27 de marzo de 2014

Delia Fiallo: Gloria al bravo pueblo venezolano



DELIA FIALLO:
Gloria al bravo pueblo venezolano

 Por Delia Fiallo

Con el alma en suspenso asisto diariamente a la trágica situación que vive Venezuela, rezando para que haya una salida rápida y no se repita la larga agonía sin fin que ha sufrido mi país. Todavía recuerdo tantas puertas cubanas con aquel cartelito de: "Fidel, ésta es tu casa", y el jubiloso estribillo que cantaban las multitudes de mi islita: "Si Fidel es comunista, que me pongan en la lista".

Quizás aún me lastima la indiferencia con que gente de Venezuela, muy querida, recibió nuestras advertencias cuando les dijimos: "Cuidado, les puede ocurrir lo mismo que a nosotros." Y nos respondieron: "No, a nosotros no nos va a pasar, sabemos lo que queremos." Insistíamos: "Miren que esto puede desembocar en una dictadura". Y sonreían confiados: "¿Tú crees? No, vale". La triste realidad es que dos pueblos prósperos y felices, quisimos "un cambio". Bueno, ya lo tuvimos.  Cuba no ha podido sacudírselo, ojalá Venezuela lo consiga.

Abundando en "los cambios", cabe citar lo que últimamente han hecho los Castro para ganarse voces a su favor y cierto reconocimiento conveniente. Algunas de esas concesiones son darle al ciudadano el derecho a comerciar por su cuenta, a la propiedad privada, a viajar al exterior. Y uno se pregunta, ¿con tales cambios no están devolviendo el país a la Cuba que era antes de que ellos tomaran el poder? Pero entonces, ¿para qué se hizo la revolución, qué justifica el inmenso costo que tuvo, material y humano? El hecho de que el cubano de ahora pueda volver a vender malanga, ser dueño de su casa y moverse libremente no puede borrar la infinita lista de crímenes e injusticias cometidas. ¿Quiénes y cómo van a responder por todo el irreparable daño que causaron?
 
 Cuba debió ser la vitrina para exponer al mundo el enorme fracaso de su revolución socialista, pero el mundo no ha querido verlo. Causa asombro y pena saber que hace poco todos los presidentes elegidos libremente por sus pueblos fueron a Cuba a rendirle pleitesía a una dictadura que durante 55 años ha destrozado a un país orgulloso de sus privilegios, hundiéndolo en la miseria y la indignidad. ¿Cómo puede explicarse la simpatía y el apoyo mundial hacia la revolución cubana? Solo como una reacción al rechazo que despierta la grande y poderosa nación norteamericana, que los hace convertirse en amigos de sus enemigos. 
 
Yo admiro la valiente rebeldía del pueblo de Venezuela, que se ha lanzado a las calles reclamando sus derechos y libertades con una determinación ya demostrada de vencer o morir en el intento. Su capacidad de lucha y sacrificio se han ganado mi respeto, porque en mi dolida Cuba solo las muy  honrosas excepciones de un puñado de hombres y mujeres están salvando nuestra dignidad. Aunque haya que compadecer a quienes se levantan por la mañana con la única inquietud de pensar en si van a comer ese día, a mí me da vergüenza la mansedumbre de mi pueblo cubano, de los que se quedaron allá, y de los que se fueron por miedo.

Como esto puede ofender a algunos, aclaro que me siento con derecho a decirlo, porque el miedo que también sentimos nosotros no nos impidió cometer lo que en un estado represivo es muy grave, el delito de disentir. Mi esposo Bernardo estuvo detenido en Seguridad del Estado, acusado de ser el responsable de la contra-revolución en su centro de trabajo; yo estuve a punto de caer presa acusada de hacer contra-revolución en mis telenovelas, fuimos vigilados, castigados, presionados, nos pusieron a cargo de un G-2 que se aparecía en nuestra casa cada vez que quería, con la misión de lavarnos el cerebro y que funcionáramos dentro del sistema. Pero lo que nos impulsó al exilio fueron nuestros cinco hijos pequeños, porque no quisimos condenarlos al futuro que les esperaba en un país donde nadie era dueño de su destino ni de su vida. 

