Primera Ballerina Amaya Rodríguez en Giselle Foto: Roberto Koltún, El Nuevo Herald |
Triunfal
Presentación en Miami de
bailarines
cubanos disidentes:
Roger Salas,
El País, Madrid
El pasado sábado 18 de junio el Miami Dade County Auditorium se llenó
casi hasta la bandera. Esa tarde, se abatieron sobre Miami tres tormentas de
esas que el clima subtropical propicia y donde parece que se acaba el mundo en
diez minutos con viento, aparato eléctrico y mucha agua. Después hasta se
atreve a salir el sol otra vez.
Era una función única y ya habitual en la temporada de fin de
primavera del Cuban Classical ballet of
Miami en la ciudad (el festival anual, sin embargo, se desplaza a otros
municipios y hasta los teatros de la playa), dependiente del Miami Hispanic Arts Center, ambos bajo
la dirección artística del cubano Pedro Pablo Peña, su fundador y la persona
que se ha convertido en un emblema en el estado de la Florida y en toda
Norteamérica acogiendo a todos los bailarines que desertan de Cuba, por
cualquier vía.
Esta vez la velada tenía un verdadero formato de gala de ballet
clásico. La prensa internacional se había hecho eco estos días pasados de la deserción y cruce de la frontera mexicana de la primera bailarina del Ballet nacional de Cuba Amaya Rodríguez; casi
contemporáneamente, tres talentosas y muy jóvenes solistas abandonaban una gira
del BNC en Canadá y también cruzaban por su cuenta y riesgo la frontera norte
de los Estados Unidos.
La ley de ajuste cubano, al pisar suelo norteamericano, los protege
inmediatamente. El 2014 se asilaron 8 artistas en una gira a Puerto Rico y el
goteo de deserciones de artistas cubanos de la danza en 2015 y 2016 sumaron
hasta los 84 elementos. “Esto no se puede pasar por alto”, comenta a este
diario Peña, “aunque se hable en la alta política de embajadas, viajes
protocolares y mejoras económicas. Nada de eso llega hasta hoy al pueblo llano.
Los bailarines, como todo el pueblo cubano, carecen de libertad, medios de vida
y posibilidades de desarrollarse”.
La gala de ballet culminó con el segundo acto de Giselle
bailado por Amaya Rodríguez y por Arionel Vargas, también cubano y ex primer
bailarín del English National Ballet que sustituyó a Carlos Guerra, figura
principal del Miami City Ballet que en su día también llegó a los Estados
Unidos cruzando la frontera mexicana. Guerra se lesionó gravemente en el hombro
durante el ensayo general apenas 12 horas antes de la función. El público acabó
ovacionándolos en pie. Vargas, que debía bailar otras piezas en la función, y
que nunca había bailado con Amaya Rodríguez, asumió el reto y la función se
pudo hacer.
El rol de Hilarión lo asumió otro cubano escapado en 2014 y que ahora
hace una carrera brillante en el Washington Ballet: Jorge Oscar Sánchez, un
nombre a retener y una carrera que debe ser seguida con atención. En la velada
también bailaron las solistas Masiel Alonso y Mayrel Martínez, dos de las
artistas que habían cruzado hace apenas semanas por Canadá, acompañadas en pas
de trois de El lago de los cisnes por Ignacio Galíndez (de los
quedados en 2014), un joven con mucho que decir, una figura perfecta de
danzarín noble en sus proporciones y una elegancia natural que lo precede al
salir al escenario y que es su principal baza junto al virtuosismo a que nos
tienen acostumbrado los jóvenes bailarines cubanos de hoy.
Hay que destacar a Marizel Fumero (que en 2012 fue invitada a Londres
y después optó por aceptar pasar a las filas del Milwaukee Ballet para así no
volver a Cuba), artista delicada y de técnica segura que hizo el pas de deux
de Romeo y Julieta con Vargas y asumió el papel de Reina de las Willis
en Giselle donde se mostró con autoridad, salto poderoso y buena presencia.
Peña armó un programa exigente y complejo, resaltando la importancia
de los maestros rusos en la escuela cubana (como Azari Plisetski) junto a loa
égida didáctica que tuvo el puertorriqueño José Parés y sobre todo, el gran
maestro Fernando Alonso. “Los jóvenes deben saber, se les debe explicar de
dónde han salido, qué se les ha enseñado y por qué son capaces de arrancar
aplausos y entusiasmo en todas partes. No es un milagro sobrenatural, es la
unión del talento y del trabajo, en este caso, del arrojo y la decisión de
empezar de nuevo mientras se está a tiempo”.
Algunos de los artistas del Cuban
Classical Ballet of Miami estarán presentes el 20 de agosto en el importante
Festival de Ravello (Italia) en una función sin precedentes que reunirá por
primera vez tras el deshielo de las relaciones cubano-norteamericanas a
bailarines criollos de dentro y de fuera de la isla.
Enviado por Leonor Agüero
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