11 de abril de 2017

CAJITAS DE MÚSICA

Cajitas de Música
Ana Dolores García

En estos tiempos la música acaricia nuestro oído y nuestro espíritu de mil formas distintas, no limitadas a las salas de concierto. Estas, claro, todavía existen. Es mas, plazas y estadios se han convertido actualmente en inmensas salas de conciertos. Tan grandes son,  que deben contar con pantallas adicionales para que los concertistas puedan ser distinguidos por la multitudinaria audiencia.

También en estos tiempos disfrutamos música en pasta, almacenada y clasificada según estilos y gustos, en increíbles y diminutos mp3, Ipods o Ipads que llevamos en bolsillos o bolsos y que podemos enchufar a unos imponentes audífonos adosados a nuestras orejas mientras hacemos el cotidiano ejercicio de caminar o pedalear en la bicicleta estática.

Además, esas previas grabaciones de artistas y orquestas internacionales nos pueden llegar no solo a  través de la radio -en casa o mientras conducimos-, sino que incluso las podemos escuchar y no necesariamente conectadas por la radio, porque muchas de esas emisoras radiales se han agenciado unas páginas virtuales llamadas webs y la música navega en ellas por el espacio cibernético, para amenizarnos el tiempo que gastamos frente al ordenador.

Un simple ejemplo: en el sur de la Florida, hace mas de dos años dejó de trasmitir la única radioemisora de música clásica. Verdaderamente deplorable, pero no irremediable, gracias a  la página webListen live WETA” desde Washington.   

 Desde luego que para poder alcanzar esta amplia difusión que gozamos en nuestros días, la música ha tenido que recorrer un largo periplo, comenzando por salir de las paredes de los salones de palacios o residencias fastuosas y de las salas de conciertos.

Todo comenzó  escuchándose con un sonido metálico que facilitó su disfrute a gentes modestas que no podían sufragar la interpretación “en vivo”.  Relojes musicales, cajas de música, cilindros, discos, pianolas, fonógrafos, megáfonos, cintas (casetes), discos de vinil. discos de 33 revoluciones, sonido estereofónico, discos compactos(CD)… Es interesantísimo descubrir el proceso de esos adelantos paulatinos que nos permiten disfrutar de la música a través de una reproducción de excepcional calidad.

El origen de toda esta evolución debida al ingenio humano, estuvo en el novedoso diseño de un reloj de bolsillo musical hace ya más de dos siglos. Su creador fue un relojero suizo llamado Antoine Favre-Salomon, que lo fabricó en 1796 adicionándole un mecanismo para la música, y desde entonces se le considera como el inventor de la caja de música.


Nos referiremos solamente a esas encantadoras cajitas de música que aun hoy se conservan como joyas preciadas del pasado y con un alto valor sentimental como recuerdo de alguna abuela, de una madre, o, porque no, como una simple pieza con musiquita agradable que adquirimos tal vez en alguna tienda de suvenires, y que ha devenido en recuerdo de un viaje feliz. Cajitas que pueden ser pequeños joyeros o confidentes de perfumadas cartas de amor enlazadas con una cinta de seda.        

El mecanismo de esas hermosas y artísticas “cajitas de música”, es casi el mismo, o descendiente directo, del ingeniado por Favre en su taller de Ginebra o de los pintorescos relojes “cucos” tan característicos de Alemania y Austria. En efecto, el sonido  de aquel original reloj musical y de los que le sucedieron era producido por medio de unos remaches que se “peinaban” sobre un disco plano   

¿Se nos ha ocurrido alguna vez escuchar las vibraciones de un peine cuando movemos con una uña las terminaciones de sus púas? Cada una de ellas emitirá un sonido distinto. Del mismo modo, Fevre obtenía notas distintas con aquellas placas segmentadas y por ello al mecanismo se le aplicó la palabra  “peinar”.  Aproximadamente treinta años después comenzaron a surgir los cilindros sustituyendo las placas planas, y la industria de la música metálica  recibió un impulso que dio lugar a un crecimiento imparable.    

Pero las cajitas actuales, leales a un romanticismo decimonónico y
cargadas de nostalgias, continuaron también  fieles a la creación de Favre y producen -aun hoy- su música con un mecanismo en miniatura de remaches, que emiten sonido lo mismo en un cilindro giratorio que en un disco al ser tocados -peinados-  por un cepillo de metal.  Es así que a través de un delicado tintineo, bien estudiado e implementado, podemos distinguir la fascinante melodía de la canción de Bethoven “para Elisa”, o de la Canción de Cuna de Brahms o, si se prefiere un tema religioso, la del Ave María de Schubert, entre otras muchas.

Cajitas de música: verdaderos tesoros que guardamos con cariño por ser recuerdo vivo de seres queridos.  

Concluimos. Para ello basta este  interesante artículo aparecido hace años en el periódico El Mundo, de Madrid:

“El tiempo, entre tantísimos defectos, tiene la virtud de convertir la quincalla cotidiana del pasado en blanco y negro, en algo extraordinario y desconocido en este mundo en color. Pero si en el pretérito el objeto tenía ya esa condición de singular, en el presente adquiere por derecho propio la condición de verdadera joya. Víctor Novo, anticuario presente en una feria de antigüedades, mostraba con orgullo uno de esos tesoros de los que vale la pena conocer su historia.

Se trata de una caja de música de finales del siglo XIX y de fabricación inglesa que pasa por ser el objeto más preciado de su nutrido expositor. Durante la entrevista con el vendedor, el suave tintineo de su rudimentaria maquinaria interpreta hasta diez canciones.  La pequeña joya vale 1.900 euros, aunque siempre son negociables, como casi todo en un mercadillo de antigüedades. Con ese dinero se podrían adquirir casi 100 reproductores de mp3 que procurarían, a razón de 200 canciones por gigabyte de memoria, música suficiente con la que alcanzar el próximo cambio de siglo….”  

Pero no sonarían igual.

El funcionamiento de una caja de música en un sencillo vídeo:

https://www.xatakaciencia.com/tecnologia/el-funcionamiento-de-una-caja-de-musica-en-un-sencillo-video

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