23 de enero de 2015

Un monumento a la chancleta vieja en Camagüey

Un monumento a la chancleta vieja en Camagüey

Por Alejandro Rodríguez Rodríguez*

A Camagüey le falta una estatua, una máquina de café y un buen nombre para el crematorio.

Aun tratándose de una de las ciudades más grandes y viejas de Cuba, su espíritu es de pueblo… como el espíritu de La Habana, o el de Buey Arriba en Granma. El espíritu pueblerino consiste en que todo el mundo se entera de lo mismo, casi de la misma manera.

No puede ser de otra forma en una ciudad con  un periódico semanal de ocho páginas, dos funerarias (una para cada muerto de la noche), dos casas de cambio de divisas, 10 cajeros automáticos, un crematorio que oficialmente se llama “Incinerador de Cadáveres”, y medio centro comercial que tiene la mala costumbre de coger candela a cada rato (El Encanto).

El adjetivo “pueblerino” puede resultar doloroso a esa parte de la población que insiste en no bajar la nariz por más que haga una pila de años que el fausto oropel camagüeyano es solo una metáfora de la Colonia, pero es verdad: lo que una vez fue -según los libros y los viejos intelectuales católicos que los escriben- una ciudad circunspecta, ahora es cosa loca, llena de situaciones extrañas.

Por ejemplo, tenemos una tienda famosa donde venden carnes “exóticas” como la de langostas, camarones y vaca, a la que el choteo popular llama “El Museo de la Carne”, pues su función no parece ser vender carnes, sino proporcionar cierto amparo legal a la comercialización de platos con estas carnes en los restaurantes privados.

Déficit de carnes

El déficit de carnes se debe a que la estampa más común del ganadero camagüeyano ahora se reduce al guajiro flaco, con camisa verde olivo, que vende queso de contrabando a la orilla de la Carretera Central; o cuida una manada de chivos a quienes toca comerse las arrobas de marabú sembradas por los burócratas que trabajan en el rascacielos del Ministerio de la Agricultura.

Previo a los festejos por los 500 años de esta ciudad, la prensa anunció que el gobierno local levantaría una estatua en honor a la poetisa camagüeyana Gertrudis Gómez de Avellaneda (1814-1873), en la esquina de las calles General Gómez y Avellaneda.

Pero el plan solo llegó hasta la parte del pedestal… En vez de estatua hoy se exhibe allí una chancleta vieja, cortesía de algún jodedor de los alrededores…

Inmortalicé con una fotografía este singular y volátil monumento, pues sé que habrá mentes agrias y desayunadores de petróleo que se apresurarán a retirar de allí esta auténtica burla popular.

La estatua que nunca fue

Hasta la fecha no hay una explicación oficial del porqué nunca se colocó la estatua de Gertrudis Gómez de Avellaneda. Los rumores, sin embargo, apuntan a que alguna instancia nacional ordenó a las autoridades locales detener el emplazamiento, pues las últimas no contaban con las autorizaciones requeridas, o habían violado el debido proceso para levantar una estatua en Cuba.

Si para poner un anuncio publicitario en su propia fachada el papeleo es brutal, imagínese usted para erguir un monumento público… ¡Más fácil se yergue y sale caminando el Martí de la Plaza de la Revolución…!

Otro de los palacios provinciales del absurdo es el llamado Coffea Arábiga, diseñado originalmente para vender los mil y un tipos de café. Pero la máquina de hacer café se rompió a los pocos días de inaugurado el lugar (de lo cual hace casi un año), y ahora en el Coffea Arábiga se vende pan con croqueta aplastada, aunque lo que se anuncia es hamburguesa…

PD: Este blog ofrece sus condolencias a todos los padres camagüeyanos que deben pasar con sus hijos pequeños frente al “Incinerador de Cadáveres”;… no imagino qué les explicarán cuando los niños pregunten qué es eso que dice allí, en el cartel de la entrada…

*Periodista cubano residente en Camagüey. Tomado de su blog Alejo3399
Reproducido de cafefuerte.com

 

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