17 de octubre de 2014


Lo que muchos no conocen
del embargo de EE.UU. a Cuba

Por Armando Valladares

Las sanciones económicas han sido tradicionalmente una medida que los países han utilizado como respuesta a otras naciones por diferentes causas: no pagar una deuda, causar daños a los intereses de los ciudadanos del país que impone las sanciones y en muchas ocasiones como solidaridad con los pueblos oprimidos por dictaduras, etc. etc.

Quizás las sanciones económicas mas manipuladas y atacadas de la historia contemporánea han sido las tomadas por EE.UU. contra la tiranía castrista. Esto ha ocurrido fundamentalmente por desconocimiento y la tergiversación mal intencionada de quienes están obsesionados por hacerse socios de los  dictadores cubanos, porque en Cuba solo pueden hacerse negocios con la tiranía, no con los ciudadanos.

Uno de los argumentos de los que están a favor del levantamiento del embargo es que en los 53 años que lleva de establecido, ha fracasado porque no ha logrado derrocar al régimen. Esta letanía la repiten una y otra vez, con la ilusión de aquello de Goebbels de que “una mentira repetida mil veces puede convertirse en una verdad”. La aseveración de que el “embargo” era una herramienta para tumbar la dictadura es totalmente falsa: el embargo no se estableció parta derrocar al régimen de los Castro.

Es evidente que quienes afirman esto lo hacen de mala intención o no conocen la historia de lo ocurrido. El embargo económico contra el régimen de Cuba nunca fue concebido para sacar a los Castro del poder, sino que fue la respuesta de Estados Unidos en legítima defensa contra las confiscaciones de empresas y propiedades de ciudadanos de Estados Unidos en Cuba sin que estos recibieran compensación económica alguna.

Desde los mismos inicios de la dictadura castrista en 1959 se comenzaron a realizar confiscaciones de grandes y medianas empresas. Ya el 13 de octubre de 1960, el Consejo de Ministros publicó en la Gaceta Oficial una Ley por medio de la cual se ordenaba la confiscación de 644 compañías (entre grandes y medianas).  Finalmente, el 13 de marzo de 1968 se dio la última estocada contra lo que quedaba del sector privado en Cuba, con la ley que estableció la confiscación de 60,000 medianas y pequeñas empresas que quedaban en el país (desde zapaterías y “puestos de fritas” hasta peluquerías), terminándose de destruir lo que quedaba del tejido empresarial del país, momento a partir del cual se terminaron de elevar a la máxima expresión las necesidades materiales del pueblo cubano, ya que el Estado, como quedó demostrado años después, fue incapaz de proeveer a la población los bienes y servicios que ofrecían dichas empresas. Téngase en cuenta que Cuba en los años sesenta tenía una población de 6,000,000 (seis millones) de habitantes.

Quede claro el término confiscación: Si bien es cierto que el derecho internacional reconoce la facultad de los Estados de proceder a nacionalizaciones en áreas que pueden decidir son de interés nacional (aunque pueda ser un concepto erróneo), las mismas se entienden como tal cuando se paga por el bien nacionalizado un precio proporcional a su valor en el mercado internacional, inmediatamente, y en una moneda que pueda ser utilizada por el tenedor original del bien. Es por ello que aunque la ley cubana habló de nacionalizaciones, en realidad ocurrieron confiscaciones ya que no se utilizaron los pagos correspondientes acorde a lo establecido por el derecho internacional.

Derivado de lo anterior, entre 1964 y 1972 se realizaron 1,146 demandas corporativas y 7,670 demandas individuales en Cortes de Estados Unidos contra el Estado cubano. Estamos refiriéndonos solo a los EE.UU., pues los españoles perdieron muchísimo más que los norteamericanos. Pero España no tomó medidas para defender a sus ciudadanos; todo lo contrario, le abrió las puertas del comercio a Fidel Castro. El candado marca Lince que cerraba la puerta de mi celda y los machetes con los que nos golpeaban y mutilaban, marca Bellota, eran españoles.

