4 de mayo de 2017

LA COMPLICADA HISTORIA DEL AVEMARÍA


 
La complicada historia del Avemaría

La estructura íntegra del Avemaría necesitó un milenio —del siglo VI al siglo XVI— para alcanzar su actual forma y es la oración más conocida de todas las que se emplean en la Iglesia Universal en honor a Nuestra Señora.  Se dice comúnmente que la forman tres  partes:

La primera, “Ave (María) llena de gracia, el señor es contigo, bendita eres entre todas las mujeres”, incorpora las palabras que el Ángel Gabriel empleó para saludar a Nuestra Señora (Lucas 1:28).

La segunda parte, “y bendito es el fruto de tu vientre (Jesús)”, se ha tomado del saludo de Isabel (Lucas 1:42), y se une con naturalidad a la primera parte. Se incorporó a la salutación muchos siglos después y sin incluir el nombre de Jesús. 

Por último, la petición Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén, se estableció oficialmente en el Catecismo del Concilio de Trento. Fue, igualmente, una adición posterior que la consagró como plegaria.  

Origen
Probablemente las palabras maravillosas de la Salutación Angélica se hayan adoptado por parte de los fieles tan pronto la devoción personal a la Madre de Dios se manifestó en la Iglesia.

De hecho, casi no hay rastro antes de 1050 que demuestre el uso del Avemaría como una fórmula de devoción reconocida. Todas las evidencias sugieren que tomó su lugar por ciertos versículos y responsorios que se presentan en el Pequeño Oficio de Nuestra Señora, cuyo uso era  promovído en esa época  entre las órdenes monacales.

La gran colección de leyendas acerca de Nuestra Señora que comenzaron a elaborarse desde inicios del siglo XII  nos demuestra que la Salutación Angélica o Salutación a Nuestra Señora comenzó a prevalecer rápidamente como una devoción privada, aunque no hay mucha certeza en que se acostumbrara incluir la cláusula “y bendito es el fruto de tu vientre”.

No obstante, el Abad Balwin, un cisterciense que luego fue Arzobispo de Canterbury en 1184, había escrito antes una especie de paráfrasis del Avemaría, la cual dice: “A esta salutación del ángel […] hemos acostumbrado  añadir las palabras “y bendito es el fruto de tu vientre”,  

Poco después (circa 1196) encontramos el decreto sinodal de Eudes de Sully, Obispo de París, en el cual exigía al clero que viese que “La Salutación a Nuestra Señora” se diera a conocer entre sus feligreses, del mismo modo que el Credo y el Padrenuestro”. La costumbre se fue extendiendo por todas partes. 

El Avemaría como salutación
Para entender el desarrollo temprano de esta devoción hay que tener en  cuenta que los primeros en usar esta fórmula de devoción han reconocido que el Avemaría era una forma de saludo. Por lo tanto, se volvió costumbre acompañar la recitación de las palabras con gestos de reverencia, una genuflexión o por lo menos la inclinación de la cabeza.

Hay registros del siglo XII en los cuales se describe que San Alberto recitaba 150 veces el Avemaría diariamente, 100 con genuflexiones [es decir, se arrodillaba una vez por cada Avemaría] y 50 con postraciones [se arrodillaba y además llevaba la frente al suelo]. En muchas órdenes monacales se exigía el arrodillase al recitar el Avemaría.  Hay registros de algunos santos, por ejemplo la monja dominica Santa Margarita (fallecida en 1292), hija del Rey de Hungría, que en ciertos días recitaba el Avemaría 1,000 veces y se postraba 1,000 veces.

Este concepto del Avemaría como una salutación explica en parte la práctica, ciertamente anterior a la época de Santo Domingo, de repetir la salutación 150 veces sucesivamente.

En el tiempo del Rey San Luis (siglo XIII) el Avemaría terminaba con las palabras de Isabel: “benedictus fructus ventris tui”, (bendito el fruto de tu vientre) luego se extendió con la inclusión del Santo Nombre “Jesús”.  

