; pero las de ayer, las que antecedieron a la invasión
castrista, tuvieron frutos y alumbraron caminos. Las de hoy son estériles,
desconsoladas, furtivas y tan cruelmente abusadas, que nos marcan el corazón.
Castro bajó de la Sierra aupado por la leyenda del vencedor; pero pronto
demostró que en realidad era un individuo vencido por el rencor, el ansia de
gobierno, el crimen, la arrogancia y el deshonor. El horroroso desfile de los
fusilamientos quebrantó la vida de miles de cubanos, la mayoría jóvenes con
hambre de ideales y dolor de patria. Los encarcelamientos, arbitrarios y
sombreados de injusticias, con condenas infames de decenas de años, han privado
a centenares de miles de niños de la compañía de sus padres. Cuba se ha
convertido en un llanto que opaca la luz del sol.
Los que
piensen que durante estos largos años de aterrador sistema comunista en Cuba se
ha extinguido el fervor patriótico, deben revisar la historia. Desde instaurada
la llamada “revolución”, hasta hoy, han surgido innumerables opositores y
combatientes: los alzados del Escambray, los estudiantes universitarios, los numerosos
intentos de infiltrar militarmente la Isla, la heroica jornada de Playa Girón,
las Damas de Blanco, y los valientes que de continuo desafían al régimen son
hechos que demuestran que la heroica sangre cubana sigue regando de gloria los
paisajes de la Isla y que justifican las lágrimas de mujeres, niños y hombres
anhelantes de que la justicia decapite a los traidores tiranos que deshonran
con sus crueldades la patria que les vio nacer. La Brigada 2506, Alfa 66, el
Movimiento de Recuperación Revolucionario, La Junta Patriótica Cubana y decenas
de otras patrióticas organizaciones no han dejado un solo momento de mantener
la lucha en contra del infame sistema comunista impuesto en nuestra
patria.
Castro,
lamentablemente, ha superado con creces todas las arbitrariedades, todos los
crímenes y toda la barbarie que sufrió Cuba durante el coloniaje español. En su
más de medio siglo de ultrajante dictadura, se desplomaron nuestras
instituciones, se contaminó nuestra cultura y se ha profanado la Memoria de
miles víctimas que para siempre llorarán familias fragmentadas.
Sin respetar
nuestro histórico dolor, pisoteando las lágrimas de todo un pueblo, en un
olvido infame y cobarde al presidente Barack Obama se le ocurre tender sobre
Cuba un ramo de olivo. Premiar a Cuba con un improcedente restablecimiento de
relaciones diplomáticas es una profanación. Hoy los cubanos que amamos a
nuestra patria al verla víctima de una nueva traición nos llenamos el corazón
de frustración y tristeza.
Hemos
perdido a Cuba como una perla lanzada al mar. San Agustín dijo que “las
lágrimas son la sangre del alma”, y tenía razón el santo varón. Los cubanos vivimos hoy con el alma
inundada de sangre.
ABRIL, 2015
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