La Virgen
de la Caridad
de
Mijares
Marlene María Pérez Mateo
José María Mijares fue uno de
esos grandes de la pintura cubana que nos dejó hace pocos años. Un enamorado de
su obra, del azul, de la mujer y de La
Habana. Último representante del San Alejandro Antiguo (Escuela de plástica
cubana).
Clásico retratista de
“habaneras”, una mujer nostálgica, serena, siempre en espera y por supuesto muy cubanísima. Las vio allá en la
capital de Cuba en sus años de bohemios y las siguió viendo desde el otro lado
del estrecho floridano. Siempre las pintaba de frente y claro está muy bellas.
Fue en mi empeño de hallar un espejo o unos espejos cuando Las “habaneras” de
Mijares me encontraron.
Hoy hablo de una muy particular. Una
de las pocas mujeres con niño en la obra del artista. De traje largo, azul
celeste y marino. Antepuesta a un sol de trópico al que antecede y aventaja.
Sin la certeza de acicate o pedestal; la figura parece levitar no sabemos sobre
dónde. Acaso hace falta. La imagen
parece surgir del hondísimo océano entre burbujas en decreciente desde los pies
a la cabeza. Es el rostro de una mestiza
con bebé de brazo, cruz y flor.
Así vio el maestro Mijares a La
Caridad del Cobre. Así quiso recordarla en su cuadro, con la misma mirada
triste y de pesadumbre de todas las cubanas en sus obras. Como sus propias
palabras en una de sus últimas entrevistas: «Es una tristeza, pero una tristeza
privilegiada».
Marlene María Pérez
Mateo
Julio 10, 2012
Secuencia “A los 400
años”
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