Desafío
Internacional de Turquía
en
el Centenario del Genocidio Armenio
Susana Gaviña
ABC, Madrid
«Un acto de
cinismo», así califica Avet Adonts, Embajador de Armenia en España (en
nuestro país viven alrededor de 35.000 armenios), el comportamiento del
presidente de Turquía, Recep Tayyip
Erdogan, a la hora de intentar desviar la atención sobre los actos que
conmemoran el centenario del genocidio armenio (1915-23), que acabó con la vida
de un millón y medio de personas. Una cifra que Turquía sitúa muy por debajo
(entre 300.000 y 600.000), y que sostiene fue consecuencia de la I Guerra
Mundial y del hambre sufrida camino del exilio al que fueron condenados, y no
de un asesinato sistemático de una
minoría cristiana como defienden miles de documentos y testimonios.
La «cuestión armenia», como se la calificó,
suponía un problema para el Imperio Otomano, de mayoría musulmana, que bajo el gobierno del Comité Unión y Progreso
(1908-1918), en el que tendrían un papel destacado los Jóvenes Turcos
(movimiento encabezado por Talat, Enver y Djemal), haría rebrotar -tras la derrota en los Balcanes- el
sentimiento nacionalista.
No había sitio para las minorías, y menos para
aquella que, como la armenia, reclamaba la igualdad de derechos y era, además,
sospechosa de haber ayudado
militarmente al ejército ruso.
Pero este no fue el primer eslabón de una
cadena de matanzas contra esta comunidad. El encargado de allanar el camino
fue, dos décadas antes, el sultán Abdul
Hamid II, conocido como el Sultán Rojo, que ordenó la masacre de 300.000 armenios entre 1894 y
1897.
Un siglo después de aquel 24
de abril de 1915, en el que fueron arrestadas unas 650 personalidades de la
comunidad armenia -y elegida como fecha oficial para recordar la tragedia-, la
herida sigue abierta y con pocas perspectivas de cerrarse. Prueba de ello es el
malestar del gobierno turco ante el eco que está teniendo la conmemoración del
primer genocidio del siglo XX. Eco que Erdogan ha querido acallar o desafiar contraprogramando otra
celebración centenaria, la victoria de los otomanos en la batalla de
Galípoli.
«Cuando hablo de la actitud cínica de Turquía
me refiero a este evento. El presidente
de Armenia, Serzh Sarkisian, le envió una invitación al turco para
visitar el país el 24 de abril y a participar en las conmemoraciones del
genocidio armenio, en un nuevo intento por normalizar las relaciones. Después
de medio año de silencio, Erdogan envió una carta de invitación a Sarkisian
para participar en la celebración de la
batalla de Galípoli. Un evento que siempre se conmemora en marzo
-matiza-. Es un intento muy cínico de distraer la atención de la comunidad
internacional. Pero todos se han enterado del juego que ha intentado el
gobierno turco».
Al acto que tendrá
lugar en Erevan, capital de Armenia, han confirmado su asistencia los presidentes de
Francia (país que castiga por ley la negación del genocidio armenio) y Rusia, François Hollande y Vladímir Putin,
entre otros.
El reconocimiento o no del
genocidio por la comunidad internacional se ha convertido en un instrumento
geopolítico para Turquía. «Esos
chantajes políticos son muy conocidos, pero tienen una vida corta. Estoy
convencido de que la verdad tiene que ser valorada de manera objetiva, y que
este proceso obtendrá un resultado razonable», afirma con cierta esperanza el
embajador.
En la actualidad son veintidós los países -España no se
encuentra entre ellos- que lo han reconocido. «Definitivamente no hay ningún
país o gobierno que lo niegue. El reconocimiento oficial está muy relacionado con
la comodidad política. Negar el
genocidio es como si un país negara a sus ciudadanos los derechos humanos y los
valores democráticos. El reconocimiento internacional es fundamental como
instrumento de prevención», asevera.
A medida que se acerca la fecha, se tensa más
el pulso entre el gobierno turco y Armenia. Los múltiples actos y las
reivindicaciones para su reconocimiento es vista por Erdogan como un intento de desacreditar a Turquía.
Esto le ha llevado a retar a los armenios en la diáspora, diez millones de
personas (tres veces más que la población que vive en Armenia), a que prueben documentalmente que se
produjo un genocidio.
También el ministro de Exteriores turco, Tanju Bilgiç,
criticó severamente hace unos días el Informe anual sobre Derechos Humanos presentado
por el Parlamento Europeo, en el que se anima a los Estados miembros y a las
instituciones comunitarias a contribuir para que se reconozca. «Estos pasos,
que están siendo dados por aquellos que desconocen este suceso histórico, dañan las relaciones entre Turquía y la UE
y hacen difícil que los turcos y los armenios construyan su futuro juntos»,
sentenció.
Es preciso recordar que una de las condiciones
que debe cumplir Turquía para poder
ingresar en la UE es precisamente la de reconocer el genocidio.
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