Lo que muchos no conocen
del embargo de EE.UU. a Cuba
Por Armando
Valladares
Las sanciones
económicas han sido tradicionalmente una medida que los países han utilizado
como respuesta a otras naciones por diferentes causas: no pagar una deuda,
causar daños a los intereses de los ciudadanos del país que impone las
sanciones y en muchas ocasiones como solidaridad con los pueblos oprimidos por
dictaduras, etc. etc.
Quizás las sanciones
económicas mas manipuladas y atacadas de la historia contemporánea han sido las
tomadas por EE.UU. contra la tiranía castrista. Esto ha ocurrido
fundamentalmente por desconocimiento y la tergiversación mal intencionada de
quienes están obsesionados por hacerse socios de los dictadores cubanos, porque en Cuba solo
pueden hacerse negocios con la tiranía, no con los ciudadanos.
Uno de los
argumentos de los que están a favor del levantamiento del embargo es que en los
53 años que lleva de establecido, ha fracasado porque no ha logrado derrocar al
régimen. Esta letanía la repiten una y otra vez, con la ilusión de aquello de
Goebbels de que “una mentira repetida mil veces puede convertirse en una
verdad”. La aseveración de que el “embargo” era una herramienta para tumbar la
dictadura es totalmente falsa: el embargo no se estableció parta derrocar al
régimen de los Castro.
Es evidente que
quienes afirman esto lo hacen de mala intención o no conocen la historia de lo
ocurrido. El embargo económico contra el régimen de Cuba nunca fue concebido
para sacar a los Castro del poder, sino que fue la respuesta de Estados Unidos
en legítima defensa contra las confiscaciones de empresas y propiedades de
ciudadanos de Estados Unidos en Cuba sin que estos recibieran compensación
económica alguna.
Desde los mismos
inicios de la dictadura castrista en 1959 se comenzaron a realizar
confiscaciones de grandes y medianas empresas. Ya el 13 de octubre de 1960, el
Consejo de Ministros publicó en la Gaceta Oficial una Ley por medio de la cual
se ordenaba la confiscación de 644 compañías (entre grandes y medianas). Finalmente, el 13 de marzo de 1968 se dio la
última estocada contra lo que quedaba del sector privado en Cuba, con la ley
que estableció la confiscación de 60,000 medianas y pequeñas empresas que
quedaban en el país (desde zapaterías y “puestos de fritas” hasta peluquerías),
terminándose de destruir lo que quedaba del tejido empresarial del país,
momento a partir del cual se terminaron de elevar a la máxima expresión las
necesidades materiales del pueblo cubano, ya que el Estado, como quedó demostrado
años después, fue incapaz de proeveer a la población los bienes y servicios que
ofrecían dichas empresas. Téngase en cuenta que Cuba en los años sesenta tenía
una población de 6,000,000 (seis millones) de habitantes.
Quede claro el
término confiscación: Si bien es cierto que el derecho internacional reconoce
la facultad de los Estados de proceder a nacionalizaciones en áreas que pueden
decidir son de interés nacional (aunque pueda ser un concepto erróneo), las
mismas se entienden como tal cuando se paga por el bien nacionalizado un precio
proporcional a su valor en el mercado internacional, inmediatamente, y en una
moneda que pueda ser utilizada por el tenedor original del bien. Es por ello
que aunque la ley cubana habló de nacionalizaciones, en realidad ocurrieron
confiscaciones ya que no se utilizaron los pagos correspondientes acorde a lo
establecido por el derecho internacional.
Derivado de lo
anterior, entre 1964 y 1972 se realizaron 1,146 demandas corporativas y 7,670
demandas individuales en Cortes de Estados Unidos contra el Estado cubano.
Estamos refiriéndonos solo a los EE.UU., pues los españoles perdieron muchísimo
más que los norteamericanos. Pero España no tomó medidas para defender a sus
ciudadanos; todo lo contrario, le abrió las puertas del comercio a Fidel
Castro. El candado marca Lince que cerraba la puerta de mi celda y los machetes
con los que nos golpeaban y mutilaban, marca Bellota, eran españoles.
