24 de mayo de 2011

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Tembló Lorca, no Roma

Alicia Huerta 
El Imparcial, Madrid 

Roma hace días, pero fue sólo de pánico. Los romanos habían decidido, muy a la gallega, que aunque no creyeran en la anunciada predicción de un seísmo apocalíptico capaz de destruir su eterna ciudad, tampoco era el caso de pasar totalmente del asunto. De modo que, por si acaso, las calles de Roma aparecieron ayer desiertas, igual que si se tratara de un caluroso día de “ferragosto”. 

Pocos eran los que querían reconocer abiertamente que su escapada se debía al miedo a que se cumpliera la predicción realizada hace más de medio siglo por Raffaelle Bendandi, científico y astrónomo autodidacta, de que un terremoto destruiría la capital de Italia en esta fecha concreta, pero lo cierto es que muchos funcionarios, se calcula que un 20%, pidieron de repente el miércoles libre, para descansar en mitad de la semana en algún lugar lejano del peligro anunciado. 

Tiendas con el cierre echado, incluidas las de los chinos, esas que normalmente nunca descansan, y citas médicas o reuniones aplazadas, eran la prueba fehaciente de que la alarma que a principios de año comenzó a recorrer las redes sociales, había acabado por calar hondo en el ánimo de los romanos. Y como ocurre siempre con los etéreos avisos y rumores que circulan por Internet, nadie sabe, en realidad, ni cuándo ni porqué empezaron a circular los mensajes que aseguraban que Bendandi, el profeta en cuestión, dejó escrito en las hojas medio quemadas que aparecieron junto a su cadáver, que el 11 de mayo de 2011 Roma sufriría un devastador terremoto que haría desaparecer emblemáticas construcciones romanas como el Coliseo. 

Como el miedo es libre, de nada valieron las opiniones de expertos en sismología, convencidos de que no había que temer terremoto alguno. Y seguro que las películas de desastres “made in Hollywood”, en las que siempre aparece un científico pirado, a quien los políticos y sus propios colegas de profesión no hacen caso hasta que es demasiado tarde, también tuvieron algo que ver en esta fuga “a la romana”. 

Ni siquiera la presidenta de la institución cultural “La Bendandiana”, encargada de estudiar el legado del autor de las predicciones, consiguió frenar el miedo, a pesar de decir una y otra vez que esa fecha no aparecía por ninguna parte en los apuntes del aficionado astrónomo, cuyo método de predicción consistía en el estudio de la alineación de ciertos planetas y la observación de las manchas solares. Y menos, cuando la buena mujer quiso aclarar que la fecha que sí aparecía, en cambio, era la del 11 de marzo de 2011, es decir, la del día del terrorífico terremoto que azotó Japón hace dos meses. 

Lo cierto es que Bendandi no era la primera vez que provocaba el pánico en su país, aunque en esta ocasión lo haya conseguido después de llevar más de treinta años muerto y con una repercusión impensable antes del nacimiento de las redes sociales. Claro, que para lograr que sus profecías asustaran a muchos, al mismo tiempo que provocaban el rechazo de sus colegas científicos, quines le miraban por encima del hombro porque nunca había ido a la universidad ni había presentado significativos estudios, algo de agua debía llevar el río. 

Bendandi, como debía estar un poco harto de que le acusaran de farsante, empezó a escribir sus predicciones en pliegos que depositaba ante notario, donde quedaban custodiados a salvo de trucos o trampas. Después, se limitaba a esperar esa oportunidad que a todos, al final, nos gustaría tener alguna vez de de poder decir eso de “Ya te lo advertí”. Por ejemplo, el 23 de noviembre de 1923 registró ante notario su previsión de que el 2 de enero de 1924 tendría lugar un terremoto en la zona de Le Marche, y el mismo ocurrió, aunque fuera dos días más tarde de la fecha anunciada. La hazaña le valió a Bendandi para ocupar la primera página de Il Corriere della Sera, que le bautizó, además, como “El hombre que predice los terremotos”. No fue el primero en “acertar”, ni tampoco el último. 

Así es que su fama empezó a crecer de forma proporcional al pánico que producían sus predicciones, y hasta se le prohibió, bajo pena de exilio, hacer más anuncios en su país, aunque Bendandi, en plan “y sin embargo se mueve”, continuó haciendo sus anuncios, aunque limitándose a la prensa extranjera. La corteza terrestre de Roma aún continúa intacta y, a falta de saber si Bendandi falló su predicción en un par de días, muchos romanos tendrán que volver sin excusa a sus trabajos. Ya sería mala suerte que, después de haber sido tan precavido como para alejarse del peligro el día 11, te tocará vivirlo, pongamos, el día 13. Y peor suerte aún, que se haya desviado el epicentro, de forma que tu casa siga a salvo en Roma y tú, en cambio, sepultado entre los cascotes de un lejano hotel, por ejemplo, de Lorca. 

Allí, los vecinos, sin la ayuda de predicciones, vivían ayer una tarde como cualquier otra hasta que la tierra empezó a temblar con fuerza. Porque, al final, la suerte es más impredecible incluso que los terremotos. O, ¿quiso Bendandi decir Lorca cuando dijo Roma? ¿Deberíamos ahora prestar más atención a las predicciones del italiano, que contemplan movimientos sísmicos en todo el mundo hasta 2025? 


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