El retrato de Santa Teresa
Por Javier de la Cruz.
Fray Juan de la Miseria, que
alguna noción de pintura tenía, y por mandato del P. Jerónimo Gracián, pintó el
rostro de la Madre Teresa en los últimos días, principio de junio de 1576, de
la estancia de ésta en el convento de San José de Sevilla. La madre Teresa,
cuando le conoció junto con Ambrosio Mariano en casa de doña Luisa de la Cerda,
le retrató al describírnoslo como «gran siervo de Dios y muy simple en las
cosas del mundo».
En el cuadro de fray Juan,
realizado al óleo sobre lienzo con unas dimensiones de 82 por 78 centímetros,
más allá de que fray Juan de la Miseria no fuera un gran artista, y a pesar de
las imperfecciones técnicas que evidentemente tiene la pintura, nos encontramos
con un documento histórico de primer orden, el rostro de la madre Teresa que
vienen a coincidir con las descripciones que de Santa Teresa, nos dejase María
de San José, quien afirma «era en todo perfecta, como se ve por un retrato que
del natural sacó fray Juan de la Miseria, un religioso nuestro santo».
El Padre Gracián nos cuenta
la trama del cuadro: «Este retrato mandé yo hacer por mortificar a la Madre,
porque ella me pedía con gran instancia que la mortificase; mas no me atreví á
tanto que por aquella curiosa mortificación consintiese entrar seglar dentro
del monasterio, sólo á fr. Juan de la Miseria que entraba á pintar allá dentro
otras cosas…Un día le mandé que la retratase, y a ella que estuviese queda y se
dejase retratar. Esto sintió ella mucho porque era muy humilde; y no sintió
tanto la descomodidad y grosería con que fr. Juan la retrataba, que la hacía
estar sin menearse la cabeza ni alzar los ojos mucho tiempo, cuanto que hubiese
de quedar memoria y figura de ella en el mundo; y al cabo la retrató mal;
porque, aunque era pintor, no era muy primo y así solía decir la Madre Teresa
con mucha gracia: «Dios te lo perdone, fr. Juan, que ya que me pintaste, me has
pintado fea y legañosa».
Fray Juan de la Miseria, que
no tenía una gran imaginación, y tal vez en este caso fuera lo mejor, copió
directamente del natural, sin artificios, el rostro de la Madre Teresa. Las
manos fueron pintadas después, y para que resaltasen las hizo en color oscuro
sobre el hábito, y claro sobre la capa. También son añadidos posteriores las
inscripciones situadas en el lado derecho de la imagen, donde va el nombre y se
anota la edad de la Madre y la fecha de ejecución del rostro: “DIE SECVNDO ME /
SIS IVNII”, así como el nombre del autor: “ESTE RETRATO FUE SA / CADO DE LA
MADRE / TERESA DE JHESUS / FUNDADORA DE LAS DES / CALZAS CARMELITAS / PINCTOLO
FRAI JUAN / DE LA MISERIA RELI / GlOSO DE LA DICHA ORDEN”.
Una vez beatificada la Madre
Teresa, 1614, se añadió la paloma, símbolo del Espíritu Santo, y la filacteria
que sale de su boca, con la leyenda: “MISERICORDIAS DOMINI IN ETERNVM CANTABO”.
Han sido numerosas las
copias y las imitaciones del cuadro de fray Juan, hasta el punto de convertirse
en norma para los pintores y grabadores que intentaron plasmar los rasgos
físicos de Santa Teresa.
El lienzo de fray Juan
sirvió de base para el grabado que acompaña la primera edición de la las obras
de San Teresa llevada a cabo por fray Luis de León en Salamanca en 1588, bajo
el título de los libros de la madre Teresa, así lo reconoce la
inscripción que va al pie del grabado: “Este retrato fue sacado de la Madre
Teresa de Jhesus, fundadora de las descalzas carmelitas, pintolo frai Juan de
la Miseria religioso de la dicha Orden”.
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