¿DÓNDE
TE HAN PUESTO, SEÑOR?
Que
intento llevarte al mundo, y no puedo.
Que
quiero buscarte en la tierra de los vivos
y,
algunos, me dicen que hace tiempo que estás muerto.
¿Por
qué te resistes, Señor?
¿Por
qué no te encuentro allá donde yo quisiera?
¡Respóndeme,
Señor!
Que
yo creía haber dado contigo en el camino fácil
y mi
corazón me dice que es todo lo contrario.
Que
en la calzada polvorienta puedo ver tus huellas.
Que
en la muerte es donde encontraré vida.
Que
en la prueba es donde me haré discípulo tuyo.
¿Dónde han puesto tu Cuerpo, Señor?
Que,
según me dicen,
en
las heridas del mundo es donde sangra tu costado.
Que,
según me cuentan,
es en
el llanto de los más débiles
donde
puedo sentirme acariciado por tu mano.
Que,
según pregonan tus amigos,
es en
la verdad y en la justicia
donde
Tú escribes con letra clara y firme.
¿Dónde, Señor, está tu Cuerpo Vivo y Glorificado?
Que
temo, y muchas veces, mirar hacia otro lado
buscándote
entre los mil maquillajes
que
cubren y disimulan rostros
de
los que prefieren no aparentar como humanos.
Que
temo, y muchas veces,
perderme
en otros amaneceres
que
no son precisamente albas de Pascua ni de Vida,
sino
fuegos simples y artificiales.
Javier Leoz, Betania.es
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