Los sonetos del amor oscuro
Lorca: La historia oculta
de los sonetos de amor (1)
Isabel M. Reverte
ABC, Madrid
Cuando ABC, en 1984, dio a conocer los sonetos de
amor de Federico García Lorca, produjo un «terremoto» cultural. Este reportaje
desvela la historia de esos textos desde la caja fuerte hasta su publicación.
Quién los tenía, quién hizo que circularan de forma clandestina y quién decidió
editarlos por fin.
La aparición de la edición ilegal de estos poemas
que recibieron en diciembre de 1983 algunos estudiosos, sin decir quién era el
autor, desafiaba a la familia del poeta, que quería espera hasta incluirlos en
la edición de las obras completas.
Si el
hombre pudiera decir lo que ama
“Tú nunca
entenderás lo que te quiero
porque duermes en mí y estás dormido,
yo te oculto llorando, perseguido
por una voz de penetrante acero”.
Es el
primer cuarteto del soneto El Amor duerme
en el pecho del poeta, el penúltimo de la serie de los Sonetos del Amor Oscuro escritos por Federico García Lorca. Y es el
primero que habla de un amor masculino como destinatario de sus poemas.
En noviembre de 1983 apareció una edición no
venal, clandestina, de los sonetos. Cuatro meses después, el 17 de marzo de
1984, ABC publicaba oficialmente y en exclusiva los 11 sonetos del poeta
granadino, por primera vez juntos y ordenados.
Esta es una historia de pasión, de miedo y de
misterios, una más de las que rodean la vida y obra del gran poeta español del
siglo XX. Hoy otra exclusiva que publica el diario ABC.
En la edición no autorizada de los sonetos
aparece por primera vez y de forma explícita su reivindicación de la
homosexualidad, del amor sin límites, de su queja y angustia por el amor
estéril y en aquella época y en tantas otras incomprendido. Quiere hablar de
aquellos a los que en Granada «sólo les saludaba el aire», que decía Ángel
Ganivet.
Historia
del manuscrito
El 16 de agosto de 1936, Federico García Lorca
fue detenido en casa de sus amigos los Rosales, falangistas de Granada, y
fusilado por las llamadas Escuadras Negras y voluntarios golpistas dos o tres
días más tarde en el barranco de Víznar. Como se sabe, su cuerpo nunca
apareció.
José Rosales, el padre de los falangistas, entregó
a Federico García Rodríguez, padre del poeta, todos los documentos que su hijo
había dejado en su domicilio de la calle Angulo mientras permaneció allí
escondido. En ese momento el poeta era un autor de éxito, pero con escasa
publicación de su obra. Se cree que en esos días trabajaba sobre los sonetos y
sobre el drama de La casa de Bernarda Alba.
La familia García Lorca, retenida durante la
guerra en Granada, pudo abandonar España en septiembre de 1939 rumbo a Nueva
York.
En el
banco Urquijo
Pero antes, durante una parada obligada en
Madrid, Federico García Rodríguez buscó y recogió cuantos manuscritos encontró,
y depositó toda la obra de su hijo asesinado que pudo recopilar en una caja
fuerte del Banco Urquijo. Y allí permanecieron los documentos hasta muchos años
después.
Federico García Rodríguez murió en Nueva York el
30 de septiembre de 1945. Allí está enterrado. Su familia regresó a Madrid en
1951 y, a partir de finales de los años sesenta, Francisco, el hermano del
poeta, reunió a un grupo de estudiosos lorquianos para que hicieran un
inventario, una catalogación de los documentos, con vistas a realizar una
edición crítica de su obra, que seguía custodiando el Banco Urquijo.
En ese momento sólo existía la edición de sus
obras completas en Aguilar. Publicación, por cierto, autorizada en un Consejo
de Ministros de Franco que consideró que se podía vender porque era un libro
muy caro y sólo para estudiosos. El prólogo lo pudo firmar el poeta Vicente
Aleixandre.
«Fueron unos meses de trasiego constante»,
recuerda Manuel Fernández Montesinos, «cada día sacábamos los documentos del
banco y los llevábamos a mi casa, o a casa de mi tía Isabel, y de allí otra vez
al banco. Había que leer la letra ilegible de mi tío, ordenar las cuartillas.
