Un
“mercenario” desinteresado
Réplica
al artículo
“Las grandes mentiras de nuestra historia
común”
–publicado
en Cubanet–, que afirma que en Cuba
“no
hubo guerra de Independencia”,
califica
a Máximo Gómez de “mercenario”
y
dice que los cubanos construyeron una República
cimentada
en la mentira
René Gómez Manzano
LA HABANA, Cuba. Cubanet — Con motivo del
Aniversario 120 del 24 de febrero, Fernando Núñez ha publicado en CubaNet un trabajo
titulado Las grandes mentiras de nuestra historia común. No sé si el
nombre es real o un simple seudónimo. El sitio-web no divulga la imagen del
personaje, ni tampoco una biografía que nos diga al menos dónde nació.
Por el contenido de su artículo, cabe barruntar
que se trate de un peninsular. De manera paladina afirma que no hubo guerra de
Independencia; da por indiscutible que el conflicto empezó en el poblado
de Baire. Es evidente que desconoce los estudios más serios sobre este tema,
como también el trabajo divulgativo recién publicado en este mismo órgano por
el abogado Roberto de Jesús Quiñones Haces, quien de manera argumentada alude
al mal llamado Grito de Baire.
El autor, al referirse a la efeméride, menciona
la existencia de una supuesta euforia patriótica en la Isla (que yo, por desgracia, no he
percibido en parte alguna) y alude a la apatía española. Aparte de hacer una
serie de afirmaciones muy discutibles como ésas, emplea un calificativo que debo confesarlo jamás esperé ver en
un órgano cubano (como sin dudas lo es CubaNet). Afirmo esto porque Don
Fernando tuvo la increíble desfachatez de tildar ¡nada menos que de mercenario!a Máximo Gómez!
Me pregunto: ¿En base a qué elementos emplea ese
término peyorativo? ¿Qué fundamento tiene para hacer una calificación tan
negativa? No se tienen noticias de que el ilustre dominicano haya cobrado un
solo centavo por los destacadísimos servicios que prestó a su patria adoptiva
(que es lo que justificaría insultarlo de ese modo). Si algo pudo recibir como
pago por sus esfuerzos fue lo que le auguró el Apóstol Martí: la ingratitud probable
de los hombres.
La falta de ambiciones mezquinas del General en
Jefe del Ejército Libertador, se pone de manifiesto en un hecho irrebatible. En
las elecciones de 1901 nadie hubiera podido discutirle la Presidencia de la
República. Los autores de la Constitución incluyeron en ésta un precepto
consagrado a permitirle aspirar a ese alto cargo. Pero el mercenario del que habla Núñez
demostró su desinterés al no codiciar la elevada investidura.
El autor afirma que los cubanos
construyeron una República cimentada en la mentira. Como argumento, cita la
supuesta anécdota que
varios historiadores impugnan de que en Baire no hubo ningún grito de
independencia, pues allí se enarboló la bandera autonomista. Este hecho
apócrifo basta a Núñez para hacer una afirmación tajante: En consecuencia,
aquello no fue una Guerra de Independencia sino una Guerra Civil.
Quiere decir, que según la fabuladora
interpretación de este señor, los cubanos que de manera masiva abandonaron
casas y haciendas para lanzarse a la aventura incierta de la guerra, serían una
especie de aberrados o dementes. Si no aspiraban a desligarse de la Metrópoli,
¿cuáles fueron entonces las motivaciones que los condujeron a tomar una decisión
tan riesgosa y radical?
Cualesquiera que hayan sido las simpatías
políticas de los hermanos Lora, lo que no cabe poner en duda es la vocación
decididamente independentista de los grandes jefes: Martí, Maceo y el mismo “mercenario” Máximo
Gómez del
que habla el autor. Tampoco la de los otros alzados del 24 de febrero:
Bartolomé Massó, Guillermón Moncada, Juan Gualberto Gómez y hasta el
guantanamero Pedro Pérez (pese a que, irónicamente, éste había sido guerrillero integrista durante la
Guerra Grande).
Los delirios de Núñez lo llevan a calificar a
Cuba como un
país inventado por los intelectuales autonomistas para justificar la secesión
de una provincia que, desde el punto de vista legal, era igual que Andalucía o
Galicia. No opinaré sobre estas zonas periféricas de España, pero sí debo decir
que nuestra Isla, bajo el dominio ibérico, era un territorio ocupado, que los
peninsulares venían a explotar y esquilmar a su gusto. Este despojo inicuo
exacerbó las ansias libertarias de nuestros compatriotas.
Núñez afirma que Cuba era (y es) cultural e
ideológicamente española. Una afirmación tan arbitraria e infundada como ésta
es la que me hace sospechar su condición de peninsular. ¿Pensará lo mismo de
mexicanos, argentinos o colombianos? En esto nos queda el consuelo de que
también los colonialistas galos y en fechas muchísimo más recientes pensaban que Argelia
era una parte de Francia.
Al periplo supersónico que hace Don Fernando por
la historia de Cuba republicana no vale la pena prestarle demasiada atención.
Aunque sí tiene algo de razón cuando, refiriéndose al país, critica las turbulencias
revolucionarias que lo llevaron a entregarse a Moscú en 1959.
En resumen: creo que, antes de publicar un texto
tan polémico como el aludido, sería aconsejable valorar si sus tajantes
afirmaciones tienen o no un fundamento siquiera mínimo.
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