20 de marzo de 2016

El sueño americano en el circo nacional cubano

 El sueño americano
en el circo nacional cubano

Luis Leonel León

El circo cubano está listo para recibir a su nuevo invitado. Sin dudas el más notorio de todos los que hasta hoy han actuado en sus tarimas. El país entero está en función del recibimiento de tan ilustre y simbólico personaje, incluso a los que poco importa, ya sea porque no les gusta el circo o porque han perdido la esperanza o la capacidad de sonreír, no pueden escapar a la parafernalia urdida para los tres días de Barack Obama en la isla. Pocas horas faltan para que el presidente del país más poderoso del mundo aterrice en Cuba, el país con la más antigua dictadura de América. Para muchos será la imagen más cercana del Sueño Americano. Para otros un show que durará unos días para luego volver a la pereza cotidiana.

De más está describir el itinerario de Obama en Cuba. Será una visita dirigida al circo nacional, a cuyas funciones no se puede entrar libremente, ni siquiera se pueden comprar tickets. Todo está absolutamente maquinado y controlado por el régimen, pues es ésa y no otra su naturaleza. La sociedad civil organizada realmente no existe, pues el gobierno la desmontó hace mucho tiempo. Los cubanos, obnubilados por el acontecimiento, lo concientizan menos, e incluso les importa menos, pues para muchos es un show inusual, pero Obama sabe perfectamente que su viaje será así. De todos modos, no podía perderse la oportunidad de ser el primer presidente estadounidense en visitar la isla después de casi 60 años de dictadura. Puede hacer bien o puede hacer mal.

Su tesis es la siguiente: todo este tiempo la política de aislamiento no ha funcionado para democratizar la isla y por ello es hora de cambiar y hacer justamente lo contrario. Obama confía en que el abrazo pondrá fin al absolutismo y a mediano o largo plazo los dictadores se convertirán en demócratas o entregarán sus poderes a quienes el pueblo elija. Un Happy End hecho a mano. Unos creen en esta presunción y otros dudan de ella, pues tal estrategia jamás ha surtido efecto cuando de autocracias se trata.

Obama le hablará en televisión al pueblo de Cuba. La pregunta clave es ¿qué va a decirle Obama a los cubanos de a pie? ¿Lo mismo que los medios de comunicación le han dicho durante más del año que llevan jugando al cambio de relaciones, pero ahora en inglés? ¿Agregará al inicio o al final del discurso, como buen populista, alguna frase esperanzadora aprendida en español para que todos sonrían y regresen un poco más felices a su Cuba, que linda es Cuba, de siempre?

La libertad y los derechos humanos, pese a ser lo primordial, han sido una materia casi ausente en las conversaciones (a puertas cerradas, como le conviene al régimen) entre los gobiernos de Obama y Castro. Aunque la mayoría de los medios de comunicación del mundo presenten las penurias materiales como el mayor problema de los cubanos, esa no es la verdad. El mayor obstáculo para salir de la miseria, del cautiverio y la enajenación, es la falta de libertades. No es posible que una sociedad progrese sin libertades. Y la libertad en Cuba, pese a ser un sexagenario anhelo, es un concepto que poco a poco perdió su significado, y hace ya varias décadas está asociado más al miedo que a la búsqueda de la felicidad.

De ahí que es hacia la búsqueda de la libertad que debería encaminar su discurso Obama. A los cubanos no les interesa que le digan, otra vez, que las relaciones con Estados Unidos son un paso adelante, que no hacemos nada con estar peleados, que así no vamos a ninguna parte y que ahora, siendo amiguitos, se acabarán las presiones. Eso es lo mismo que les dice Castro y no hace falta que Obama viaje a la isla a reafirmarlo.

Los cubanos, señor presidente Obama, no necesitamos otro discurso que no sea el de la libertad, que es de lo que nos han privado los Castro y lo que desean seguir haciendo, pues de lo contrario su régimen no tendría sentido, no existiría. Hábleles a los cubanos de libertad, para que dejen de ser robots y pierdan ese pánico a ser libres que le vienen inoculando desde hace más de medio siglo. El cubano promedio no conoce otro modo de vida que subsistir, entre miedos y prohibiciones, en su ancestral calabozo decorado de país. Y necesita mucho que le hablen de eso.

Pocas veces el Sueño Americano ha actuado en medio del colectivismo. Obama puede hacer mucho por Cuba o disfrutar mucho su viaje. Y aunque “por no dañar las relaciones diplomáticas”, no les diga a los cubanos que él sabe que viven en una dictadura, la realidad es ésa y no otra. Eso sería lo más significativo que haría por Cuba. Más que permitir que los estadounidenses viajen libremente a la isla, que negocien con el gobierno, más importante que transformar o eliminar todas las leyes. Obama bien sabe que la libertad es lo primero. Y si de verdad quiere ayudar a los cubanos, debe aprovechar la única oportunidad que realmente tiene para hacerlo: demostrarles, como el presidente del país más democrático, que no pueden continuar viviendo así. Todo lo demás será un acto de política circense, malabarismo de Estado, marketing internacional.

Mientras esta realidad no sea expuesta con la importancia que tiene, cualquier discurso, incluso del presidente del país más libre del mundo, no será más que una pirueta en el circo nacional del régimen. Y al parecer, ese será el fin del primer acto del Sueño Americano en la isla. Tantos quisiéramos vernos sorprendidos.

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