24 de febrero de 2016

El Grito de Baire

EL GRITO DE BAIRE
 Por Rafael Barreto

 El corazón patriótico cubano se debatía en cruentos esfuerzos y forcejeos por alcanzar la libertad tan ansiada y necesaria para la patria cubana. Y nuestro glorioso mambí, a pie y descalzo, oyendo una engañosa propuesta conoció el Pacto del Zanjón. Unos lo rechazaron, otros lo aceptaron con sentimiento y a otros no les quedó más remedio que aceptarlo y así fue como los héroes del ´68 se vieron esparcidos por el mundo entero. 

 El Pacto del Zanjón le dió al nervio combatiente un reposo o un receso de 10 años que fue motivo para que los españoles se hicieran a la idea de que ya la lucha para los cubanos estaba terminada. Lo que ignoraban las huestes hispanas era que aquel muchacho que cuando el glorioso "Grito de Yara" contaba apenas 15 años, aquel que nació en la calle de Paula, aquel que arrastró cadenas y grilletes por defender los ideales de la gloriosa casta del '68, aquel que había sufrido prisiones y destierro, el de los versos sencillos, el que había visto al águila herida subir al azul del cielo, el mismo que cultivó una rosa blanca en julio como en enero, el de la pluma invencible, el del verbo sereno y poderoso, el que por gigantesco a pesar de su pequeña estatura no cupo en el espacio de los héroes y le hicieron lugar con los apóstoles, el que nunca, desde que abrió los ojos al entendimiento no vivió un segundo que no fuese dedicado a Cuba, su patria querida, era el mísmo que le había dado forma en su mente de civil a un nuevo proceso militar, la guerra necesaria para obtener al fin la emancipación.

Aquel que cuidaba del guerrero con ternura de padre abnegado, el mismo que desde tierras lejanas dirigía con amor los pasos del combatiente isleño, el mismo que castigó a la traición con dureza pero sin odios, el que tocó puertos y atravesó montañas uniendo a valientes, el fundador del Partido Revolucionario Cubano en el exilio, del que pudo ser presidente y humildemente aceptó solamente el cargo de delegado, el que con su carisma puso a todos los grandes cubanos a pensar hacia el mísmo rumbo, el que redactó el Manifiesto de Montecristi con el concurso del Generalísimo Máximo Gómez y el apoyo del Comandante Collazo, José Maria Rodriguez y otros. 

El mísmo José Martí que alertó al oido de los héroes de ayer con la mísma voz que a los pinos nuevos, el 24 de Febrero de 1895, después de haber hecho llegar un cubanísimo puro a las patrióticas manos de su corresponsal, amigo y compatriota Juan Gualberto Gómez para que sacara del interior del aromático tabaco la histórica y gloriosa orden del alzamiento en la señalada fecha al grito de ¡Cuba Libre!, partió para la guerra con Bartolomé Masó, Guillermo Moncada, Rafael Portuondo Tamayo, Quintín Bandera, Victoriano Garzón y otros tantos que no me alcanza el espacio.
 
Mientras en Baire, Mariano y Saturnino Lora lanzaban el grito de rebeldía y así se ponía en marcha la obra del más grande de todos los cubanos. Ya podía morir como le había dicho a Nicolás Heredia y a Rubén Dario. Queria morir pronto a la vida física para vivir siempre en la vida histórica.
Reproducido de
http://www.amigospais-guaracabuya.org

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