Era agotador. Hasta que al fin los trasladamos a una sucursal de la Caja de
Ahorros de Madrid, cerca de aquí».
Los investigadores eran el irlandés Ian Gibson,
los franceses Marie Laffranque y André Belamich. Y los españoles Eutimio Martín
y Francisco Giner. Dos especialistas españoles y tres extranjeros. «Todos
vieron todos los documentos… cualquiera pudo copiarlos», dice Montesinos.
En 1981, André Belamich publicó las obras
completas de García Lorca en la prestigiosa colección «La Pleiade», de la
editorial Gallimard. Esta edición en francés, incluía los Sonetos del Amor
Oscuro bajo la supervisión de la hispanista y amiga de la familia Marcelle
Auclaire. Era una traducción, de modo que los errores de lectura del original,
que los hay, se deducen desde esa traducción. Y ahí comenzaron la aventura y el
misterio de los Sonetos que habrían de llamarse «del Amor Oscuro». «El amor que
no tiene nombre», que diría Oscar Wilde, del que hablaron Vicente Aleixandre,
Pablo Neruda o Rafael de León.
Tras la publicación en Francia y en francés, «en
España nadie mostró interés», dice Manuel F. Montesinos, sobrino de García
Lorca. Pero se produjo una revolución en el mundo literario español. ¿Por qué
se publica en Francia una obra de Lorca que en España no se conoce? Esa
pregunta era constante en las tertulias literarias durante aquellos años. Y
también la indignación.
La familia no quería publicarlos, dice el
hispanista Ian Gibson, «no podían soportar que alguien dijera que Lorca era
homosexual». El entonces subdirector de colaboraciones culturales de ABC,
Santiago Castelo, añade que «el calificativo de oscuro era un juego que hablaba
del amor prohibido entre estos amigos, que nadie de la familia García Lorca
quería aceptar».
El catedrático de Literatura Mario Hernández, hoy
considerado el máximo especialista en la obra literaria y gráfica de Lorca,
señala que las razones eran puramente comerciales. «Había mucho trabajo que
hacer, de clasificación, comprensión de aquellos documentos». Lorca había
dejado muy poco publicado. La familia intentaba hacer una edición crítica de
las obras completas. Nada más. «Si Francisco García Lorca pone a disposición de
los lorquistas internacionales todos
los manuscritos de Lorca, incluidos los sonetos, ¿dónde estaba el ánimo de
ocultación?». Desde 1939, los García Lorca se afanaban por recopilar toda la
obra del poeta, de rastrear las ediciones piratas, de las que había muchas y
por todo el mundo.
La copia
del francés
Diciembre de 1983. Daniel Eisenberg es un
hispanista que andaba en aquellos años por España. Desde Nueva York cuenta que
el francés Belamich le facilitó una copia de los sonetos. Y esa es la que llegó
a manos de otro catedrático, Victor Infantes, que preparó la edición
clandestina y la llevó a una imprenta de Illescas. Hizo 250 copias y alguien las
envió en un sobre rojo con matasellos de Granada y fechado el 14 de diciembre
de ese año. Otro catedrático, Pedro Cátedra, que ni afirma ni niega, pudo
participar con otras personas en esta confabulación literaria. Víctor Infantes
y Pedro Cátedra se niegan a hablar del asunto: «No es el momento, se puede
perjudicar a terceros». Pero ni confirman ni desmienten su participación.
Al estilo
de Altolaguirre
Daniel Eisenberg añade que su abogado les
recomendó que no apareciera nombre alguno en la edición no venal. «Así nadie
reclamaría derechos, y nadie se querellaría». Esta edición, con tapas también
rojas y páginas rosas en papel verjurado inglés y tipografía bodoni, era como las que empleaba Manuel
Altolaguirre para publicar las obras de sus amigos poetas en su imprenta de
Málaga. El libro es una edición de bibliófilos y para bibliófilos, lo que va
inscrito en el cuidado tipográfico y en la estricta numeración de ejemplares.
Eso es sagrado para los especialistas en las ediciones numeradas.
«Este libro clandestino tiene una intención
tipográfica selecta —dice Mario Hernández—, la hizo alguien muy culto y sabido.
Esta edición en realidad es un juego literario exquisito».
