16 de febrero de 2015

Nelson in love: sus cartas a Lady Hamilton

Nelson in love:
las cartas a Lady Hamiton

Jesús García Calero

La de Horatio Nelson y Emma Hamilton es una de las historias románticas más conocidas de la historia. Él, egregio marino y héroe nacional inglés, ya antes de Trafalgar tras sus victorias en el Nilo (1798) y Copenhague(1801) estaba casado con Frances Nesbit, la pobre Fanny a la que, sin embargo Nelson siempre quiso, aunque le aburría y su matrimonio fue un estrepitoso fracaso. Porque la pasión que sintió por Emma, esposa del embajador británico en Nápoles, entró en su vida como un volcán, para quedarse. Lady Hamilton era fascinante, bella y divertida. Había triunfado en sociedad al inventar un postureo mitológico, disfrazándose de figuras del pasado y tratando de gesticular hasta que un público noble propio de los mejores salones europeos, adivinaba a quién estaba representando o de quién se trataba. Ariadna, Cassandra, una bacante… Era el juego perfecto para enamorar y ser pintada, como tantas veces lo fue por George Romney, de quien fue musa total.  

«No puedo comer ni dormir pensando en ti, mi amor más querido, yo nunca toco ni el postre. Ayer por la noche no hice nada más que soñar contigo y me desperté 20 veces en la noche. En uno de mis sueños pensé que estaba en una mesa grande, no estabas presente, sentado entre una princesa que detesto y otra persona. Ambas intentaron seducirme y la primera deseaba tomarse conmigo esas libertades que ninguna mujer en este mundo se tomó y tú siempre. Entonces entraste y abrazándome susurraste ‘a nada amo salvo a ti, mi Nelson. Te besé fervientemente y disfrutamos la cima del amor.» Así es la intimidad de sus cartas de amor.

Pero en 1804, apenas un año y medio antes de vencer y morir en Trafalgar el gran marino inglés vivía momentos angustiosos: llevaba sin ver a su amada, ni a Horatia, la hija que ambos habían tenido, demasiado tiempo, y el servicio se le hacía cada día más difícil. «No estoy bien: debería descansar unos meses, incluso si la patria me necesita, algo que no creo», escribe en julio de 1804. No dudaba en expresarlo e incluso pedir el relevo.  

Tras la batalla del Cabo de Santa María, España e Inglaterra entran en guerra. El 23 de noviembre, Nelson escribe a Emma: «Como todas las comunicaciones con España se han cortado, solo puedo esperar saber de mi muy querida Emma por el lentísimo correo de los barcos del Almirantazgo. Y hace más de dos meses que John Bull partió. Algo debe haber ocurrido, porque no me tendrían tanto tiempo a oscuras.»  

Pronto recibe nuevas: «Tengo todo el Mediterráneo asignado como lugar de trabajo» y se lamenta que “si tuviera tropas a mi disposición en Malta, en Menorca ya estaría ondeando la bandera inglesa”. Pero sigue quejándose: «¿Dónde está mi relevo? Ya no me sorprende lo más mínimo que no llegue. Una guerra con España debería haber acelerado las cosas. Pero creo que los ministros ni se imaginan que quiero dejar el servicio. Toda mi vida da pruebas de lo contrario. Y si me lo negasen ahora seguramente dejaré este destino en marzo o abril. Porque tengo que descansar unos meses y pronto. Si termino en la tumba ¿qué son para mí las minas de Perú? Pero para ser sincero, no tengo idea ni ganas de morir. Debo servir con primor al Estado. Pero mi tos es fatal y el costado en el que me golpeé el pasado 14 de febrero está muy hinchado. A veces me sale un bulto provocado por la tos violenta, tan grande como mi puño. Pero creo que mis pulmones están bien…»

La situación del amante, hastiado y enfermo, sin posibilidad de comunicarse a menudo es comprensible. Aun así le dice a Emma: Solo tengo que rogarte que no creas ningún rumor ocioso sobre batallas ni nada”

