La complicada historia del Avemaría
La estructura íntegra
del Avemaría necesitó un milenio —del siglo VI al siglo XVI— para alcanzar su
actual forma y es la oración más conocida de todas
las que se emplean en la Iglesia Universal en honor a Nuestra Señora. Se dice comúnmente que la forman tres partes:
La
primera, “Ave (María) llena de gracia, el
señor es contigo, bendita eres entre todas las mujeres”, incorpora las
palabras que el Ángel Gabriel empleó para saludar a Nuestra Señora (Lucas
1:28).
La
segunda parte, “y bendito es el fruto de
tu vientre (Jesús)”, se ha tomado del saludo de Isabel (Lucas 1:42), y se
une con naturalidad a la primera parte. Se incorporó a la salutación muchos
siglos después y sin incluir el nombre de Jesús.
Por
último, la petición Santa María, Madre de
Dios, ruega por nosotros pecadores ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén,
se estableció oficialmente en el Catecismo del Concilio de Trento. Fue,
igualmente, una adición posterior que la consagró como plegaria.
Origen
Probablemente
las palabras maravillosas de la Salutación Angélica se hayan adoptado por parte
de los fieles tan pronto la devoción personal a la Madre de Dios se manifestó
en la Iglesia.
De
hecho, casi no hay rastro antes de 1050 que demuestre el uso del Avemaría como
una fórmula de devoción reconocida. Todas las evidencias sugieren que tomó su
lugar por ciertos versículos y responsorios que se presentan en el Pequeño
Oficio de Nuestra Señora, cuyo uso era promovído en esa época entre las
órdenes monacales.
La gran
colección de leyendas acerca de Nuestra Señora que comenzaron a elaborarse
desde inicios del siglo XII nos
demuestra que la Salutación Angélica o Salutación a Nuestra Señora comenzó a
prevalecer rápidamente como una devoción privada, aunque no hay mucha certeza
en que se acostumbrara incluir la cláusula “y bendito es el fruto de tu vientre”.
No
obstante, el Abad Balwin, un cisterciense que luego fue Arzobispo de Canterbury
en 1184, había escrito antes una especie de paráfrasis del Avemaría, la cual
dice: “A esta salutación del ángel […] hemos
acostumbrado añadir las palabras “y bendito es el fruto de tu vientre”,
Poco
después (circa 1196) encontramos el decreto sinodal de Eudes de Sully, Obispo
de París, en el cual exigía al clero que viese que “La Salutación a Nuestra
Señora” se diera a conocer entre sus feligreses, del mismo modo que el Credo y
el Padrenuestro”. La costumbre se fue extendiendo por todas partes.
El
Avemaría como salutación
Para
entender el desarrollo temprano de esta devoción hay que tener en cuenta que los primeros en usar esta fórmula
de devoción han reconocido que el Avemaría era una forma de saludo. Por lo
tanto, se volvió costumbre acompañar la recitación de las palabras con gestos
de reverencia, una genuflexión o por lo menos la inclinación de la cabeza.
Hay
registros del siglo XII en los cuales se describe que San Alberto recitaba 150 veces
el Avemaría diariamente, 100 con genuflexiones [es decir, se arrodillaba una
vez por cada Avemaría] y 50 con postraciones [se arrodillaba y además llevaba
la frente al suelo]. En muchas órdenes monacales se exigía el arrodillase al
recitar el Avemaría. Hay registros de algunos santos, por ejemplo la
monja dominica Santa Margarita (fallecida en 1292), hija del Rey de Hungría,
que en ciertos días recitaba el Avemaría 1,000 veces y se postraba 1,000 veces.
Este
concepto del Avemaría como una salutación explica en parte la práctica,
ciertamente anterior a la época de Santo Domingo, de repetir la salutación 150
veces sucesivamente.
En el
tiempo del Rey San Luis (siglo XIII) el Avemaría terminaba con las palabras de
Isabel: “benedictus fructus ventris tui”,
(bendito el fruto de tu vientre)
luego se extendió con la inclusión del Santo Nombre “Jesús”.
