¿Quién
solicita entrar?
(Cripta Imperial de los Capuchinos, Viena
(Cripta Imperial de los Capuchinos, Viena
Ayer
leí en el ABC de Madrid un interesante artículo sobre el ritual de
enterramiento que, a través de los siglos, se ha seguido con los restos
mortales de los emperadores de la Casa de los Habsburgo, dinastía del Imperio Austro-Húngaro
hasta la implantación de la república al final de la Primera Guerra Mundial.
Alucinante
y macabra tradición. Mas como el artículo no explica cuál es el origen de la
misma, decidí investigar por mi cuenta en lo que los internautas tenemos a
mano: el buscador de Google. No encontré la tal razón, pero si una magnífica
crónica sobre el lugar que alberga los féretros de todos esos emperadores y
descendientes: la Cripta Imperial de los Capuchinos, en Viena. Esta crónica ha
sido escrita por una magnífica escritora que publica muy buenas historias de
humor negro en su blog “¡La muerte os sienta tan bien!” y que las firma con un
seudónimo: Calamidad.
Me
atrevo a reproducirla parcialmente e invitar a los lectores de estas Palmas
Amigas a que visiten el blog de Calamidad, para que puedan disfrutar de la
historia completa y de sus magníficas fotos de los impresionantes sepulcros que
encierra la vienesa Cripta Imperial de los Capuchinos.
Antes
de que el Convento de los Capuchinos fuera erigido para albergar en sus
entrañas la Cripta Imperial de la Casa Habsburgo (siglos más tarde
Habsburgo-Lorena), los emperadores y emperatrices austro-húngaros eran
inhumados en diferentes lugares según sus preferencias. Fue el emperador
Fernando III (que gobernó de 1637 a 1657) el que institucionalizó la cripta
capuchina como hereditaria de la Casa Habsburgo. […..]
Las
últimas obras que han acontecido en la Cripta de los Capuchinos vienesa se
remontan a la cercana fecha de 2004 año en el que se instalaron el aire
acondicionado y se abrió un nuevo y definitivo paso a la derecha de la iglesia.
Pero de 1787 a esta última reforma en el presente siglo la cripta fue ampliada
cuatro veces más con las criptas de Francisco, de Fernando o Toscana (ni una
foto tengo de esta, ¿por qué? pues no les sabría explicar con exactitud porque
es divina, pero...), de Francisco José y la Nueva Cripta.
En
total, contando los dos recientes enterramientos de Otto de Habsburgo-Lorena [último
emperador de la casa de los Habsburgo] y
su mujer Regina de Sajonia-Meiningen, son 148 personas las que allí
reposan: 12 emperadores, 17 emperatrices, 116 archiduques y archiduquesas.
Solamente una persona ajena al linaje de los Habsburgo, la condesa Carolina von
Fusch-Mollardt, preceptora y dama de honor de la emperatriz María Teresa,
también preceptora de muchos de sus hijos, fue inhumada al lado de ella por
expreso deseo de la misma emperatriz. […]
Pero, si la historia de las
monarquías les aburre soberanamente con tantos hijos de padres, madres,
abuelos, tíos, tías y sobrinas, empecemos con el rito funerario de la Cripta de los Capuchinos, porque ríanse
ustedes de los faraones del Antiguo Egipto...
Por
lo pronto les diré que únicamente dos de los enterrados están completos y sin
embalsamar, ambos en la Nueva Cripta: Carlos de Lorena, obispo de Osnabrück, y
Enriqueta de Nassau-Wielburg, la mujer del archiduque Carlos y única
protestante del lugar.
Una
vez fallecida la persona se procede al ceremonial de embalsamamiento en el cual
se extraen los intestinos, el cerebro y los ojos que van a parar a una urna de
cobre que se depositará en la Cripta de los Duques de la Catedral de San
Esteban en Viena. El corazón, protegido en una urna de plata,
suele ir a parar a la Cripta de los
Corazones de los Habsburgo de San Agustín, también en Viena,
aunque cierto es que el corazón puede ser depositado en el lugar que el finado
haya expresado en vida.
El
muerto (o lo que queda de él) reposará en un ataúd de madera decorado con
terciopelo y detalles metálicos en función de su categoría monárquica. Los
féretros de los monarcas y sus cónyuges son cubiertos con terciopelo negro y
decorados con detalles en oro. Los archiduques y archiduquesas con terciopelo
rojo y plata. Estas urnas, por decirlo de alguna manera, básicas, son
introducidas en un elaborado sarcófago que se ha ido diseñando en vida del
fallecido normalmente.
El sepulcro de la popular emperatriz Elizabeth (Sisi) |
Todos
los sarcófagos tienen dos llaves. Una queda en posesión de los padres
capuchinos y la otra quedaría en posesión de la familia real, pero ahora mismo
se pueden ver todas las llaves de los ataúdes expuestas en la Capilla del
Tesoro del palacio de Hofburg.
El
cortejo funerario puede comenzar o bien en la capilla del Hofburg o bien en la
catedral de San Esteban y se dirigirá siempre hacia las puertas del Convento de
los Capuchinos. Es en las puertas de la iglesia donde el custodio del panteón
imperial junto a los padres capuchinos y otros miembros espirituales esperan la
procesión, que dejarán entrar en la iglesia decorada para la ocasión con los
escudos de armas de la persona dispuesto sobre negro.
Antes
del funeral propiamente dicho, mientras el ataúd está situado en un pedestal en
el centro de la iglesia, el cuerpo se lleva a la luz para que los que le velan
se cercioren que es de quien habla el maestro de ceremonias, vamos, como una
especie de identificación del cadáver.
Unas
semanas después el féretro de madera se sitúa dentro del sarcófago metálico en
absoluto silencio y entonces se procede a la bajada a la cripta que también
tiene su protocolo. Al llegar a la puerta de bajada de la cripta el maestro de
ceremonias, normalmente el gran chambelán del monarca, la golpea con una
especie de bastón. El custodio de la puerta pregunta "¿Quién solicita
entrar?" Es entonces cuando el maestro de ceremonias responde con el
nombre del fallecido seguido de absolutamente todos los títulos -grandes y
pequeños- del muerto. La puerta permanece cerrada y el custodio contesta "No
le conocemos".
En
este momento el maestro de ceremonias golpea una segunda vez y contesta a la
pregunta del guardián de la puerta "¿Quién solicita entrar?"
con el nombre del finado y los títulos nobiliarios más importantes únicamente.
Obtendrá la misma respuesta: "no le conocemos".
Solo
después de que el maestro de ceremonias responda a la tercera idéntica pregunta
del custodio con el nombre del fallecido, sin apellidos ni títulos al que
añadirá la coletilla "Un pobre pecador", la puerta se abrirá y
continuará el cortejo fúnebre hasta el lugar de reposo eterno.
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