A mediados de los 60 del pasado siglo se calculaban las pérdidas sufridas por los demandantes en US$ 1,800 millones de aquella época; en 2002 ese cálculo era ya de US$ 6,400 millones con intereses, y hoy en día debe superar los US$ 10,000 millones.

Las compañías e individuos afectados por las confiscaciones en Cuba, dedujeron sus pérdidas en sus declaraciones de impuestos durante años en Estados Unidos, por tanto hasta el propio “Tío Sam” también terminó perdiendo.

Durante los 55 años de dictadura castrista, dicho régimen tuvo acceso a créditos de países como España, Francia, Italia, Canadá, Japón y Reino Unido entre otros países; nunca honró dichas deudas.

¿Qué le interesa a Cuba del levantamiento del embargo de Estados Unidos?

Primero:
El tener acceso a créditos de las empresas norteamericanas que, en su afán de vender, les ofrecerían más allá de lo que el mismo gobierno cubano solicitara, y lo harán sabiendo que los Castro no podrán pagar, pero eso no les importará pues si Cuba no les paga, el gobierno de EE.UU les pagará.

Al final de cuentas, luego de darle oxígeno al incapaz, parásito e improductivo régimen cubano, será nuevamente el “Tío Sam” (nosotros, los que pagamos impuestos) quien tendrá que hacerse cargo de los impagos de la dictadura. Los empresarios inescrupulosos de USA ganarán dinero, la dictadura cubana seguirá robando y reprimiendo con dichos recursos, lográndose solo alargar la agonía del sufrido pueblo de Cuba.

Segundo:
Otro beneficio que lograría el gobierno cubano es que el FMI (Fondo Monetario Internacional), el Banco Mundial y otras instituciones financieras internacionales les concederían ayudas que además de ofrecer proyectos para desarrollar obras en general en el país, incluyen préstamos y donaciones de miles de millones de dólares (cash) para que los gobiernos los gasten como crean conveniente. ¿Saben a dónde irían a parar esos dineros? A las cuentas del Comandante Castro.

De hecho, en la actualidad el gobierno castrista compra en Estados Unidos cientos de millones de dólares. Actualmente EE.UU. es un importante socio comercial de Cuba. Hace unos años atrás, en un calendario de solo once meses, EE.UU. vendió a Cuba por valor de unos dos mil quinientos millones de dólares, porque el “embargo” excluye alimentos y medicinas. Hay cuatro grandes farmacéuticas norteamericanas que tienen licencias del Departamento de Estado para vender a Cuba todas las medicinas que quiera comprar. No solo ganado, carne de pollo congelada, cereales, manzanas y hasta tinta para imprimir el periódico Granma, órgano oficial del Partido Comunista de Cuba, se la vende EE.UU. ¿De qué embargo estamos hablando? Lo que sucede es que Cuba tiene que pagar al contado todas esas compras.

¡Ah! Una mala noticia para los que quieren darle oxígeno a la tiranía cubana, es que el embargo, gracias al entonces representante Lincoln Díaz Balart que lo codificó, es una Ley, y el Presidente no tiene autoridad para derrogarlo: tiene que ir a una votación en el Congreso y, afortunadamente, no tiene los votos necesarios, de lo contrario hace rato que el embargo no existiría.

La otra falacia de que los turistas norteamericanos tendrían una influencia decisiva en el pueblo cubano  para un cambio hacia la libertad, es otra mentira. ¿Qué pueden decirle los turistas de Estados Unidos –que la mayoría no habla español- a los cubanos de la Isla, que no le hayan dicho los españoles, argentinos, mejicanos y todos los demás que visitan Cuba? Es que los turistas norteamericanos tienen la varita mágica que hará que los cubanos “despierten” y que se les caiga la “venda” de los ojos y sientan la necesidad de ser libres.

Este tema de los mercaderes que quieren hacer negocios con los Castro siempre me recuerda las observaciones de Vladimir Lenin, el viejo que inventó el hambre, cuando dijo: «Los capitalistas nos venderán la soga con la que vamos a colgarlos…»

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