13 de agosto de 2012

UN TESORO NEOBIZANTINO EN EL CORAZÓN DE MADRID



Un tesoro neobizantino
en el corazón de Madrid
 
María Isabel Serrano

El templo de san Manuel y san Benito es Bien de Interés Cultural por ley autonómica desde 1982. Ha cumplido sus primeros cien años y es el único edificio español de estilo neobizantino

Tiene «campanille» gótico y se construyó por el amor y la religiosidad de un matrimonio de origen italiano y humilde, pero nacidos, ambos, en Barcelona durante el primer cuarto del siglo XIX.

«El que te quiere te espera. ¿Pasas?», reza en un cartel de su entrada principal. Pasamos. Su luz y sus colores provocan alegría, pero también paz interior. Mucha emoción. Estamos en la iglesia de san Manuel y san Benito, en el corazón de Madrid, a pocos metros del Parque del Retiro y de la Puerta de Alcalá.

En la manzana que forman las calles de Alcalá, Lagasca y Columela se alza uno de los templos más bonitos y vistosos de la ciudad. Por dentro y por fuera. Lo dice todo el mundo. No en balde, es una de las iglesias madrileñas más demandada para bodas y bautizos. Ayuda mucho su peculiar historia, su centenario y ese magnífico órgano que luce a lo alto, en el coro, protagonista de numerosos conciertos internacionales.

El 25 de febrero de 2008, las páginas de ABC recogían una buena noticia. Se celebraba una misa de acción de gracias porque habían terminado unas exhaustivas obras de rehabilitación del templo. Comenzaron en abril de 2006 y concluyeron en octubre de 2007. Costaron más de un millón de euros que costeó, entonces, la Comunidad de Madrid a través de sus consejerías de Cultura y de Vivienda. San Manuel y San Benito había recuperado todo su esplendor.

Benita Maurici quería una iglesia y un convento donde se dieran clases gratis a los obreros

Los orígenes de esta joya bizantina plagada de coloridos mosaicos venecianos en paredes y cúpula son muy curiosos. Ese es uno de sus secretos. Cuentan las crónicas que un matrimonio de pudientes quiso hacer de su solar un templo-panteón que les sirviera de sepultura. Él, Manuel Caviggioli, nació en Barcelona en 1825. Ella, Benita Maurici, vino al mundo en la misma ciudad, pero seis años antes, en 1819.

Ambos eran de origen italiano y humilde y se afincaron en Madrid cuando eran jóvenes. Poco se sabe de cómo forjaron su fortuna, lo cual no significa que fuera de dudosa procedencia. Ni mucho menos. Lo cierto es que la consiguieron y, gracias a ello, se codearon con los ambientes más aristocráticos. El marido murió en 1901. Un año después, Benita, ya viuda, se comprometía con los padres agustinos de la provincia de Filipinas a construir una iglesia donde estaría el panteón para ella y su marido. También, un convento cuya planta baja se dedicaría a la instrucción gratuita de obreros.

Vidrieras y esculturas
La primera piedra se colocó el 4 de mayo de 1903. Las obras acabaron en 1910. Abrió en enero de 1911. Benita murió sin ver acabada la iglesia pero se cumplió el deseo: el matrimonio está aquí enterrado y de ello dan fe dos lápidas en la pared de uno de los altares, con los retratos, en mármol, de ambos. Los féretros se trasladaron desde el cementerio de La Almudena, donde habían sido sepultados. También cuentan que, en origen, el templo, construido por el arquitecto Fernando Arbós y Tremanti, se llamó iglesia del Salvador. Luego, se cambió por san Manuel y san Benito, en honor al matrimonio.

 La iglesia es muy bella. El exterior se presenta de mármol blanco. Sustenta una airosa cúpula forrada de cobre rojo y decorada con arquerías ojivales ciegas. La cúpula, preciosa, reposa sobre pechinas con mosaicos que representan los símbolos de los evangelistas. La rodean 16 cristaleras por las que se cuela una intensa luz. Como si fuera el arcoíris.

Hay esculturas de Ángel García Díaz y mármol blanco en el altar mayor. Vemos la figura de El Salvador (2,5 metros) y las de San Agustín y San José. En su propia capilla y bajo templete, Santa Rita, religiosa agustiniana.

Los libros dan fe de que en San Manuel y San Benito vivieron su religiosidad personajes de la talla de Muñoz Seca, Carlos Arniches, Antonio Maura, Gregorio Marañón, Vázquez de Mella, Víctor de la Serna, Jacinto Benavente y Concha Espina. No es de extrañar. Los Padres Agustinos, que tienen aquí su Casa, presumen del cariño de los madrileños. Y de los de fuera. El templo bien merece una visita.
 Fuente: ABC, Madrid

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