23 de mayo de 2015

Entre El Herald y El Granma


Entre El Herald y El Granma

Wendy Guerra

Como trabados en un elevador, asfixiados en el entresuelo de las noticias, como quien trata de descubrir dónde están las omisiones de una información, dónde el lejano entendimiento de un fenómeno o la ausencia de vínculo al no pisar el terreno real a causa de la cortina de hierro que nos aísla, como quien camina a tientas tratando de apartar la subjetividad para intentar saber qué ocurre de lado a lado, así hemos vivido todos estos años.

Por un lado desde Cuba:

Una sola opinión sobre las cosas, palabra oficial, modo gubernamental de marchar sobre los acontecimientos. Militarización de un documento que en décadas nos va a narrar, describir, asentar de un modo ajeno, con esa condición esquemática que no dirá absolutamente nada de lo que en realidad estamos sintiendo. Abres el periódico 'Granma' en la mañana y sientes que poco de lo que lees se relaciona contigo, con tus verdaderos problemas y que tu cotidianidad no es importante para la versión oficial. Sobrecumplimientos y  galardones, triunfalismos, metas, como si los que redactaran las noticias no padecieran la verdadera vida que ahora ficcionan por acuerdo gubernamental.

Así es de lejano el pas de deux entre mi país y el modo de narrarme internamente. Abres el 'Granma' en la mañana (órgano Oficial del Comité Central del Partido Comunista de Cuba) y solo puedes confiar en la legitimidad de la fecha, y a veces, solo a veces en los partes meteorológicos, tal vez en alguna que otra carta a la redacción que se deja pasar la queja como válvula de escape. Abres el 'Granma' y te preguntas cuál es el país para el que se imprimen estas noticias, de quién hablan, de  que hablan y dónde estás tú aquí... El enfoque desde Cuba, total y absoluto, de todo lo que ocurre en Miami es negativo, mediocre, estamos completamente incomunicados..."el diario no hablaba de ti, ni de mi".

El Nuevo Herald:

Leo las noticias de Miami y los titulares internacionales. Ya lo sé, en todas partes hay censura, en todas partes hay un tono y una marca, un límite, una línea a seguir en el corte editorial, pero al leerlo, siento que aquí cada periodista tiene derecho a escribir con autonomía sobre tópicos sagrados o frugales, tiene derecho a intervenir con identidad lo que escribe. Se puede leer arriba o debajo del iceberg la voluntad de quien decide tocar libremente el tópico con sus manos, aunque trabaje para un medio que responde a determinados intereses.

Hay periodistas claramente de izquierda y los hay claramente de derecha, esto se nota abiertamente. Pero cuando leo un editorial sobre Cuba algo que me falta es el contacto con lo que pasa más allá de la noticia. El sedimento de un país que se expresa más allá de lo que le es impuesto a regañadientes, más allá, incluso, de nuestras decisiones de quedarnos o abandonarnos. No todo el mundo acata, no todo el mundo recibe del mismo modo la orden o el castigo. No todo el mundo acepta, traga y asume. En especial, las narraciones en plural se encuentran despojadas de autenticidad.

Faltaría el contacto con la gente, ese que por el momento se hace imposible al no ser autorizados corresponsales o enviados especiales que puedan ir conviviendo entre nosotros, caminando por las calles, sintiendo que más allá de un acuerdo entre gobiernos, más allá de una ley o un convenio entre presidentes existe una reacción humana que falta en los editoriales y hasta en la simple narración de un texto informativo.

Muchas veces se juzga por lo que está correcto decir o lo que debería ser u ocurrir desde la perspectiva occidental o cívica,  pero nunca por lo que  realmente pasa en un país que, desde hace décadas, ha dejado de ser coherente, común o simplemente un país guiado con estos códices. La lectura con Cuba debe ser referida desde el terreno político y, debajo de la política hay motivos del ser humano que compulsan muchas resoluciones, igualmente políticas que cambian el panorama social y su curso histórico. ¿Hasta cuándo se ignorará este síntoma?

Otras publicaciones internacionales hablan de un territorio que desconozco aun viviéndolo, amándolo y padeciéndolo. Lo que ocurre en Cuba es tan cerrado que, tal como ocurre en ciertas zonas de Asia o ciertas zonas del mundo árabe, se necesitan analistas de rigor para llegar al fondo de las cosas. El trayecto que dibuja la ida y vuelta de la información encarna distanciamiento, y siendo Cuba un país recluido por seis décadas, se pierde el latido, la traducción, la transparencia o certeza de lo que estallará o de lo que se mantendrá inmóvil, amordazado o a punto de saltar al vacío en los próximos meses.  Analizar Cuba es un trabajo de mucho cuidado.

Estamos pues, atrapados en el entresuelo de la comunicación y leernos legítimamente se hace casi imposible. No se trata de lo que queremos que pase, no se trata de lo que estamos acostumbrados a ver pasar, se trata de lo que está pasando y no es obvio.

¿Seguiremos narrando en abstracto o podremos entender que las cosas toman un curso distinto al esperado?

El 17 de junio del 2015 se cumplirán seis meses de los discursos de Obama y Raúl al pueblo de Cuba, los periódicos del mundo hablan sobre las reacciones de ambas cúpulas y del modo en el que se conducen las delegaciones sobre el camino de las negociación. De lo que muy poco se ha hablado aquí es de que en estos seis meses ha cambiado sustancialmente el ánimo y el carácter de los ciudadanos.  De este cambio radical saltará el verdadero desenlace del destino de Cuba.

Ojalá el 'Granma' nos deje explicar por qué, ojalá puedan designar una oficina de 'El Nuevo Herald' para que se entienda cómo el pueblo se expresa en las calles, cómo se discute y se pelea a propósito del tópico.

Seis meses más tarde se siente como si  un disparo hubiese sonado en el aire, dispersando opiniones y voluntades, como si y ya no existiera posibilidad de volver atrás.

Nosotros estamos atrapados en el entresuelo de las noticas que provocamos y de las que somos protagonistas. ¿Alguien escucha? ¿Alguien comprende lo que pasa?

De su blog “Habáname”

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