A mediados de los 60
del pasado siglo se calculaban las pérdidas sufridas por los demandantes en US$
1,800 millones de aquella época; en 2002 ese cálculo era ya de US$ 6,400
millones con intereses, y hoy en día debe superar los US$ 10,000 millones.
Las compañías e
individuos afectados por las confiscaciones en Cuba, dedujeron sus pérdidas en
sus declaraciones de impuestos durante años en Estados Unidos, por tanto hasta
el propio “Tío Sam” también terminó perdiendo.
Durante los 55 años
de dictadura castrista, dicho régimen tuvo acceso a créditos de países como
España, Francia, Italia, Canadá, Japón y Reino Unido entre otros países; nunca
honró dichas deudas.
¿Qué le interesa a
Cuba del levantamiento del embargo de Estados Unidos?
Primero:
El tener acceso a
créditos de las empresas norteamericanas que, en su afán de vender, les
ofrecerían más allá de lo que el mismo gobierno cubano solicitara, y lo harán
sabiendo que los Castro no podrán pagar, pero eso no les importará pues si Cuba
no les paga, el gobierno de EE.UU les pagará.
Al final de cuentas,
luego de darle oxígeno al incapaz, parásito e improductivo régimen cubano, será
nuevamente el “Tío Sam” (nosotros, los que pagamos impuestos) quien tendrá que
hacerse cargo de los impagos de la dictadura. Los empresarios inescrupulosos de
USA ganarán dinero, la dictadura cubana seguirá robando y reprimiendo con
dichos recursos, lográndose solo alargar la agonía del sufrido pueblo de Cuba.
Segundo:
Otro beneficio que
lograría el gobierno cubano es que el FMI (Fondo Monetario Internacional), el
Banco Mundial y otras instituciones financieras internacionales les concederían
ayudas que además de ofrecer proyectos para desarrollar obras en general en el
país, incluyen préstamos y donaciones de miles de millones de dólares (cash)
para que los gobiernos los gasten como crean conveniente. ¿Saben a dónde irían
a parar esos dineros? A las cuentas del Comandante Castro.
De hecho, en la
actualidad el gobierno castrista compra en Estados Unidos cientos de millones
de dólares. Actualmente EE.UU. es un importante socio comercial de Cuba. Hace
unos años atrás, en un calendario de solo once meses, EE.UU. vendió a Cuba por
valor de unos dos mil quinientos millones de dólares, porque el “embargo”
excluye alimentos y medicinas. Hay cuatro grandes farmacéuticas norteamericanas
que tienen licencias del Departamento de Estado para vender a Cuba todas las
medicinas que quiera comprar. No solo ganado, carne de pollo congelada, cereales,
manzanas y hasta tinta para imprimir el periódico Granma, órgano oficial del
Partido Comunista de Cuba, se la vende EE.UU. ¿De qué embargo estamos hablando?
Lo que sucede es que Cuba tiene que pagar al contado todas esas compras.
¡Ah! Una mala
noticia para los que quieren darle oxígeno a la tiranía cubana, es que el
embargo, gracias al entonces representante Lincoln Díaz Balart que lo codificó,
es una Ley, y el Presidente no tiene autoridad para derrogarlo: tiene que ir a
una votación en el Congreso y, afortunadamente, no tiene los votos necesarios,
de lo contrario hace rato que el embargo no existiría.
La otra falacia de
que los turistas norteamericanos tendrían una influencia decisiva en el pueblo
cubano para un cambio hacia la libertad,
es otra mentira. ¿Qué pueden decirle los turistas de Estados Unidos –que la
mayoría no habla español- a los cubanos de la Isla, que no le hayan dicho los
españoles, argentinos, mejicanos y todos los demás que visitan Cuba? Es que los
turistas norteamericanos tienen la varita mágica que hará que los cubanos
“despierten” y que se les caiga la “venda” de los ojos y sientan la necesidad
de ser libres.
Este tema de los mercaderes
que quieren hacer negocios con los Castro siempre me recuerda las observaciones
de Vladimir Lenin, el viejo que inventó el hambre, cuando dijo: «Los
capitalistas nos venderán la soga con la que vamos a colgarlos…»
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