El descanso de los Reyes Magos
en Colonia
Rosalía Sánchez, abc.es
Seguramente
debido a que las patas de los camellos no soportan el agreste suelo de los
bosques centroeuropeos, los Reyes Magos no pasan por Alemania. En alemán no hay
una palabra para decir «cabalgata» y los pobres niños alemanes van hoy al
colegio, como otro día cualquiera. Es cierto que a los niños católicos confesos se les permite faltar a las clases sin
ser sancionados por ello, en virtud de la libertad de culto, pero esta
noche no ha habido regalo alguno junto a sus zapatos y la ilusión de la
festividad no es comparable a la que disfrutan los afortunados niños españoles.
Esta diferencia quedaría en una más de tantas si no fuera porque, después de la
ajetreada noche de reparto, los Reyes
Magos regresan cada año a descansar a Colonia, ciudad alemana a orillas del Rin
en cuya catedral se custodian las sagradas reliquias.
El viaje de
los Reyes Magos hasta Colonia comenzó en el año 300 de nuestra era, cuando la
emperatriz Elena, madre del emperador romano Constantino, investigaba en los
Santos Lugares en busca de los restos físicos de la fundación del Cristianismo.
Según los archivos, fue en Saba donde consiguió reunir de nuevo a Melchor,
Gaspar y Baltasar y ordenó el traslado de sus restos a Constantinopla, la
actual Estambul, donde permanecieron durante tres siglos en una capilla
ortodoxa.
En tiempos de
la Segunda Cruzada, el obispo de Milán, San Eustorgio, religioso noble de
origen helénico, visitó Constantinopla para que el emperador le permitiera
aceptar su reciente nombramiento. El emperador no solo dio su consentimiento,
sino que le hizo, además, un regalo inolvidable: las veneradas reliquias.
Para
trasladarlas, adquirió dos robustos bueyes y un carro, hizo cargar sobre éste
el sarcófago de granito y emprendió un viaje que acabó envuelto en leyendas.
Una de ellas relata que la misma
estrella que mostró el camino de Belén, resplandecía en la ruta de San
Eustorgio. Otra cuenta que, al cruzar los Balcanes, un lobo hambriento
atacó y desgarró a uno de los bueyes. San Eustorgio, que para eso era santo,
dominó a la fiera y la unció al yugo vacante, de forma que, a fuerza de látigo,
el lobo salvaje se transformó en lobo de tiro y San Eustorgio llegó a Milán en
un carro tirado por un buey exhausto y un lobo manso.
Y allí fue
donde las encontró en 1.164 el emperador del Sacro Imperio Germánico Federico
Barbarroja, que en sus guerras de conquista saqueó esta ciudad junto a buena
parte del norte de Italia, y las llevó consigo hasta Colonia protegidas por uno
de los mayores dispositivos de seguridad de la Edad Media. Que las reliquias fueron trasladadas de
Milán a Colonia es un hecho histórico y fue considerado por la ciudad como un
gran honor y una inversión muy rentable. Adquirir un tesoro de la Cristiandad
como este en el siglo XII garantizaba un empujón sostenible a la economía y
miles de peregrinos comenzaron a llegar a Colonia llamados por la fascinación
que hasta hoy han seguido ejerciendo los personajes bíblicos.
En 1.248, con
Colonia convertida ya en un centro internacional de peregrinación, se dio
inicio a las obras de una catedral que estuviese a la altura de tal tesoro.
Hoy, dicha catedral, cuya construcción duró más de 600 años, es uno de los
monumentos góticos más impresionantes de Europa y una de las 10 iglesias más
grandes del planeta. El relicario en
forma de basílica tiene proporciones gigantescas para esta clase de urnas: 2,20
metros de longitud de oro y plata macizos, esmaltes y joyas de incalculable
valor. Fue realizado por el mejor artista francés de la época, Nicolás
Verdún, y los maestros orfebres de Colonia la terminaron hace 800 años.
Dentro del
relicario reposan los cráneos atribuidos a Melchor, Gaspar y Baltasar, en tres
cajas forradas de terciopelo y brocado, cada uno de ellos envuelto en la seda
más fina y protegidos por un sarcófago de 350 kilos de oro, plata y vermeil
(una mezcla de metales preciosos), incrustaciones con piedras preciosas,
esmaltes y figuras de marfil ricamente adornadas que representan a la Virgen
María, a los Reyes Magos y a los profetas.
Inspirados en esa presencia, muchos niños en Colonia salen hoy a la calle
a cantar villancicos, puerta por puerta. Se llaman “Sternsinger” (cantores de la estrella) y practican algo
parecido a lo que nosotros llamamos pedir el aguinaldo. Disfrazados de Reyes
Magos, recaudan propinas que emplean para obras de caridad destinadas a niños
necesitados. Para no llamar dos veces a la misma casa o negocio, escriben con
tiza en la entrada de los hogares generosos la leyenda: “20 * C + M + B + 17”
que son las iniciales de Christus Mansionem Benedicat, más el año en curso. La
tradición se extiende a otras ciudades, especialmente en el sur de Alemania, y
en 2016 un total de 477 grupos de Sternsinger recaudaron 3.339.495,01 euros
gestionados por la organización católica “Acción de los Tres Reyes Magos” y que
constituyen la prueba evidente de que los Reyes Magos, incluso en los países
que no celebran su fiesta como Alemania, continúan ejerciendo su labor.
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