El Barrio Chino de Elsa Wong
Gladys Linares-cubanet.org — Dentro de los inmigrantes que
llegaron a Cuba en épocas pasadas, la comunidad de los chinos es una de las que
se distinguieron por integrarse a la sociedad cubana, pero sin perder su
identidad ni olvidar su cultura, la cual transmitían a sus descendientes. Eran
discretos, diligentes y amantes de la vida hogareña. Tanto es así, que muchos
formaban su familia con cubanas, a pesar de la práctica común de encargar
esposa a China.
Cerca
de lo que fue La Plaza del Vapor –hoy desaparecida– entre las calles Dragones,
Rayos, Lealtad y Zanja, está el Barrio Chino de La Habana, alguna vez entre los
más grandes de las Américas. Los chinos supieron aprovechar la libertad de
comercio de la sociedad cubana de entonces. Sus servicios de lavandería (para
nosotros, trenes de lavado) eran muy empleados por la población, por ser
eficientes y baratos. También vendían viandas y verduras por las calles, y sus
famosas fondas y restaurantes de comida china eran muy frecuentadas por los
nacionales y los turistas.
La
presencia china se hacía notar en toda la isla. Se agrupaban en sociedades
organizadas de forma peculiar, como la Wong Kong Ja Tong, a la que pertenecía
Santiago Wong, padre de mi amiga Emma Wong, que también es miembro en la
actualidad.
A
finales del siglo XIX y comienzos del XX llegaron unos cinco mil chinos de
California, que aportaron un gran impulso comercial a la comunidad china.
Crearon restaurantes de lujo, cafeterías, teatros, bancos, bodegas, periódicos,
funerarias, casinos, sociedades y salones donde se ofrecían reuniones y
actividades culturales, todos asentados en los alrededores de la calle San
Nicolás entre Zanja y Salud.
Wong
llega a La Habana
Se
calcula que entre 1847 y 1874 entraron unos 150 mil chinos de Hong Kong, Macao
y Taiwán en Cuba. Santiago Wong desembarcó en La Habana a principios del siglo
pasado. Contaba 17 años. Traía la firme idea de mejorar su situación económica
y así poder ayudar a la familia que dejó en China, algo que logró con mucho
esfuerzo. Me contaba Emma que su padre cortó caña y vendió pescado por las
calles, hasta que logró poner un puesto de viandas y una heladería en Santos
Suárez. Los helados eran de frutas naturales, hechos por él mismo, y tenían
mucha demanda en el barrio. Además, nunca dejó de vender pescado fresco por
encargo.
Pero el
pobre Santiago, durante la llamada ofensiva revolucionaria de 1968, de un día
para otro, ya en su vejez, perdió a manos de los comunistas todo lo que había
logrado con el trabajo de su vida. Aún tiempo después, iba al campo y compraba
malanga o plátano que vendía a escondidas a sus clientes. Pero tuvo que dejar
de hacerlo porque dos veces los policías le quitaron la mercancía y lo
amenazaron con meterlo preso si lo agarraban otra vez. Hoy son pocos los chinos
naturales que quedan en Cuba. Muchos han muerto, y otros emigraron a partir de
1959, tras el arribo de la dictadura castrense que barrió con las libertades
económicas.
Este
año, la sociedad Wong Kong Ja Tong cumple un siglo de fundada (1914-2014). Y
como en otras ocasiones, mi amiga Emma me invitó a la clausura de la jornada,
en el cabaret Parisién del hotel Nacional. Los artistas, descendientes en su
mayoría, deleitaron a los asistentes con el folclore chino. Asistió a la
actividad una china natural, Elsa Wong, una ancianita pequeña a quien de cariño
llaman Elsita. Todos la saludaban con respeto y estaban pendientes de ella.
Los
recuerdos de Elsita
Me
cuenta, Elsita, a sus 80 años, cómo de pequeña le gustaba ir con su padre a las
actividades de la Wong, porque los paisanos eran muy atentos. Además, se
deslumbraba con el barrio chino de entonces, tan limpio, iluminado, lleno de
comercios. El popular distrito, ubicado en el capitalino municipio de Centro
Habana, era el refugio de los chinos de ultramar.
En
1958, el Barrio contaba con 4 cines, alguno como el Águila de Oro daba
funciones de teatro para piezas de la Opera China. Tuvieron gran importancia
las sociedades culturales y deportivas, destacándose la Chung Wah Yin Lock Kou
Se, primera en emplear descendientes para actuar en la ópera cantonesa y la Chi
Mut Hai You Wut, dedicada por entero a las artes marciales de origen chino, el
kung fu y la Danza del León ( Whu Su ).
Durante
la década del 50, las importaciones desde California, Taiwán y Hong Kong de
productos chinos al barrio fue enorme; bazares chinos vendían todo tipo de
productos y víveres. En 1958, la sucursal Banco de China contaba con un
presupuesto de cerca de 2 millones de dólares. Los chinos contaban en La Habana
con un moderno sistema de atención a la salud. Un centro de consultas y
laboratorio en el mismo Barrio Chino y una clínica con todo lo necesario y
pabellones para pacientes, en las Alturas de Lawton.
Pero
para 1994 solo quedaba la farmacia (en la calle Zanja), un periódico
confeccionado manualmente y una sala de cine. Es a partir de esa fecha, y ante
las inquietudes de los chinos y descendientes por rescatar el sitio, que se
creó el Grupo Promotor del Barrio Chino, que con la cooperación de la embajada
china en La Habana realiza grandes esfuerzos por mantener sus tradiciones.
Pero a
pesar de esto, el Barrio Chino no logra igualarse a los recuerdos de Elsita, el
barrio iluminado y próspero de los años 50, uno de los más renombrados de
América. Testigos de esto son el deterioro de sus locales y viviendas, los
gigantescos basureros de días, y sus calles y aceras rotas.
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