Un Papa políticamente incorrecto
Edurne
Uriarte
Titulé
de esta manera, “Un Papa políticamente incorrecto”, la entrada de mi blog el
pasado viernes, con la intención de dar carpetazo al debate en ese punto,
persuadida como estaba de que no cabría una tontería políticamente correcta más
contra las palabras del Papa. Pero me equivoqué. Porque la pronunció el fin de
semana nada menos que David Cameron, uno de los principales líderes europeos y,
además, un conservador, novedad interesante en un terreno, el de la corrección
política, normalmente dominado por los progresistas.
Vista
la capacidad de discernimiento mostrada por Cameron, el primer ministro
británico sería capaz de ponerme delante de un juez por incitación a la
violencia. En caso de que le hubiera enviado la broma sobre el Atlético de
Madrid y Podemos que pasé por guasap a mis amigos. Una recreación con
dos actores famosos de aquella campaña publicitaria del Atlético de Madrid en
la que un niño le dice lloroso a su padre en el banco de un parque: «Papa,
quiero ser del Atleti y votar a Podemos», y el padre le responde: «Te guardo la
hostia para cuando lleguemos a casa, que aquí me denuncian…». Se lo he enviado
a amigos del Real Madrid, del Atleti y del Barça, y hasta a mi hijo que es del
Athletic de Bilbao y pasa de las guerras, aunque sean de humor, entre los tres
primeros clasificados. Sobre todo nos hemos reído los madridistas, al menos
antes de que nos eliminara el Atleti de la Copa, pero ninguno ha interpretado
intenciones violentas, en este caso contra los niños, en el humor.
Pero
David Cameron quizá las vería, a juzgar por su reflexión de que «las ofensas
contra la religión no merecen represalias violentas», como si las palabras del
Papa fueran una incitación a la violencia. Por lo del puñetazo, una
reinterpretación políticamente correcta de Cameron, que es comparable a la
equiparación entre el piropo y la violencia de género. Y sí, los hay
movilizados contra el piropo, como la presidenta del Observatorio de la
Violencia de Género del CGPJ, que quiere perseguir el piropo lo mismo que
Cameron ve incitación a la venganza y a la respuesta violenta a las ofensas en
el ejemplo del Papa.
Pero
aún es más preocupante la segunda teoría de Cameron, dominante en los países
democráticos. Esa de que no debe haber límites a la libertad de expresión. Y
que ofender e insultar es un derecho. Los que defienden esto siempre encuentran
una limitación cuando los insultos y las ofensas les afectan a ellos mismos y a
los suyos, pero se aferran a la teoría políticamente correcta de la libertad de
expresión sin límites. Y, sin embargo, porque sí tiene límites, las democracias
consideran delito la apología del terrorismo, o el racismo o el antisemitismo.
Lo que no quiere decir que los partidarios de los límites mezclemos lo anterior
con las ofensas o insultos merecedores de reprobación moral y no, por supuesto,
de persecución judicial.
Quienes
no nos hemos sumado al «Yo soy Charlie» no lo hemos hecho porque haya alguna
duda en nuestras posiciones y movilización antiterroristas, sino porque no nos
gustan algunas ideas e intenciones de los mensajes de «Charlie Hebdo». Y de
tantos otros. Sean contra los sentimientos religiosos o contra la dignidad de
las personas. Y todo eso no tiene nada que ver con el debate sobre el
terrorismo o la violencia. Tiene que ver con una forma de entender la
tolerancia en las democracias. De eso hablaba el Papa.
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