16 de febrero de 2015

Los regalos de Obama


Los regalos de Obama

Andrés Reynaldo

Si ayer los demócratas cubanos estaban solos, hoy podemos conjeturar que vamos a seguir muy solos. Quizás por un buen rato. El restablecimiento de relaciones con Estados Unidos puede haber asegurado la transición dinástica de la dictadura, que ya tiene posicionadas a su segunda y tercera generación en los puestos de mando de la política y la economía. “¡Ahora sí que ganamos la guerra!”, exclamó Raúl Castro ante la Asamblea Nacional parafraseando a Fidel en otra lejana circunstancia. No tanto, Raúl, pero sí ganaste una importante batalla.

Por más de medio siglo, la renuencia de Estados Unidos a aceptar la dictadura castrista marcó una posición condenatoria en la arena internacional. De esa raya en la arena se aferró la oposición interna y externa frente a las habituales indiferencia de Europa y el compadrazgo de la mayoría de los gobiernos latinoamericanos. Un gesto político que servía de asidero moral. Esta vez, una ola (parece que es la ola del olvido) ha borrado la raya. En el momento de su decrepitud, los Castro reciben un segundo aire. Con las variantes propias de la época, Washington les ayudará a convertirse en los Somoza.

Corridas las cortinas, vemos el entramado. Más de año y medio de negociaciones conducidas desde la parte estadounidense por gente con muy poco conocimiento y mucho menos afecto por el pueblo cubano. En ese período Raúl definió el marco protector de sus intereses. Una ley del embudo sobre las inversiones extranjeras y la actividad privada que deja a la gente de a pie las desventuras del cuentapropismo y promete a la élite la vida loca del capitalismo salvaje. Todo lo demás es decorado.

El modelo raulista es de una represiva perfección cleptocrática. Sus iguales no están en las dictaduras colegiadas de China y Vietnam, ni siquiera en la mafiosa Rusia de Putin, sino en las dinastías postcomunistas de Africa: Angola, República del Congo, Guinea Ecuatorial, por citar. A diferencia de estas, cuenta en su fase de arranque con una amplia red de agentes de influencia, poderosos empresarios (algunos de ellos cubanoamericanos) y líderes congresionales en Estados Unidos. Cuenta, además, con el empuje de una exótica coalición: los grandes intereses de Washington y el ala izquierda del Partido Demócrata. Unos lavan sus crímenes en nombre del progreso y otros en nombre de la distensión.

Ninguneada por el presidente Barack Obama, la oposición interna gana, eso sí, el beneficio de la claridad total. Ya no puede llamarse a engaño. Todas las recetas que se le proponen apuntan a facilitarle tiempo, dinero y prestigio a la dictadura. Hasta la misma tesis de que Obama le ha hecho un regalo envenenado a Raúl es una invitación a cruzarse de brazos. El tren de los cambios pasará de largo por la estación del estado de derecho. No veo a General Motors, a Caterpillar y al Chase amenazando con cerrar negocio por una pateadura a las Damas de Blanco.

En el exilio, la categoría de los celebrantes no permite dudas de estar viviendo un humillante y retrógrado punto de inflexión en nuestra historia, preñado de desmemoria, deshonor y codicia. Con todo, merecemos sufrir el ruidoso ascenso de esta comparsa de la esclavitud. Estamos enfermos del pusilánime prurito de ser tolerantes frente a un mal radical. Por eso les dimos un sagrado lugar en el debate y nos inhibimos de quebrar a sangre y fuego el diálogo con aquellos que cortan orejas y arrancan lenguas. Hemos sido así de mansos y obtusos que hoy son esos mercaderes de la reconciliación quienes se presentan ante el mundo como los legítimos representantes de una “diáspora” ansiosa de complacer a los verdugos de la nación.

A propósito de la visita papal que nuestra Iglesia Católica le regaló a Fidel y Raúl en marzo del 2012, el líder del Movimiento Cristiano Liberación, Oswaldo Payá Sardiñas, alertó sobre la inminencia del Cambio Fraude. Un cambio sin derechos para el pueblo, con la inserción de poderosos intereses que escamotean la democracia y la soberanía. Ah, y con el concepto de una “oposición leal”, salido del taller de trucaje de la brigada de respuesta laica del cardenal Ortega. Cinco meses después, Payá fue asesinado. Triste hora para Cuba si al hablar de la decencia, la justicia y la libertad, el eco de los muertos se oye más alto que la voz de los vivos.

Reproducido de El Nuevo Herald

1 comentario:

  1. ¿Por qué insistimos en las frases hechas y las ideas repetidas hasta el aburrimiento? Espero que no sea porque no podemos entender otra cosa. Nos hemos declarado impotentes... que lo resuelvan otros. Decimos: "Allá utilizan la fuerza"; "Aquí todo está permitido pero nada se puede".

    Además, anímicamente, estamos vacíos. Facta non verba.

    www.gate.net/~joachim/

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