El sueño
americano
en el
circo nacional cubano
Luis Leonel León
El circo cubano está
listo para recibir a su nuevo invitado. Sin dudas el más notorio de todos los
que hasta hoy han actuado en sus tarimas. El país entero está en función del
recibimiento de tan ilustre y simbólico personaje, incluso a los que poco importa,
ya sea porque no les gusta el circo o porque han perdido la esperanza o la
capacidad de sonreír, no pueden escapar a la parafernalia urdida para los tres
días de Barack Obama en la isla. Pocas horas faltan para que el presidente del
país más poderoso del mundo aterrice en Cuba, el país con la más antigua
dictadura de América. Para muchos será la imagen más cercana del Sueño
Americano. Para otros un show que durará unos días para luego volver a la
pereza cotidiana.
De más está describir
el itinerario de Obama en Cuba. Será una visita dirigida al circo nacional, a
cuyas funciones no se puede entrar libremente, ni siquiera se pueden comprar
tickets. Todo está absolutamente maquinado y controlado por el régimen, pues es
ésa y no otra su naturaleza. La sociedad civil organizada realmente no existe,
pues el gobierno la desmontó hace mucho tiempo. Los cubanos, obnubilados por el
acontecimiento, lo concientizan menos, e incluso les importa menos, pues para
muchos es un show inusual, pero Obama sabe perfectamente que su viaje será así.
De todos modos, no podía perderse la oportunidad de ser el primer presidente
estadounidense en visitar la isla después de casi 60 años de dictadura. Puede
hacer bien o puede hacer mal.
Su
tesis es la siguiente: todo este tiempo la política de aislamiento no ha
funcionado para democratizar la isla y por ello es hora de cambiar y hacer
justamente lo contrario. Obama confía en que el abrazo pondrá fin al
absolutismo y a mediano o largo plazo los dictadores se convertirán en
demócratas o entregarán sus poderes a quienes el pueblo elija. Un Happy End
hecho a mano. Unos creen en esta presunción y otros dudan de ella, pues tal
estrategia jamás ha surtido efecto cuando de autocracias se trata.
Obama le hablará en
televisión al pueblo de Cuba. La pregunta clave es ¿qué va a decirle Obama a
los cubanos de a pie? ¿Lo mismo que los medios de comunicación le han dicho
durante más del año que llevan jugando al cambio de relaciones, pero ahora en
inglés? ¿Agregará al inicio o al final del discurso, como buen populista,
alguna frase esperanzadora aprendida en español para que todos sonrían y
regresen un poco más felices a su Cuba, que linda es Cuba, de siempre?
La libertad y los
derechos humanos, pese a ser lo primordial, han sido una materia casi ausente
en las conversaciones (a puertas cerradas, como le conviene al régimen) entre
los gobiernos de Obama y Castro. Aunque la mayoría de los medios de
comunicación del mundo presenten las penurias materiales como el mayor problema
de los cubanos, esa no es la verdad. El mayor obstáculo para salir de la
miseria, del cautiverio y la enajenación, es la falta de libertades. No es
posible que una sociedad progrese sin libertades. Y la libertad en Cuba, pese a
ser un sexagenario anhelo, es un concepto que poco a poco perdió su
significado, y hace ya varias décadas está asociado más al miedo que a la
búsqueda de la felicidad.
De ahí que es hacia la
búsqueda de la libertad que debería encaminar su discurso Obama. A los cubanos
no les interesa que le digan, otra vez, que las relaciones con Estados Unidos
son un paso adelante, que no hacemos nada con estar peleados, que así no vamos
a ninguna parte y que ahora, siendo amiguitos, se acabarán las presiones. Eso
es lo mismo que les dice Castro y no hace falta que Obama viaje a la isla a
reafirmarlo.
Los cubanos, señor
presidente Obama, no necesitamos otro discurso que no sea el de la libertad,
que es de lo que nos han privado los Castro y lo que desean seguir haciendo,
pues de lo contrario su régimen no tendría sentido, no existiría. Hábleles a
los cubanos de libertad, para que dejen de ser robots y pierdan ese pánico a
ser libres que le vienen inoculando desde hace más de medio siglo. El cubano
promedio no conoce otro modo de vida que subsistir, entre miedos y
prohibiciones, en su ancestral calabozo decorado de país. Y necesita mucho que
le hablen de eso.
Pocas veces el Sueño
Americano ha actuado en medio del colectivismo. Obama puede hacer mucho por
Cuba o disfrutar mucho su viaje. Y aunque “por no dañar las relaciones
diplomáticas”, no les diga a los cubanos que él sabe que viven en una
dictadura, la realidad es ésa y no otra. Eso sería lo más significativo que
haría por Cuba. Más que permitir que los estadounidenses viajen libremente a la
isla, que negocien con el gobierno, más importante que transformar o eliminar
todas las leyes. Obama bien sabe que la libertad es lo primero. Y si de verdad
quiere ayudar a los cubanos, debe aprovechar la única oportunidad que realmente
tiene para hacerlo: demostrarles, como el presidente del país más democrático,
que no pueden continuar viviendo así. Todo lo demás será un acto de política
circense, malabarismo de Estado, marketing internacional.
Mientras esta realidad
no sea expuesta con la importancia que tiene, cualquier discurso, incluso del
presidente del país más libre del mundo, no será más que una pirueta en el
circo nacional del régimen. Y al parecer, ese será el fin del primer acto del
Sueño Americano en la isla. Tantos quisiéramos vernos sorprendidos.
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