 Me sobrecoge pensar que los venezolanos puedan seguir rodando por el mismo despeñadero por donde rodó Cuba, hasta caer al fondo de ese abismo del que nunca ha salido. Porque los tiranos no escuchan, no dialogan, no pactan, no ceden. Se aferran al poder con el poder que tienen.

 Mi angustia y mi amor están con ustedes, mis hermanos venezolanos, ruego a Dios para que los ayude a librarse del martirio y la muerte. Aprendí a querer a su tierra como mi segunda patria, en estos momentos sufro por ella lo mismo que sufrí por la mía.  Con todo mi corazón deseo que sea cierto aquello que me decían: "No, a nosotros no nos va a pasar, sabemos lo que queremos". Pero no agregaban algo que ahora están demostrando heroicamente: "Y también sabemos luchar para defenderlo".
  
¡Gloria al bravo pueblo venezolano!
 

Delia Fiallo es autora de numerosas novelas llevadas posteriormente a la televisión,   entre ellas: Esmeralda, Leonela, Kassandra y Cristal.

Reproducido de El Nuevo Herald
Enviado por María del Carmen Expósito

26 de marzo de 2014

Quiero que mis nietos conozcan Cuba




Quiero que mis nietos conozcan Cuba
  
Quiero que conozcan mi patria, aún bella,
cuando la juventud llegue a ustedes,
y encuentren un cajón, medio olvidado,  
      con fotos de la isla en que nací, 
¡hace ya tantos años!

Quiero que recorran la isla entera:
que se llenen de arenas y de mares,
que recorran los llanos y palmares,
y que se acuerden de mí ese verano.

Quiero, si no es mucho pedir…
que visiten en Vista Alegre mi casita,
que lleven a mis padres a su tumba
un ramo de blancas mariposas.

Y quiero, y perdonen mi frescura,
que escriban algo de mi Cuba bella;
que saquen fotos de todo lo que vean,
y que compartan con sus hijos mis recuerdos.

Martha Pardiño
Miami, Florida 3/25/14

Hospitales británicos queman fetos humanos para calentar sus instalaciones


Hospitales británicos queman cuerpos de bebés abortados como basura para calentar instalaciones


Londrés, 24 Mar. 14 / 04:25 pm (ACI/EWTN Noticias).- Los cuerpos de miles de bebés que murieron en abortos espontáneos fueron incinerados como desechos clínicos y muchos incluso utilizados como combustible biológico para calentar hospitales en Gran Bretaña, según un reportaje del programa televisivo Dispatches de Channel 4.

La presentadora Amanda Holden -conocida jurado del reality Britain-'s Got Talent- participó en un reportaje sobre lo que ocurre con los restos de los bebés que mueren antes del parto. 

Según el reportaje de la señal británica Channel 4, diez centros del Sistema Nacional de Salud (NHS) británico admitieron haber quemado los restos fetales junto a la basura de los hospitales,  y dos hospitales utilizaron los cuerpos de los no nacidos en plantas de conversión de residuos en energía para abastecer de calefacción a sus locales.

Ante el anuncio de la difusión de este documental, el Departamento de Salud británico emitió una prohibición inmediata sobre esta práctica que el ministro de salud Dan Poulter ha considerado "totalmente inaceptable".

Según la investigación, al menos 15.500 restos fetales fueron incinerados por 27 organismos del NHS en los últimos dos años. El reportaje también denuncia que los padres que sufren la pérdida de un hijo por un aborto  espontáneo en las primeras fases del embarazo son tratados a menudo sin compasión y no fueron consultados sobre lo que querían hacer con los restos mortales de sus hijos.

El hospital Addenbrooke de Cambridge, uno de los más importantes del país, incineró los restos de 797 bebés de menos de 13 semanas de gestación en su propia planta de conversión de residuos. A las madres les dijeron los restos de sus hijos habían sido "cremados".

Lo mismo ocurrió en el hospital de Ipswich, donde una instalación de conversión de residuos en energía operada por un contratista privado, incineró 1.101 restos fetales entre 2011 y 2013. Estos restos fueron traídos de otro hospital.

25 de marzo de 2014

Los nuevos ricos cubanos



Los nuevos ricos cubanos

Diario de Cuba, Agencias

La elegante azotea del restaurante El Cocinero, en La Habana, se ha convertido en uno de los bares de moda en el año que lleva abierto. Y para entrar se necesita reservación, reporta la AP.