Ian Gibson fue uno de los elegidos. «A mí me
llegó una copia, sin remitente, anónima. Yo no sabía nada de este asunto, ¡lo
juro! En cuanto a los destinatarios, me gustaría conocer la lista completa. No
la tengo yo. Solo sé que a mí me llegó un ejemplar, así como, me imagino, a
todos los lorquistas más o menos
acreditados y luego a una selección de escritores y a gentes de alguna manera
afines. Mi ejemplar está en mi archivo de Fuente Vaqueros».
El entonces director de la Casa-Museo de
Fuentevaqueros, Juan de Loxa, recibió otra copia. También el poeta y profesor
de Métrica Antonio Carvajal, Félix Grande, Luís Rosales y Vicente Aleixandre.
Isabel García Lorca y Manuel Fernández Montesinos fueron otros destinatarios.
Indignado, F. Montesinos comenta: «La familia lo vivió como una provocación,
como una confabulación de una serie de personas que consiguieron su objetivo:
publicitar la existencia de los sonetos sin esperar a que nosotros los
editáramos».
El libro no da ningún nombre, no aparece Federico
como autor, ni figuran los nombres de Vicente Aleixandre ni de Pablo Neruda,
pero sí unos textos suyos, que todo lorquiano conocía pero que no podía
denunciar. Y al final, una declaración:
“ESTA PRIMERA EDICIÓN DE LOS SONETOS DEL AMOR
OSCURO SE PUBLICA PARA RECORDAR LA PASIÓN DE QUIEN LOS ESCRIBIÓ. GRANADA, EN EL
OTOÑO DE 1983”
Si Eisenberg los copió en Francia, o se los dio a
Belamich, y Víctor Infantes los imprimió en Illescas tras hacer la edición en
Madrid, ¿quién los envió por correo desde Granada? «La ciudad donde nació y
murió Federico es un pretexto simbólico, lo mismo que el otoño. Los dos forman
parte de un juego literario propio de entendidos», asegura Hernández, en su
ensayo Jardín deshecho, dedicado a los sonetos de la edición no venal. Otoño,
la edad madura del poeta... Granada, ¡su ciudad!
La
exclusiva de ABC
Tras la aparición de la edición no venal, la
familia se puso en contacto con otro especialista, hoy fallecido, Miguel García
Posada. «Todo con mucho secreto —recuerda Santiago Castelo—. En ABC no teníamos
ni idea hasta que el director de entonces, Luis María Ansón, dio luz verde a su
publicación. Fue como una bendición apostólica que otorgaba a los sonetos un
periódico de gran prestigio». «Recuerdo perfectamente —dice Manuel Fernández
Montesinos— cuando llegó Ansón a mi casa acompañado por un fotógrafo, como una
tromba. Venía a fotografiar los originales de los sonetos».
Por fin, el sábado 17 de marzo de 1984 el diario
ABC publicaba por primera vez en castellano los 11 sonetos de amor, de los que
todo el mundo literario hablaba y que pocos habían visto. Acompañaban a la
edición artículos de Lázaro Carreter, de García Posada y Montesinos. En las
páginas de huecograbado aparecía una serie de fotografías del poeta.
Fue un acto de justicia poética que provocó un
gran júbilo entre los amantes de la poesía. Se llamaban Sonetos de Amor. El
término oscuro apareció más tarde. El profesor Antonio Carvajal asegura que la
publicación fue un acontecimiento de los más hermosos: «Supuso la liberación
del lenguaje literario». Vicente Aleixandre le había hablado de la existencia
de estos sonetos: «Lorca pensaba hacer un libro, me dijo el premio Nobel».
Durante años se pensó que Aleixandre y Carvajal formaron parte de la
confabulación que obligó a la edición del ABC: «Ojalá, qué envidia me produjo
la edición. Pero yo no fui».
Y no sabemos nada más. Los autores de aquel libro
clandestino aún no se atreven a reivindicar su autoría. Será porque la obra era
ilegal. O porque les gusta el misterio que está lleno de hostilidades y
prejuicios de unos hacia otros. Seguirá siendo un juego exquisito plagado de
claves y secretos. Como decía Lorca en el último terceto del soneto que
encabeza este reportaje:
pero sigue durmiendo, vida mía.
¡Oye mi sangre rota en los violines!
¡mira que nos acechan todavía!
Fuente: ABC, Madrid
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