Con respecto a la adición de la palabra “Jesús” o, como se decía en el siglo XV, “Jesus Christus, Amen” [Jesucristo, Amén], se dice comúnmente que surgió como iniciativa del Papa Urbano IV (1261) y la confirmación e indulgencia de Juan XXII. Parece que la evidencia no es lo suficientemente clara como para garantizar una afirmación en este aspecto. Pero, no hay duda que esta creencia se difundió ampliamente a finales de la Edad Media.

El Avemaría como oración
Los seguidores de la Reforma reprochaban frecuentemente a los católicos que el Avemaría que se recitaba constantemente  no era en sí una oración sino un saludo sin petición.   Parece que esta objeción ya se había planteado antes, por lo tanto se volvió costumbre entre aquellos que recitaban el Avemaría en privado le agregaran algunas cláusulas al final de la oración, luego de las palabras “ventris tui Jesus”.

Al comparar las versiones del Avemaría que existían en varias lenguas, por ejemplo en italiano, español, alemán, provenzal, encontramos que hay una tendencia a concluir la oración con una súplica por los pecadores y especialmente por el socorro a la hora de la muerte. No obstante, hubo variedad en el modo de formular dicha petición.

Al final del siglo XV no se había definido oficialmente una forma de concluir la oración, aunque hay una fórmula muy semejante a la que se emplea actualmente denominada “la oración del Papa Alejandro IV”.   Pero para propósitos litúrgicos hasta el año 1568 el Avemaría terminaba con las palabras “Jesús, Amén”.  

Hallamos el Avemaría tal como lo conocemos, impreso en el breviario de los monjes camaldulenses y en el de la orden de los mercedarios alrededor de 1514. Ciertamente se ha encontrado un Avemaría igual que el actual, salvo por la omisión de una sola palabra, nostræ, y está impresa en el encabezado de una pequeña obra de Savonarola publicada en 1495.

Incluso, previo a este hallazgo se ve que se ha agregado una tercera parte al Avemaria en una edición francesa del “Calendario de los Pastores” aparecido en 1493,  el cual dice “Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, Amén”.

Finalmente el reconocimiento oficial del Avemaría en su forma completa se dio en el breviario romano de 1568, aunque ya se había anunciado previamente en el catecismo del Concilio de Trento, citado al principio de este artículo.

Nos referiremos a otros aspectos del Avemaría muy brevemente. Hay que notar que aunque actualmente entre los católicos se emplee la fórmula “El Señor es contigo”, parece que esto se modificó muy recientemente. Hace apenas un siglo [a principios del siglo XIX] se acostumbraba decir “Nuestro Señor es contigo.

Hay que notar que en algunas partes, sobre todo en Irlanda, aún persiste la impresión de que el Avemaría está completo con la palabra Jesús. De hecho, el escritor de este artículo [principios del siglo XX] se ha informado que entre los que recuerdan algunos campesinos irlandeses era común que cuando se les pedía rezar el Avemaría como penitencia, ellos preguntaban si debían rezar también las “Santa María” [o sea, la segunda parte del Avemaría: “Santa María, Madre de Dios…]

A cuenta de su relación con el Ángelus, cuya hora era anunciada por las campanas de las iglesias, se acostumbraba tallar en las campanas el Avemaría. Hay una campana que lleva el Avemaría grabado con letras rúnicas (escritura de los antiguos escandinavos) en Eskild, Dinamarca,  que data del año 1200 aproximadamente.  

El Avemaría ha sido musicalizado innumerables veces. Entre las versiones más famosas se encuentra la versión de Charles Gounod (1859), añadiendo música y letra a un preludio de  Juan Sebastian Bach. Franz Schubert compuso un conjunto de siete canciones para una versión alemana del poema épico “La dama del lago”, cuya sexta canción es “¡Ave Maria, jungfrau mild!” (¡Ave María, dulce doncella!). Fue publicada en el año 1826 y posteriormente se sustituyó la letra por la oración latina, no estando claro quién y cuándo se hizo. Esta pieza es una de las más populares de Schubert y ha sido versionada más de 800 veces.
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