Entre El Herald y El Granma
Wendy Guerra
Como trabados en un elevador, asfixiados en el entresuelo de las
noticias, como quien trata de descubrir dónde están las omisiones de una
información, dónde el lejano entendimiento de un fenómeno o la ausencia de
vínculo al no pisar el terreno real a causa de la cortina de hierro que nos aísla,
como quien camina a tientas tratando de apartar la subjetividad para intentar
saber qué ocurre de lado a lado, así hemos vivido todos estos años.
Por un lado desde Cuba:
Una sola opinión sobre las cosas, palabra oficial, modo gubernamental
de marchar sobre los acontecimientos. Militarización de un documento que en
décadas nos va a narrar, describir, asentar de un modo ajeno, con esa condición
esquemática que no dirá absolutamente nada de lo que en realidad estamos
sintiendo. Abres el periódico 'Granma' en la mañana y sientes que poco
de lo que lees se relaciona contigo, con tus verdaderos problemas y que tu
cotidianidad no es importante para la versión oficial. Sobrecumplimientos y
galardones, triunfalismos, metas, como si los que redactaran las noticias
no padecieran la verdadera vida que ahora ficcionan por acuerdo gubernamental.
Así es de lejano el pas de deux entre mi país y el modo de
narrarme internamente. Abres el 'Granma' en la mañana (órgano Oficial del
Comité Central del Partido Comunista de Cuba) y solo puedes confiar en la
legitimidad de la fecha, y a veces, solo a veces en los partes meteorológicos,
tal vez en alguna que otra carta a la redacción que se deja pasar la queja como
válvula de escape. Abres el 'Granma' y te preguntas cuál es el país para el
que se imprimen estas noticias, de quién hablan, de que hablan y
dónde estás tú aquí... El enfoque desde Cuba, total y absoluto, de todo lo que
ocurre en Miami es negativo, mediocre, estamos completamente
incomunicados..."el diario no hablaba de ti, ni de mi".
El Nuevo Herald:
Leo las noticias de Miami y los titulares internacionales. Ya lo sé,
en todas partes hay censura, en todas partes hay un tono y una marca, un
límite, una línea a seguir en el corte editorial, pero al leerlo, siento que
aquí cada periodista tiene derecho a escribir con autonomía sobre
tópicos sagrados o frugales, tiene derecho a intervenir con identidad lo que
escribe. Se puede leer arriba o debajo del iceberg la voluntad de quien decide
tocar libremente el tópico con sus manos, aunque trabaje para un medio que
responde a determinados intereses.
Hay periodistas claramente de izquierda y los hay claramente de
derecha, esto se nota abiertamente. Pero cuando leo un editorial sobre Cuba
algo que me falta es el contacto con lo que pasa más allá de la noticia. El
sedimento de un país que se expresa más allá de lo que le es impuesto a
regañadientes, más allá, incluso, de nuestras decisiones de quedarnos o abandonarnos.
No todo el mundo acata, no todo el mundo recibe del mismo modo la orden o el
castigo. No todo el mundo acepta, traga y asume. En especial, las
narraciones en plural se encuentran despojadas de autenticidad.
Faltaría el contacto con la gente, ese que por el momento se hace
imposible al no ser autorizados corresponsales o enviados especiales que puedan
ir conviviendo entre nosotros, caminando por las calles, sintiendo que más allá
de un acuerdo entre gobiernos, más allá de una ley o un convenio entre presidentes
existe una reacción humana que falta en los editoriales y hasta en la
simple narración de un texto informativo.
Muchas veces se juzga por lo que está correcto decir o lo que debería
ser u ocurrir desde la perspectiva occidental o cívica, pero nunca por lo
que realmente pasa en un país que, desde hace décadas, ha dejado de ser
coherente, común o simplemente un país guiado con estos códices. La lectura con
Cuba debe ser referida desde el terreno político y, debajo de la política hay
motivos del ser humano que compulsan muchas resoluciones, igualmente políticas
que cambian el panorama social y su curso histórico. ¿Hasta cuándo se
ignorará este síntoma?
Otras publicaciones internacionales hablan de un territorio que
desconozco aun viviéndolo, amándolo y padeciéndolo. Lo que ocurre en Cuba es
tan cerrado que, tal como ocurre en ciertas zonas de Asia o ciertas zonas del
mundo árabe, se necesitan analistas de rigor para llegar al fondo de las cosas.
El trayecto que dibuja la ida y vuelta de la información encarna
distanciamiento, y siendo Cuba un país recluido por seis décadas, se pierde el
latido, la traducción, la transparencia o certeza de lo que estallará o de lo
que se mantendrá inmóvil, amordazado o a punto de saltar al vacío en los
próximos meses. Analizar Cuba es un trabajo de mucho cuidado.
Estamos pues, atrapados en el entresuelo de la comunicación y leernos
legítimamente se hace casi imposible. No se trata de lo que queremos que pase,
no se trata de lo que estamos acostumbrados a ver pasar, se trata de lo que
está pasando y no es obvio.
¿Seguiremos narrando en abstracto o podremos entender que las cosas
toman un curso distinto al esperado?
El 17 de junio del 2015 se cumplirán seis meses de los discursos de Obama y Raúl al
pueblo de Cuba, los periódicos del mundo hablan sobre las reacciones de ambas
cúpulas y del modo en el que se conducen las delegaciones sobre el camino de
las negociación. De lo que muy poco se ha hablado aquí es de que en estos seis
meses ha cambiado sustancialmente el ánimo y el carácter de los ciudadanos.
De este cambio radical saltará el verdadero desenlace del destino de
Cuba.
Ojalá el 'Granma' nos deje explicar por qué, ojalá puedan designar una
oficina de 'El Nuevo Herald' para que se entienda cómo el pueblo se expresa en
las calles, cómo se discute y se pelea a propósito del tópico.
Seis meses más tarde se siente como si un disparo hubiese sonado
en el aire, dispersando opiniones y voluntades, como si y ya no existiera
posibilidad de volver atrás.
Nosotros estamos atrapados en el entresuelo de las noticas que
provocamos y de las que somos protagonistas. ¿Alguien escucha? ¿Alguien
comprende lo que pasa?
De su blog “Habáname”
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