¿PEPSI-OBAMA O CLINTON-COLA?
- Cómo nos ven -
- Anna Grau, ABC Madrid
Atención votante, ¿le apetece una Pepsi-Obama o una Clinton-Cola? Porque de todo tiene el Partido Demócrata en la nevera. Si hace dos años la marca Clinton estaba por los suelos y Obama era la propuesta más refrescante, ahora es al revés: Clinton le saca ocho puntos de popularidad a Obama en las últimas encuestas, los candidatos se lo rifan en sus mítines y ya lleva más de 100 triunfales bolos en campaña.
Hablamos de Bill Clinton, no de Hillary. Es verdad que la actual secretaria de Estado se está labrando un respeto y un prestigio como no había tenido nunca, y está mejor valorada que su jefe, el mismo que en 2008 la desbancó. Está por ver qué pasa en 2012, o quizás en 2016. Pero de momento el Clinton que enamora y arrasa sigue siendo el de toda la vida, el 42 presidente de Estados Unidos, el incombustible Bill.
Animal político
Eterna Ave Fénix que más alto pica cuanto más bajo parecía haber caído, Bill Clinton es la estrella absoluta de esta campaña, un as en la manga de los candidatos que apoya. Atrás quedó el rugido de desaprobación por sus escándalos, por las inevitables traiciones y decepciones y hasta por los duros ataques que en 2008 dirigió al «novato» Obama. Hubo quien por decir esto le consideró elitista y despectivo y hasta quien le pidió que se callara la boca si no quería perjudicar más aún la candidatura de su mujer.
¡Qué diferencia con lo que pasa ahora! Un Bill Clinton corporalmente y políticamente redefinido —ha perdido peso en lo uno y lo ha ganado en lo otro— es todo sonrisas y complicidad con un Obama en apuros. Tan en apuros, subraya, como estaba él ante las elecciones de medio mandato de 1994, cuando los demócratas se enfrentaron a un severo retroceso en las cámaras.
Aquello tuvo muchas explicaciones, no todas halagadoras para el partido en el gobierno. Pero en los mítines, lógicamente, Clinton elige la lectura histórica más favorable, para él y para Obama: que cuando uno llega a la Casa Blanca y se encuentra la economía hecha un cuadro, tiene que tomar algunas decisiones que duelen. Y por desgracia los efectos positivos de la cura de caballo a veces no se notan hasta que electoralmente es demasiado tarde.
Capote con vueltas
«Entre que las cosas se arreglan y que la gente siente que se han arreglado puede pasar un cierto tiempo», alecciona Clinton a los votantes impacientes. Antes podrán olvidarse de la crisis, les promete, si dan cancha a Obama y no a los republicanos. ¿Quién fue el último presidente que dejó un presupuesto saneado?, les pregunta. Una pista: es uno al que le gustan mucho las sandías de Arkansas.
Con todo esto Clinton le lanza sin duda un gran capote a Obama, sin dejar de lanzárselo a sí mismo, a su propia leyenda y al proyecto político familiar. Los observadores suspicaces, apunta «The New York Times», no han dejado de notar que la química entre el presidente y el expresidente es más de partido que personal. Clinton suele despachar más con el vicepresidente Joe Biden. Y a la hora de decidir a qué candidatos honra con su visita suele elegir a aquellos que en 2008 apoyaron a Hillary Clinton frente a Obama. De bien nacidos es ser agradecido. Y previsor.
Ilustración http://es.toonpool.com/cartoons
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