25 de febrero de 2014

¿NADIE SABÍA?

¿Nadie sabía..?
  
El siguiente artículo dice verdades muy duras. Durísimas. Lo escribe una cubana, precisamente hija del más longevo y malvado dictador que hayamos padecido los cubanos.

Pero lo que escribe Alina Fernández Revuelta crea  un boomerang que al lanzarlo nos rebota,  porque los cubanos tampoco quisimos enterarnos de quiénes eran en realidad los que al alborear el 59 se adueñaron de las riendas del poder en Cuba. Y mucho menos prestamos oído a lo que se decía sobre sus verdaderos propósitos.

Los que más pensaban y sabían, decían a gritos que la revolución era como una sandía: verde por fuera y roja por dentro. Ellos, que proclamaban haber llegado para hacer una Cuba más justa, ripostaban jurando que esa corteza era tan verde como las palmas. Y los creímos y nos conformamos.  Crearon y atizaron el odio a todos los que no lo creyeran y se rebelaran.  Nos decían que a nuestro pueblo durante años  lo habían “casado” con la mentira, y  fueron ellos los que cazaron” a nuestro pueblo con la mentira, haciéndonos creer que el mundo se hundiría  si nos enfrentábamos a la verdad que nos ofrecían.

El pueblo no reconoció, no supimos hacerlo, en Fidel Castro al gánster universitario que siempre había sido. Ni que el che Guevara era un aventurero comunista, ni que los hermanos Cienfuegos también lo eran, ni que Raúl Castro pertenecía a la Juventud Comunista y asistía a sus congresos internacionales. Todo eso se advirtió a su tiempo, pero la masa popular no lo escuchó, no lo creyó. Estaba embriagada.

Y es que todos los pueblos de la América hispana padecemos  la misma superficialidad política y mismo desenfado, y por eso es que nos pasamos la vida cambiando de dictadores o gobiernos venales.

Cuando Fidel Castro en diciembre de 1961 declaró enfáticamente al pueblo  que era marxista leninista y que siempre lo sería, ya era demasiado tarde para sacudírselo. Ya la sangre de los mártires había salpicado demasiados paredones.   (adg)

¿Nadie sabía..?

Alina Fernández Revuelta

El grito provoca una emoción agridulce, no puedo definirla. “Cubanos Go Home”, es el clamor de las calles venezolanas en estos días. Pero ese grito, que es el de los jóvenes de hoy, tenía que haber sido el de sus abuelos, sus padres y maestros, tenía que haber sido el de los jóvenes de ayer. Los estudiantes que están protestando hoy, están pagando la confusión, el desinterés o la ignorancia de las generaciones que los precedieron. 

Los muchachos que están echando este pulso desigual, tan indefensos, tan desconocedores de la crueldad y la irreverencia de su adversario (su propio gobierno), no votaron para elegir como presidente a Hugo Chávez.

Fueron sus abuelos, sus padres o maestros quienes lo hicieron. Ellos son los que tenían que haber gritado, hace muchos años, “Cubanos, Go Home”. Porque los cubanos no están en Venezuela desde 1999. Están ahí desde los años 60, lo sabemos por innumerables testimonios de exguerrilleros como Américo Martin, fundador del Movimiento de Izquierda Revolucionaria. Lo sabemos por Douglas Bravo, quien dirigía por entonces a una agrupación guerrillera diferente. Martin viajó a Cuba en cuanto triunfó la revolución para reunirse con los hermanos Castro, que con su habitual estrategia, deben haberlo convencido de unirse a Douglas Bravo.

Es sabido que Fidel Castro ha seguido la misma pauta con todas las agrupaciones guerrilleras de América Latina. Una oposición coherente y cohesionada es lo que siempre ha exigido Cuba a cambio de apoyo subversivo. Venezuela tenia, pues, su propia guerrilla. De alguna manera, Martin y Bravo acabaron en simbiosis. Así se unieron el MIR y el Partido de la Revolución Venezolana para conformar el Frente de Liberación Nacional (FALN-FLN).

Ya sé que los nombres y las siglas le añaden densidad a la anécdota, pero es imposible ignorar esta fusión, que fue la condición que impuso Castro a cambio de su ayuda. Martin, Bravo y otros guerrilleros de aquel entonces se han cansado de hacer estas denuncias.

 Pero los conversos nunca han inspirado confianza: dos procastristas que cambian de opinión y bando, han tropezado el resto de sus vidas con oídos sordos. Debe ser por eso que tanta gente votó por Chávez, por no creer en la sinceridad de los conversos. ¿Será que se olvidaron de su propia historia esos que lo eligieron? Veo a esos niños sentados en las calles y me pregunto: ¿Quiénes son los verdaderos responsables?

