15 de abril de 2012

REFLEXIÓN



Al anochecer de aquel día, 
el día primero de la semana, 
estaban los discípulos en una casa 
con las puertas cerradas, 
por miedo a los judíos. 
Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo:
 - Paz a vosotros.


 San Juan 20, 19…

Dame de tu paz, Señor,
la que nace de un costado
que, traspasado por una lanza,
me enseña que la paz es consecuencia
de una vida entregada, con renuncias,
con valor y con un corazón regalándose.

 Dame de tu paz, Señor,
la paz que, en manos traspasadas por clavos,
me insinúa que la fraternidad
sólo será posible cuando existan brazos abiertos,
ojos que miren con mirada de hermanos,
con pisadas que ayuden e indiquen el camino
a la gente que se encuentra perdida.

No me des la paz que anuncia la televisión.
No me des la paz que se confunde con una tregua.
No me des la paz 
en la que siempre pierden los mismos.
No me des la paz que orquesta el mundo.
Yo, Señor, quiero tu paz:
la paz que respeta a todos,
 la paz que es consecuencia del amor,
la paz que es fuente del calor del corazón,
la paz que es alegría de tu ser resucitado.

Dame de tu paz, Señor,
esa paz que, todavía, muchos no conocen.
Esa paz que algunos no desean 
porque les viene grande.
Esa paz que sólo la puedes ofrecer Tú
desde la cruz y por tu Resurrección.

Dame de tu paz, Señor,
y, si no puedes dármela,
reina en mis entrañas
vive en mi corazón y…
sabré que entonces seré artífice de tu paz.

Javier Leoz,
betania.es

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