Un tesoro neobizantino
en el corazón de Madrid
El templo de san Manuel y san Benito es Bien de
Interés Cultural por ley autonómica desde 1982. Ha cumplido sus primeros cien
años y es el único edificio español de estilo neobizantino.
Tiene «campanille» gótico y se construyó por el amor y la religiosidad de un matrimonio de origen italiano y humilde, pero nacidos, ambos, en Barcelona durante el primer cuarto del siglo XIX.
Tiene «campanille» gótico y se construyó por el amor y la religiosidad de un matrimonio de origen italiano y humilde, pero nacidos, ambos, en Barcelona durante el primer cuarto del siglo XIX.
«El que te quiere te espera. ¿Pasas?», reza en un cartel de su entrada principal. Pasamos. Su luz y sus colores
provocan alegría, pero también paz interior. Mucha emoción. Estamos en la iglesia
de san Manuel y san Benito, en el corazón de Madrid, a pocos metros del Parque
del Retiro y de la Puerta de Alcalá.
En la manzana que forman las calles de Alcalá,
Lagasca y Columela se alza uno de los templos más bonitos y vistosos de la
ciudad. Por dentro y por fuera. Lo dice todo el mundo. No en balde, es una de
las iglesias madrileñas más demandada para bodas y bautizos. Ayuda mucho su peculiar
historia, su centenario y ese magnífico órgano que luce a lo alto, en el
coro, protagonista de numerosos conciertos internacionales.
El 25 de febrero de 2008, las páginas de ABC
recogían una buena noticia. Se celebraba una misa de acción de gracias porque
habían terminado unas exhaustivas obras de rehabilitación del templo.
Comenzaron en abril de 2006 y concluyeron en octubre de 2007. Costaron más de
un millón de euros que costeó, entonces, la Comunidad de Madrid a través de sus
consejerías de Cultura y de Vivienda. San Manuel y San Benito había recuperado
todo su esplendor.
Benita
Maurici quería una iglesia y un convento donde se dieran clases gratis a los
obreros
Los orígenes de esta joya bizantina plagada de coloridos
mosaicos venecianos en paredes y cúpula son muy curiosos. Ese es uno de sus
secretos. Cuentan las crónicas que un matrimonio de pudientes quiso
hacer de su solar un templo-panteón que les sirviera de sepultura. Él, Manuel
Caviggioli, nació en Barcelona en 1825. Ella, Benita Maurici, vino al mundo en
la misma ciudad, pero seis años antes, en 1819.
Ambos eran de origen italiano y humilde y
se afincaron en Madrid cuando eran jóvenes. Poco se sabe de cómo forjaron su
fortuna, lo cual no significa que fuera de dudosa procedencia. Ni mucho menos.
Lo cierto es que la consiguieron y, gracias a ello, se codearon con los
ambientes más aristocráticos. El marido murió en 1901. Un año después, Benita,
ya viuda, se comprometía con los padres agustinos de la provincia de Filipinas
a construir una iglesia donde estaría el panteón para ella y su marido.
También, un convento cuya planta baja se dedicaría a la instrucción gratuita de
obreros.
Vidrieras
y esculturas
La primera piedra se colocó el 4 de mayo
de 1903. Las obras acabaron en 1910. Abrió en enero de 1911. Benita
murió sin ver acabada la iglesia pero se cumplió el deseo: el matrimonio
está aquí enterrado y de ello dan fe dos lápidas en la pared de uno de los
altares, con los retratos, en mármol, de ambos. Los féretros se trasladaron
desde el cementerio de La Almudena, donde habían sido sepultados. También
cuentan que, en origen, el templo, construido por el arquitecto Fernando Arbós
y Tremanti, se llamó iglesia del Salvador. Luego, se cambió por san Manuel y san
Benito, en honor al matrimonio.
La iglesia
es muy bella. El exterior se presenta de mármol blanco. Sustenta una airosa
cúpula forrada de cobre rojo y decorada con arquerías ojivales ciegas. La
cúpula, preciosa, reposa sobre pechinas con mosaicos que representan los
símbolos de los evangelistas. La rodean 16 cristaleras por las que se cuela una
intensa luz. Como si fuera el arcoíris.
Hay esculturas de Ángel García Díaz y mármol
blanco en el altar mayor. Vemos la figura de El Salvador (2,5 metros) y las de
San Agustín y San José. En su propia capilla y bajo templete, Santa Rita,
religiosa agustiniana.
Los libros dan fe de que en San Manuel y San
Benito vivieron su religiosidad personajes de la talla de Muñoz Seca,
Carlos Arniches, Antonio Maura, Gregorio Marañón, Vázquez de Mella,
Víctor de la Serna, Jacinto Benavente y Concha Espina. No es de
extrañar. Los Padres Agustinos, que tienen aquí su Casa, presumen del cariño de
los madrileños. Y de los de fuera. El templo bien merece una visita.
Fuente:
ABC, Madrid
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