25 de marzo de 2015

El Baldaquino de la Basílica de San Pedro

 
El Baldaquino
de la Basílica de San Pedro en Roma

Un baldaquín (o baldaquino empleando un vocablo italianizante) es un templete soportado por columnas que se solía situar cubriendo el altar mayor en las iglesias del Medioevo. El colosal elemento diseñado y ejecutado por Bernini, combina elementos escultóricos y arquitectónicos y alberga bajo su dosel al altar mayor de la basílica, que a su vez se sitúa sobre la cripta en que se halla la tumba del apóstol San Pedro. Etimológicamente el nombre proviene de Baldac, nombre dado en la Edad Media a Bagdad, de donde venía una tela así llamada.

Ya antes del papado de Urbano VIII, que sería quien concluyera la obra de la basílica, se venían utilizando en su interior baldaquinos temporales durante la cuaresma  y otras celebraciones eclesiásticas. En aquellos años la mayoría de las basílicas más importantes de Roma contaban con baldaquinos permanentes. Se trataba de un concepto que venía manteniéndose desde el habitual dosel de los antiguos catafalcos y en los palios con los que se exaltaba a los papas.  

El Baldaquino de la Basílica de San Pedro es obra del escultor y arquitecto italiano Gian Lorenzo Bernini.  Se trata de un ciborio o baldaquino monumental, formado por cuatro columnas culminadas en dosel, forjado en bronce macizo, negro y sobredorado, de estilo barroco.

En realidad la Antigua Basílica de San Pedro había tenido doce columnas salomónicas formando una pantalla ante al altar. Las había traído de Grecia el emperador Constantino I en el siglo II. En la Edad Media se afirmaba que procedían del templo de Salomón, de allí el nombre de “salomónicas”. Lo que es seguro es que son de mármol negro  griego. Ocho de esas columnas se conservan en el interior de la basílica, cerca del baldaquino.

Al poco de alcanzar el papado Urbano VIII (1623-1644) encargó al que sería su artista preferido y protegido, Gian Lorenzo Bernini (1598-1680) la realización de un gran mueble litúrgico sobre el lugar donde se halla la tumba de San Pedro, centro espiritual de la basílica vaticana, bajo la gran cúpula que había erigido Miguel Ángel.  

Bernini recibió este importante encargo cuando solo tenía 25 años. A lo largo de su carrera sus obras siempre tuvieron una gran carga escenográfica, circunstancia que probablemente fue muy tenida en cuenta por Urbano VIII.  

El trabajo comenzó en 1623 y terminó en 1634 y tiene la función de resaltar y enmarcar la presencia del altar papal que de otro modo podría resultar insignificante, desangelado, en la inmensidad del templo. Por otro lado, recupera la tradición paleocristiana  de situar los altares sobre las tumbas de los mártires  y bajo baldaquinos.

Este baldaquino es quizás el elemento más suntuoso entre los incontables que posee la Basílica de San Pedro en el Vaticano. Supone una gran innovación en cuanto a materiales y diseño, lo que marcaría el curso del estilo barroco. Se trata de la obra más destacada de Bernini, quien años después realizaría la Plaza de San Pedro   con su imponente columnata y también la Cátedra, en el ábside de la basílica.

Este baldaquino fue muy celebrado en su tiempo. Sus columnas salomónicas, que se empleaban en esta obra por primera vez desde la antigüedad, así como la densa decoración con pámpanos y otros elementos vegetales fueron fuente de inspiración para infinidad de obras barrocas en adelante. 

Gian Lorenzo Bernini, nacido en Nápoles y fallecido en Roma,    trabajó principalmente en el Vaticano y es considerado el más destacado escultor de su generación, creador del estilo escultórico barroco.   Bernini poseía la habilidad de crear en sus esculturas escenas narrativas muy dramáticas, de captar unos intensos estados psicológicos y también de componer conjuntos escultóricos que trasmiten una magnífica grandeza.

Su habilidad para tallar el mármol lo llevó a que fuera considerado un digno sucesor de Miguel Ángel, muy por encima de sus coetáneos y especialmente de sus grandes rivales  Su talento se extendió más allá de la escultura y fue capaz de sintetizar de manera brillante la escultura con la pintura y la arquitectura en un todo conceptual y visual coherente.

Hombre profundamente religioso que puso su arte al servicio de la Contrarreforma,   Bernini empleó la luz como un destacado recurso metafórico que completa sus obras, en ocasiones con puntos de iluminación invisibles que intensifican el foco de la adoración religiosa[  o amplifican el dramatismo de la narrativa escultórica.

Bernini fue también uno de los mejores arquitectos del barroco romano,   y por tanto se aseguró el proyecto más importante de la Roma de su tiempo, la basílica de San Pedro del Vaticano. El diseño de la Plaza de San Pedro  que se abre ante la basílica es uno de sus proyectos arquitectónicos más innovadores y alabados.

Una de sus obras más conocidas y admiradas universalmente es el “Éxtasis de Santa Teresa”, que se encuentra en la Iglesia Santa María de la Victoria, en Roma.   

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