El Entierro de la Sardina, Francisco de Goya
Final del
carnaval:
El entierro de la
sardina
Estos días de Carnaval
en muchas localidades de España y hasta de la América hispana asistimos al
popular ENTIERRO DE LA
SARDINA, una fiesta pagana cuyos orígenes se remontan nada
menos que al siglo XVIII, cuando al rey Carlos III se le ocurrió organizar una
fiesta un Miércoles de Ceniza con el propósito de que el pueblo cumpliera con
el deber de no comer carne durante la Cuaresma.
A la fiesta mandó
llevar sardinas, pero el día fue tan caluroso que todo el producto se perdió,
hasta tal punto que no pudieron degustarse por el olor que desprendían.
Inmediatamente el rey ordenó enterrarlas en la Casa de Campo. Este hecho, lejos
de aguar la fiesta, la animó de tal modo que desde entonces, año tras año, se
celebra esta curiosa procesión.
A partir del Miércoles
de Ceniza, según la tradición cristiana, se inicia la cuaresma (los cuarenta
días de ayuno anteriores a la Pascua), sustituyendo el consumo de carne roja
por pescado y marisco. Pocos años después del fallecimiento de Carlos III, Nicolás
Appert descubriría el sistema de conservación de los alimentos. El rey no
hubiera tenido el problema con la sardina, pero nos hubiéramos perdido una
jubilosa celebración.
Hay también otras explicaciones
sobre esta festiva costumbre que precede al inicio de la cuaresma.
El
historiador Gómez Salazar plantea una explicación que tiene mas que ver
con lo político que con lo religioso. Parece que Grimaldi, el último de
los ministros de Carlos III, apodado como “la sardina” por su delgadez y su
atildada figura luciendo tisú de plata, cuando abandonó España fue
despedido por el pueblo de Madrid con una mascarada en la que el citado hombre
llevaba una sardina.
Otra
versión sobre el origen nos explica que
la costumbre de enterrar la sardina nació hace tres siglos en Madrid durante las fiestas que
se celebraban para anteceder a la Cuaresma. Tal día como hoy se reunía la gente
en el campo y lo que se enterraba, en efecto y como reclama la lógica, no era
un pez, sino un cerdo abierto en canal al que se llamaba “cerdina“. La
tradición se fue extendiendo por otros pueblos y ciudades del país, en forma
oral y, confundiendo los términos, la “cerdina” acabó en sardina, y así, por la
vía de la confusión lingüística, la sardina se ha convertido, sin lugar a
dudas, en la protagonista del final de las fiestas de carnaval.
Cualquiera que fuese el origen, lo cierto es que esta tradición echó raíces. En
1839, Mesonero Romanos describe la fiesta y a las personas que la
celebran con todo tipo de detalles, desde el pelele que previamente había
estado expuesto ante la vista de todo el barrio hasta los coros que acompañaban
y seguían a la extraña procesión.
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