Los Países Bajos
Los Países Bajos (en Neerlandés
“Nederland) es un país europeo. Como su nombre indica, el
territorio del país está formado por tierras (land) bajas (neder)
de las que, aproximadamente, una tercera parte están situadas al nivel del mar
o por debajo de este, lo que llevó a decir sus pobladores: “Dios hizo el
mundo, y los holandeses Holanda".
Con frecuencia, el país es
conocido por el nombre de su región histórica más influyente o relevante, “Holanda”,
situada en la parte occidental del país. Su idioma también es conocido
tradicionalmente, por extensión, como “holandés”, aún
cuando su nombre oficial es neerlandés. Los
Países Bajos limitan al norte y oeste con el mar del Norte, al sur con Bégica y al este con Alemania.
Los Países Bajos han sido
habitados desde la última glaciación; los vestigios más antiguos hallados
tienen una antigüedad de 100,000 años, cuando el país poseía un clima de tundra
con muy escasa vegetación. Sus primeros pobladores fueron cazadores y al
finalizar la edad del hielo el área fue
habitada por varios grupos paleolíticos.
En la época de la llegada de los
romanos, los Países Bajos se hallaban habitados por varias tribus germánicas,
quienes se habían asentado aquí alrededor del 600 a.C, y otras tribus
célticas. En el siglo I a.C., los
romanos conquistaron la parte sur del país, creando la provincia romana de “Germania
Inferior”. Ellos fueron los primeros en construir ciudades en el país. Posteriormente
los Países Bajos pasaron a pertenecer al imperio de Carlomagno, que se extendía
por lo que hoy son Bélgica, Francia, Luxemburgo, Alemania, norte de Italia y
otros territorios de Europa occidental. En 843 el Imperio quedó dividido en tres partes:
Francia Occidental, Francia Oriental y Lotringia. Esta última sección comprendía a los Países
Bajos, Bélgica, Luxemburgo y partes de Alemania y Francia.
Los Países Bajos padecieron los
saqueos de los vikingos, cuya supremacía terminó en 920 gracias a los germanos. Los
reyes y emperadores alemanes dominaron los Países Bajos durante los siglos X y
XI con la denominación de Sacro Imperio Romano.
En dicha época, las Cruzadas fueron
populares en los Países Bajos y muchos se unieron para ir a luchar en Tierra
Santa. Al cabo, el Sacro Imperio Romano se mostró incapaz de
mantener la unidad política debido a la creciente independencia de las ciudades
y en 1433 buena parte del territorio de los Países Bajos y Bélgica fue unificada
por el duque Felipe III de Borgoña. Los principales nobles de Holanda invitaron
al duque a conquistar este país, a pesar de que él no tenía ninguna pretensión
histórica sobre Holanda. Ámsterdam creció y en el siglo XV se convirtió en el principal puerto comercial
europeo para el grano procedente de la región báltica.
Por herencia y conquista, el país
llegó a estar bajo posesión de la dinastía de los Habsburgo bajo Carlos
V en el siglo XVI, quien los unificó en un solo
estado. Al emperador Carlos le sucedió
su hijo Felipe II de España. A diferencia de su padre, que había crecido en
Gante (Bélgica), Felipe tuvo poco apego personal con los Países Bajos, y así la
nobleza local lo consideró indiferente hacia su estado. Como católico devoto,
Felipe estaba consternado por el éxito de la Reforma Protestante, que
llevó a un aumento en el número de calvinistas. Sus intentos de reforzar la
persecución religiosa de los protestantes y sus esfuerzos por centralizar el
gobierno, la justicia y los impuestos, le hicieron impopular y le condujeron a
una revuelta. Los neerlandeses lucharon por independizarse de España, lo que originó la Guerra de los Ochenta Años
(1568-1648) que dio lugar a que las siete provincias rebeldes formaron la “República de los Siete Países
Bajos Unidos”.
Guillermo I de Orange, el fundador de
la familia real neerlandesa, lideró a los holandeses durante la primera parte
de la guerra aunque esos primeros años fueron un éxito para las tropas
españolas. Sin embargo, los asedios siguientes en Holanda fueron
contrarrestados. El rey de España perdió el control de los Países Bajos por la Paz de Westfalia (1848), que confirmó la
independencia de España y Alemania de las Provincias Unidas. Los holandeses ya
no se consideraban a sí mismos como alemanes desde el siglo XV, pero permanecieron oficialmente como parte de
Alemania hasta
1648.
La identidad nacional se formó
principalmente por la provincia de la que procedía la mayoría de la población.
Puesto que Holanda era con diferencia la provincia más importante, la República
de las Siete Provincias llegó a ser conocida como Holanda en los países
extranjeros.
El mayor asentamiento
neerlandés en el extranjero fue la Colonia del Cabo y El Príncipe de Orange adquirió
el control de la Colonia en 1788. Además, algunas colonias portuguesas fueron
conquistadas, principalmente en el nordeste de Brasil, Angola, Indonesia y Ceilán.
Debido a estos desarrollos, el siglo XVII lleva el
sobrenombre de la Edad de Oro de los Países Bajos.
En 1810 el territorio de los
Países Bajos fue incorporado al Primer Imperio Francés bajo el mando de Napoleón I hasta 1814. Después se formó un “Reino de los Países Bajos”
que incluía a las actuales Bélgica y Luxemburgo además de Holanda.
Las tensiones entre el norte y
el sur, entre otras causas por la diferencia religiosa, provocaron que en 1830 los belgas se declararan independientes, y
aunque el rey Guillermo I de Alemania enviara un año más tarde sus tropas, la
movilización de las tropas francesas en favor de la causa belga lo hizo
desistir de cualquier enfrentamiento. Sólo ocho años más tarde, en 1829, se
reconoció oficialmente la independencia de Bélgica.
En 1890, La ascensión al trono
de la reina Guillermina, Princesa de Orange, significó
a su vez la separación de los holandeses y Luxemburgo, debido a que en este último
país el título de Gran Duque no puede ser
heredado por una mujer.
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