Pasan los meses. Nelson sigue embarcado. No se producen cambios en su desesperanza. Sueña con una vida diferente, con el retiro. A veces fantasea con volver a Merton, con Emma y Horatia, la hija de ambos. Llega marzo y aún no hay relevo. Las cosas del Almirantazgo van despacio. El 9 de marzo de 1805 escribe:  «Te aseguro, Emma, que no hay nada más miserable, o infeliz, que tu pobre Nelson. Desde el 19 de febrero hemos estado batiendo desde Malta a las cercanías de Palma, frente a la que estoy fondeado ahora mismo. El viento y el mar han sido tan malos, tan contrarios. Pero no puedo hacer nada, y nadie en toda la flota puede sentir lo que yo. Para colmo de males, el capitan Layman llegó ayer pero no en su bergantín, sino en un correo español, porque naufragó cerca de Cádiz y perdió todos los despachos, las órdenes y las cartas. Entenderás mi decepción. Es que desde el 2 de noviembre no he recibido una línea de Inglaterra. Layman asegura que las cartas y documentos se hundieron, que nadie las verá emerger; pero como no las arrojaron por la borda antes de que el barco chocase contra las rocas me da mucho miedo que hayan caído en manos del enemigo

Para mayor desesperación, continúa: «Sé, mi querida Emma, que quejarse sería en vano; pero ardo en deseos de reunirme con mis amigos después de dos años de tan duro servicio. ¡Qué tiempo! Nunca habría imaginado posible estar tanto tiempo ausente, indispuesto e incómodo en tantos aspectos. Sin embargo, calculo que si la flota francesa no se hace a la mar este verano, volveré seguramente a mi querida Inglaterra y a mi miles de veces más querido Merton. Que el cielo te bendiga, Emma mía».

En las cartas a Emma es habitual que Nelson se preocupe por la hija de ambos, Horatia. En Mayo de 1805, informa a Lady Hamilton de que ha pedido a la Sra. Gibson que cuide de ella (por 20 libras al año) bajo la protección de Emma. Justo antes de la batalla de Trafalgar, también escribió a su hija, para enviarle su bendición: “Mi más querido Ángel, fui muy feliz por el placer de haber recibido tu carta de 19 de septiembre, y me hace feliz saber que eres tan buena niña y quieres tanto a Lady Hamilton, cuyo amor por ti es máximo. Dale un beso de mi parte. Las flotas combinadas del enemigo van a salir de Cádiz, según las informaciones disponibles y por ello quiero contestar tu carta para decirte que estás en el lugar más importante de mis pensamientos. Estoy seguro de que tus oraciones por mi seguridad y pronto regreso a Merton junto a ti y nuestra querida Lady Hamilton serán oídas. Sé una buena chica, cumple lo que la señorita Connor te dice. Recibe, mi querida Horatia, la afectuosa bendición paternal de tu padre,»  Y firma como siempre: Nelson and Bronte.

La última carta que Nelson envió a Emma antes de la batalla pone fin a esa relación epistolar de uno de los amores más románticos de la historia. Escrita desde el Victory, dos días antes de la batalla de Trafalgar, dice así: «Mi amadísima Emma, la más querida amiga de mi corazón, la señal ha sido hecha de que las flotas combinadas enemigas van a salir del puerto. Tenemos muy poco viento así que no tengo esperanzas de encontrarlos antes de mañana. Que el Dios de las Batallas corone mis Esfuerzos con éxito en todos los hechos Cuidaré de que mi nombre siempre el más querido para ti y para Horatia a las que quiero tanto como a mi propia vida, y como mi última carta antes de la batalla será para ti, espero en Dios que sobreviviré para escribir el final de mi carta después de la”… [batalla]  

 El resto es conocido. Nelson venció en Trafalgar y la batalla consolidó el dominio inglés de los mares y, lo que es más importante, espantó para siempre de Inglaterra los temores a una invasión de Napoleón  en las islas.

 La muerte cercenó las ansias del amante de reunirse con Lady Hamilton en Merton. Murió de un disparo y su cadáver regresó a Londres dentro de un tonel para conservarlo hasta uno de los funerales más impresionantes de la historia.  Héroe nacional desde entonces, y un gran marino para la historia universal.

A pesar de que  mientras permanecía herido, a punto de morir, expresó sus esperanzas de que alguien cuidara de Emma, lo mismo que había tratado de hacer en sus cartas a Alexander Davison, el destino burló su voluntad heroica y Emma murió en la pobreza, alcoholizada, rechazada por la sociedad, en total soledad, en 1815. La estricta moral de la sociedad victoriana no reconoció el gran amor de Nelson y Lady Hamilton hasta pasadas varias décadas. Pero aquellos corazones tienen en sus cartas el más fidedigno retrato de la pasión que dio sentido a sus vidas.

Editado de abc.es

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