Retrato de Baldassare Castiglione |
El último Rafael
8-Junio-12
J. Ors- Madrid, larazon.es
El Museo del Prado dedica a
este artista una exposición, comisariada por Paul Joannides y Tom Henry, que la
Reina inaugurará el próximo lunes y que, junto a la del norteamericano Edward
Hopper, que se presentará a inicios de la semana que viene, supondrá el
gran evento cultural del verano.
En esta ocasión, la muestra, llamada «El último Rafael» y patrocinada
por la Fundación Axa, se centra en los años finales de este artista, conocido
como «El divino». Una etapa que abarca los últimos siete años de su vida
–fallecería súbitamente a los 37– y que aprovecha para estudiar la relación que
mantuvo con su taller y, de manera especial, con dos de sus principales
discípulos: Giulio Romano –del que hay una abundante representación de obra de
su propia mano (de hecho, él sería uno de los grandes beneficiarios de su
testamento)– y Gianfrancesco Penni.
A lo largo de la década pasada (en 2004, 2006 y 2009) se habían
montado exposiciones centradas en este mito del Renacimiento –junto a Miguel
Ángel y Leonardo da Vinci forma la terna de grandes creadores–, pero ninguna
había abarcado su periodo final. Una década, llena de grandes pasiones
carnales, aparte de pictóricas, en la que puede apreciarse la evolución de una
trayectoria que comenzó en las estancias del Vaticano.
Su manera de pintar había padecido profundos cambios debido al impacto
que ejercieron sobre él los cuerpos que Miguel Ángel pintó en el techo de la
Capilla Sixtina. Pero su carácter innovador le impidió conformarse y, en esta
época, su obra se aproximaba a límites donde el color, la sombra y el contraluz
dan cuenta de lo que pudo llegar a realizar este artista si hubiera vivido más
tiempo.
«Nunca se ha hecho una exposición igual sobre Rafael. Hemos conseguido
un intercambio irrepetible», recalcó en la presentación Miguel Falomir,
coordinador científico de la exposición. Él mismo resaltó que es un homenaje a
un artista que durante muchos años se ha vinculado a este museo.
«Cuando se inauguró El Prado, la gloria de la pinacoteca era Rafael y
su obra “El Pasmo de Sicilia”. Después era “La rendición de Breda”, de
Velázquez», subrayó. De hecho, Velázquez terminaría desplazando al genio de
Urbino de la Sala XII, la más noble del edificio de Villanueva. «Con el paso de
los años, Rafael fue dejado de lado y condenado al ostracismo por el
abuso que se hizo de él en las academias artísticas», aseguró. La muestra
ilustra también cómo era la relación entre el artista, que empezó trabajando solo,
y su taller. El éxito de Rafael le obligó, para atender todos sus encargos, a
recurrir a ayudantes.
Una relación singular
Entre ellos estaba Giulio Romano, que no era uno más, sino otra personalidad singular, con carácter propio, que crecería bajo la tutela de «El divino». En la exposición se confrontan dos obras similares que permiten apreciar el talento que poseía cada artista: «La Virgen de Munro de Novar» (1517-18), de Giulio Romano, es una copia muy fiel de «La Sagrada Familia con San Juanito» (1516), de Rafael, también conocida como «La virgen de la rosa».
Aunque siguen un patrón y unas directrices similares, hay diferencias
que ayudan a apreciar la concepción que tenían estos pintores. La escena
interior y cerrada de Rafael se convierte en un exterior con un punto de fuga
marcado en el lienzo que ejecuta Romano. No es la única ocasión para
comparar a estos creadores. «La sagrada familia del roble» (1518-20), del
discípulo, y «La Perla» (1519-20), del maestro, también marcan algunos
parecidos y diferenciaciones entre ambos. El recorrido acaba en la copia que El
Prado conserva de «La transfiguración», que tiene el Vaticano. Para esta
ocasión se han exhibido los dibujos que Rafael hizo para la última pieza que
pintó.
El detalle, último gesto de un retratista
genial
La última parte de la exposición está dedicada a los retratos que ejecutó Rafael. Sobresalen en este espacio algunas de sus mejores obras. Entre ellas destacan el de «Baldassare Castiglione» (1519), procedente del Museo del Louvre, y «Bindo Altoviti» (1516-18), que ha prestado la National Gallery or Art de Washington. También hay un magnífico óleo de «Lorenzo de Médicis, duque de Urbino» (1518). En todos ellos consiguió captar el temperamento de los modelos. Pero, entre ellos, hay que prestar atención al «Autorretrato con Giulio Romano». Maestro y discípulo aparecen en esta tela juntos. Rafael con una mano sobre su ayudante en un gesto que simboliza el relevo de su genio y talento.
Seria maravilloso volver a visitar al Museo del Prado, especialmente durante esta magnifica exposición.
ResponderEliminarY después cruzar la calle -si el cansancio lo permite- y visitar la exposición de Hopper que abre mañana en el Thyssen Bornemisza
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