Van muchos extranjeros, pero también cubanos —no pocos, por cierto—, vestidos a la moda, que se sientan en sillas en formas de mariposa y beben mojitos de tres dólares.

"¿De dónde sacan la plata? No lo sé y la bola de cristal no la tengo", dice Lilian Triana, una cubana que estaba en el bar el sábado por noche.

Economista de 31 años, Triana trabaja para la petrolera estatal venezolana PDVSA, que tiene oficinas en La Habana. Cree que algunos pueden disfrutar porque tienen familiares en el extranjero que les envían dinero.

La capital cubana está experimentando un auge de bares y clubes privados como El Cocinero, evidencia de una pequeña pero creciente clase de artistas, músicos, empresarios y familiares de dirigentes políticos relativamente acomodados en un país donde la mayoría gana unos 20 dólares al mes.

Y los nuevos ricos cubanos no solo se dejan ver sino que también hacen alarde de su riqueza. Se trata de una diferencia importante en comparación con hace algunos años, cuando el Gobierno atacaba a los cubanos que vivían mejor que sus compatriotas.

A los cubanos que trabajan para una empresas extranjeras y embajadas, y a los que reciben remesas del exterior, se han unido algunos pequeños empresarios exitosos.

Luego está la élite del mundo del arte y la música, que ganan cientos de veces más que lo que devenga la mayoría de los cubanos, y los hijos de figuras del régimen.

Este fenómeno fue documentado por el artista visual neoyorquino Michael Dweck en su libro Habana Libre, publicado en 2011.

Dweck fotografió durante tres años un aparentemente improbable estilo de vida en la capital cubana.

"Hay una clase privilegiada que vive una muy buena vida en La Habana, que es lo contrario a lo que nos dijeron a los estadounidenses sobre que pasaba en Cuba", dijo el fotógrafo.

Es en el circuito de bares de Cuba donde estos nuevos ricos son más visibles.

Los artistas e intelectuales abundan en bares como El Cocinero y la Fábrica de Arte Cubano, que está al lado del primero y que abrió sus puertas el mes pasado de manos del artista Equis Alfonso, como galería de arte, sala de conciertos y bar que cobra dos dólares por la entrada.

Otros van al Bohemio, un bar construido en lo que era un jardín de una casa, donde sopla algo de viento, para golosear tapas de quesos y jamón serrano, o al Café Madrigal, que fue el que comenzó el auge de los bares privados cuando un director de cine lo inauguró en 2011 y que ahora es uno de los lugares favoritos para los amantes del cine y el teatro.

Julio Carrillo, un guionista de 52 años, dice que en los últimos años él y su compañero han salido menos porque los bares estatales tienden a ser lugares aburridos, con música ensordecedora y un pésimo servicio.

Las exhibiciones de riqueza personal pueden considerarse ostentosas y hacer que la gente se pregunte de dónde salió el dinero. Así que muchos cubanos con dinero aún tienden a quedarse en casa. Pero progresivamente se reduce esa proporción.

"Era como, 'vamos a casa de alguien que hay una cena o una fiesta, traigo una botella', se queda como bajo perfil, ¿no?", dice Carrillo. "Y ahora es más cómodo. Podemos ir a otro lugar y nos reunimos allí... A mí me tiene muy contento, la verdad. El poder ir a un lugar así es como normalizar la vida".

También hay clubes privados que atienden a los jóvenes descendientes de cubanos que tienen dinero y conexiones: lugares como el Shangri La, una discoteca construida en un sótano y con exceso de aire acondicionado en Miramar, o El Palio, un restaurante privado.

Algunos clientes dicen que a veces ven a los hijos de los clanes políticos más poderosos de Cuba en esta discoteca, custodiados por agentes de la Seguridad del Estado vestidos de civil, que merodean en las afueras.

Pero toda esta actividad está limitada a un pequeño segmento de la población, muy lejos de lo que ocurre en el Malecón, una amplia avenida que corre paralela al mar, donde la clase pobre cubana se reúne los fines de semana a tomar ron en envases de cartón que se venden por menos de un dólar.

"Aquí (estamos) en el Malecón, a disfrutar, a ver chicas", dice Adán Ferro, un barrendero de 20 años. Y con sarcasmo agrega: "¿Dónde me voy a meter, en el Habana Libre?"