Perdieron Obama y el New York Times
Ramón Pérez-Maura
abc.es
Está visto que la demoscópica es una ciencia muy
inexacta. Incluso en un país como Israel, con sólo ocho millones de habitantes.
Especialmente cuando se da un uso torticero al dinero. Las izquierdas
norteamericana e israelí han financiado generosamente una campaña en la que se
ha intentado deslegitimar a la derecha israelí y en la que se ha manipulado
sondeos creando la sensación de inevitabilidad sobre una victoria en la que no
creían los propios votantes.
Por supuesto que Netanyahu es un gran animal
político, con una infinita habilidad a la hora de hacer campaña electoral, pero
ni eso se le ha reconocido en estas semanas. Hemos visto al New York Times
anunciando con delectación la caída del primer ministro israelí y encumbrando
al opositor Isaac Herzog al que llegaron a calificar de “príncipe” por las
conexiones de su familia con la política israelí a lo largo de décadas. ¡Ya se
sabe que cuando un candidato de izquierda tiene esas conexiones se le presenta
como “bien relacionado”! ahora incluso como “príncipe”. Cuando le ocurre eso
mismo a un candidato de derecha se describe la circunstancia como “caso de
endogamia”.
Pero, por encima de todos, el gran derrotado
ayer fue Barack Obama. Echó un pulso a Benjamín Netanyahu y perdió
estrepitosamente. Obama ha permitido a Netanyahu hacer bandera del hecho de que
en el Despacho Oval se deseaba su derrota. Y al haber reforzado eso a Netanyahu
se demuestra la profundidad del divorcio que ha provocado Obama con el mejor
aliado de Occidente en Oriente Medio.
En circunstancias normales, un gran líder
reconocería su error y empezaría a trabajar desde el primer minuto por
restablecer los puentes que él dinamitó. Pero ese no es Obama. Ni por salvar la
relación con nuestro único aliado fiable en todo Oriente Medio. Obama, el
estadista.
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