Con
respecto a la adición de la palabra “Jesús” o, como se decía en el siglo XV,
“Jesus Christus, Amen” [Jesucristo, Amén], se dice comúnmente que surgió como
iniciativa del Papa Urbano IV (1261) y la confirmación e indulgencia de Juan
XXII. Parece que la evidencia no es lo suficientemente clara como para
garantizar una afirmación en este aspecto. Pero, no hay duda que esta creencia
se difundió ampliamente a finales de la Edad Media.
El Avemaría como oración
Los
seguidores de la Reforma reprochaban frecuentemente a los católicos que el
Avemaría que se recitaba constantemente no era en sí una oración sino un
saludo sin petición. Parece que esta objeción ya se había planteado
antes, por lo tanto se volvió costumbre entre aquellos que recitaban el
Avemaría en privado le agregaran algunas cláusulas al final de la oración,
luego de las palabras “ventris tui Jesus”.
Al
comparar las versiones del Avemaría que existían en varias lenguas, por ejemplo
en italiano, español, alemán, provenzal, encontramos que hay una tendencia a
concluir la oración con una súplica por los pecadores y especialmente por el
socorro a la hora de la muerte. No obstante, hubo variedad en el modo de
formular dicha petición.
Al
final del siglo XV no se había definido oficialmente una forma de concluir la
oración, aunque hay una fórmula muy semejante a la que se emplea actualmente
denominada “la oración del Papa Alejandro IV”. Pero
para propósitos litúrgicos hasta el año 1568 el Avemaría terminaba con las
palabras “Jesús, Amén”.
Hallamos
el Avemaría tal como lo conocemos, impreso en el breviario de los monjes
camaldulenses y en el de la orden de los mercedarios alrededor de 1514. Ciertamente
se ha encontrado un Avemaría igual que el actual, salvo por la omisión de una
sola palabra, nostræ, y está
impresa en el encabezado de una pequeña obra de Savonarola publicada en 1495.
Incluso,
previo a este hallazgo se ve que se ha agregado una tercera parte al Avemaria
en una edición francesa del “Calendario de los Pastores” aparecido en 1493, el cual dice
“Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, Amén”.
Finalmente
el reconocimiento oficial del Avemaría en su forma completa se dio en el
breviario romano de 1568, aunque ya se había anunciado previamente en el
catecismo del Concilio de Trento, citado al principio de este artículo.
Nos
referiremos a otros aspectos del Avemaría muy brevemente. Hay que
notar que aunque actualmente entre los católicos se emplee la fórmula “El
Señor es contigo”, parece que esto se modificó muy recientemente. Hace apenas
un siglo [a principios del siglo XIX] se acostumbraba decir “Nuestro
Señor es contigo.
Hay que
notar que en algunas partes, sobre todo en Irlanda, aún persiste la impresión
de que el Avemaría está completo con la palabra Jesús. De hecho, el
escritor de este artículo [principios del siglo XX] se ha informado que entre
los que recuerdan algunos campesinos irlandeses era común que cuando se les
pedía rezar el Avemaría como penitencia, ellos preguntaban si debían rezar
también las “Santa María” [o sea, la segunda parte del Avemaría: “Santa María,
Madre de Dios…]
A
cuenta de su relación con el Ángelus, cuya hora era anunciada por las campanas
de las iglesias, se acostumbraba tallar en las campanas el Avemaría. Hay una
campana que lleva el Avemaría grabado con letras rúnicas (escritura de los antiguos escandinavos) en Eskild, Dinamarca, que data del año 1200 aproximadamente.
El Avemaría ha sido musicalizado innumerables
veces. Entre las versiones más famosas se encuentra la versión de Charles
Gounod
(1859), añadiendo música y letra a un preludio de Juan Sebastian Bach. Franz
Schubert compuso un conjunto de siete canciones para una versión
alemana del poema épico “La dama del lago”, cuya sexta canción es “¡Ave Maria, jungfrau
mild!” (¡Ave María, dulce doncella!). Fue publicada en el año 1826 y
posteriormente se sustituyó la letra por la oración latina, no estando claro
quién y cuándo se hizo. Esta pieza es una de las más populares de Schubert y ha
sido versionada más de 800 veces.
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