El Baldaquino
de la Basílica de San Pedro en Roma
Un baldaquín (o baldaquino empleando un vocablo italianizante) es un templete soportado por columnas
que se solía situar cubriendo el altar mayor en las iglesias del
Medioevo. El colosal elemento diseñado y ejecutado por Bernini, combina
elementos escultóricos y arquitectónicos y alberga bajo su dosel al altar mayor
de la basílica, que a su vez se sitúa sobre la cripta en que se halla la tumba del
apóstol San Pedro. Etimológicamente el nombre proviene de Baldac, nombre dado en la
Edad Media a Bagdad, de donde venía una tela así llamada.
Ya antes del papado de Urbano VIII, que sería quien concluyera la obra de la basílica, se venían
utilizando en su interior baldaquinos temporales durante la cuaresma y otras celebraciones eclesiásticas. En aquellos años la mayoría de las basílicas
más importantes de Roma contaban con baldaquinos permanentes. Se trataba de un
concepto que venía manteniéndose desde el habitual dosel de los antiguos
catafalcos y en los palios con los que se exaltaba a los papas.
El Baldaquino de la Basílica de San Pedro es obra del escultor y
arquitecto italiano Gian Lorenzo Bernini. Se trata de un ciborio o baldaquino
monumental, formado por cuatro columnas culminadas en dosel, forjado en bronce macizo,
negro y sobredorado, de estilo barroco.
En realidad la
Antigua Basílica de San Pedro había tenido doce columnas
salomónicas formando una pantalla ante al altar. Las había traído de Grecia el
emperador Constantino I en el siglo II. En la Edad Media se
afirmaba que procedían del templo de Salomón, de allí el nombre de “salomónicas”.
Lo que es seguro es que son de mármol negro griego. Ocho de esas columnas se conservan en
el interior de la basílica, cerca del baldaquino.
Al poco de
alcanzar el papado Urbano VIII (1623-1644) encargó al que sería su artista
preferido y protegido, Gian Lorenzo Bernini (1598-1680) la realización de un
gran mueble litúrgico sobre el lugar donde se halla la tumba de San Pedro,
centro espiritual de la basílica vaticana, bajo la gran cúpula que había
erigido Miguel Ángel.
Bernini recibió
este importante encargo cuando solo tenía 25 años. A lo largo de su carrera sus
obras siempre tuvieron una gran carga escenográfica, circunstancia que
probablemente fue muy tenida en cuenta por Urbano VIII.
El trabajo
comenzó en 1623 y
terminó en 1634 y tiene la función de resaltar y enmarcar la presencia del
altar papal que de otro modo podría resultar insignificante, desangelado, en la
inmensidad del templo. Por otro lado, recupera la tradición paleocristiana de situar los altares sobre las tumbas de los
mártires y bajo baldaquinos.
Este baldaquino es quizás el elemento
más suntuoso entre los incontables que posee la Basílica de San Pedro en el
Vaticano. Supone una gran innovación en cuanto a materiales y diseño, lo que
marcaría el curso del estilo barroco. Se trata de la obra más destacada de
Bernini, quien años después realizaría la Plaza de San Pedro con su imponente columnata y también la
Cátedra, en el ábside de la basílica.
Este baldaquino fue muy celebrado en
su tiempo. Sus columnas salomónicas, que se empleaban en esta obra por primera
vez desde la antigüedad, así como la densa decoración con pámpanos y otros
elementos vegetales fueron fuente de inspiración para infinidad de obras
barrocas en adelante.
Gian Lorenzo Bernini, nacido en Nápoles y fallecido en Roma, trabajó principalmente en el Vaticano y es
considerado el más destacado escultor de su generación, creador del estilo
escultórico barroco. Bernini poseía la habilidad de crear en sus
esculturas escenas narrativas muy dramáticas, de captar unos intensos estados
psicológicos y también de componer conjuntos escultóricos que trasmiten una
magnífica grandeza.
Su habilidad para
tallar el mármol lo llevó a que fuera considerado un digno sucesor de Miguel
Ángel, muy por encima de sus coetáneos y especialmente de sus grandes rivales. Su talento se extendió más allá de la
escultura y fue capaz de sintetizar de manera brillante la escultura con la
pintura y la arquitectura en un todo conceptual y visual coherente.
Hombre
profundamente religioso que puso su arte al servicio de la Contrarreforma, Bernini
empleó la luz como un destacado recurso metafórico que completa sus obras, en
ocasiones con puntos de iluminación invisibles que intensifican el foco de la
adoración religiosa[ o
amplifican el dramatismo de la narrativa escultórica.
Bernini fue
también uno de los mejores arquitectos del barroco romano, y por
tanto se aseguró el proyecto más importante de la Roma de su tiempo, la
basílica de San Pedro del Vaticano. El diseño de la Plaza de San Pedro que se abre ante la basílica es uno de sus
proyectos arquitectónicos más innovadores y alabados.
Una de sus obras
más conocidas y admiradas universalmente es el “Éxtasis de Santa Teresa”, que
se encuentra en la Iglesia Santa María de la Victoria, en Roma.
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