por las que ha valido la pena asistir
a la marcha Pro-Vida en Washington.
«Marchamos en recuerdo de
quien ha caído por el aborto, marchamos por los niños sin voz, para defender su
derecho a la vida. Sobre todo por aquellos que, como mi hermano Georgie, han
nacido con síndrome de Down y cuyas vidas son demasiado a menudo consideradas
indignas de ver la luz del día.
Marchamos por las mujeres
que habiendo considerado el aborto, a través de nuestro interés por sus
necesidades, encontrarán la fuerza de elegir la vida.
Marchamos en solidaridad con las madres que están
sufriendo el post-aborto, que están trabajando por el día en que ninguna mujer
deba sufrir como ellas.
Marchamos en acción de
gracias por las madres biológicas que, a pesar de las muchas adversidades, han
dado a sus hijos el don de la vida y una familia adoptiva para hacerles crecer.
El arzobispo recuerda además que, en los 41 años de la ley Roe vs.
Wade, «más de 55 millones de niños
inocentes han perdido la vida por el
aborto en los Estados Unidos». «Innumerables madres, a menudo sufriendo
física, emotiva y espiritualmente son abandonadas en el silencio», observa el
prelado, y junto a ellas - añade - sufren también otras personas: «los hombres
que han perdido su paternidad, los abuelos a los que les faltan sus nietos y
los niños privados de hermanos...».
Joseph E. Kurtz, presidente de la Conferencia Episcopal de los
Estados Unidos
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