 Posiblemente los abuelos, padres o maestros de estos adolescentes en las calles, además de olvidarse del FALN-FLN, tampoco oyeron hablar jamás de un tal Arnaldo Ochoa. Y si lo oyeron mencionar alguna vez, probablemente fue cuando lo fusilaron en Cuba, un día cualquiera de julio de 1989. Sin embargo, cuando Martin y Bravo se pusieron de acuerdo, ya hacía meses que Ochoa, por ese entonces todavía capitán, estaba operando en Venezuela. Se dice que allí fue su bautismo de fuego. En todo caso, su primera intervención armada fue la tristemente célebre emboscada de Cerro Atascadero. Al año siguiente, en 1967, estaba al frente de la segunda emboscada a efectivos del ejército, en el Mortero. 

El capitán Ochoa regresó a la isla cubierto en honores. Gracias a sus andanzas haciendo la guerra por el mundo, fue ascendido a general y Héroe de la República de Cuba. Para ir a dar frente a un pelotón de fusilamiento acusado de narcotraficante. ¿Nadie se enteró en Venezuela?

De manera que desde hace muchos años, desde hace exactamente 50 años, había que haber gritado en Venezuela, “Cubanos Go Home”. No estamos en el negocio de buscar culpables, ni somos detectives de la historia reciente de América Latina, pero ¿nadie sabía?, ¿nadie escuchaba? Por lo visto ni el propio ejército venezolano sabía lo que se estaba gestando en sus entrañas. Porque ya en 1982, Hugo Chávez había creado el Movimiento Bolivariano Revolucionario 200. ¡Chávez si sabía! Adiestró a esa especie de ejército paralelo personal, hasta que 10 años más tarde le dio un golpe de estado al presidente Carlos Andrés Pérez. El presidente salvó el pellejo de milagro y pudo alertar al pueblo desde el canal Venevisión. 

Así que los abuelos, los padres y maestros, sabían muy bien lo que estaba pasando. Pero no deben tener mucha memoria cuando eligieron presidente al mismísimo general golpista, solo siete años después… Hugo Chávez Frías fue elegido democráticamente en 1999. Con todo el aparato de inteligencia cubano a sus espaldas, que está allí desde que él tenía 12 años y que lo convirtió en su criatura desde la década de los 80. 

¿De veras que nadie sabía nada? Los hermanos venezolanos se han demorado medio siglo en gritar "Cubanos Go Home”.

Reproducido del Diario Las Américas. Remitido por Humberto Estrada 

Humor Gráfico


24 de febrero de 2014

Arrestadas ayer mas de 70 Damas de Blanco



Arrestadas ayer más de 70
Damas de Blanco en La Habana

Más de 70 Damas de Blanco fueron detenidas ayer domingo en Miramar, La Habana, después de asistir a la ya acostumbrada misa dominical en la iglesia de Santa Rita, según reporta a MartíNoticias el activista opositor y miembro del Consejo Coordinador de la Unión Patriótica de Cuba, UNPACU, Ángel Moya.

Moya relata que después de concluida la misa, las Damas de Blanco decidieron dirigirse hacia la costa para conmemorar la muerte de los 4 miembros de Hermanos al Rescate derribados mientras tripulaban dos avionetas civiles por naves MIG de las Fuerza Aérea Cubana, el 24 de febrero del 1994, y la muerte en huelga de hambre, el 23 del mismo mes pero del 2010, del opositor Orlando Zapata Tamayo.

Al intentar llegar al mar en la avenida tercera entre 26 y 24 fueron interceptadas y detenidas por la policía política y fuerzas de la Seguridad del Estado más de 70 Damas y alrededor de 10 hombres que las acompañaban, nos dice Ángel. “Los hombres fuimos esposados y trasladaos a la estación de policía del VIVAC” comenta Moya desde su casa después de ser liberado junto a los demás detenidos.

Radio Martí logró comunicarse con el celular de Daisy Ponce a pesar de que la mayoría de las Damas tienen el teléfono desconectado.  Horas más tarde se conoció por medio de Twitter de la liberación de la líder Berta Soler y del resto de las Damas de Blanco de la estación de policía de Tarará donde fueron trasladadas.

La mujer que más amó Machado



La mujer que más amó Machado


 Antonio Machado muere en Collioure el 22 de febrero de 1939. Setenta y cinco años después, continúan las polémicas sobre Guiomar, su amor de la madurez.

La historia de su matrimonio es bien conocida: en 1907, Antonio va a Soria como catedrático de Francés. Allí conoce a Leonor, la hija de su patrona, que tenía entonces 14 años. Dos años después se casan. En París, ella sufre una hemorragia que -según el poeta- «fulminó nuestra felicidad». Muere de tuberculosis el año 1912, el mismo año en que se publica «Campos de Castilla». El poeta expresa su dolor con versos conmovedores:

«Señor ya me arrancaste lo que yo más quería...  
Señor, ya estamos solos mi corazón y el mar».

Esta tragedia acentúa su tendencia a la soledad y la melancolía.

 En 1929, publica Machado sus Canciones a Guiomar: ¿se trata de una mujer de carne y hueso o de un puro pretexto literario, como el de tantos escritores? La respuesta llega en 1950, al publicar Concha Espina su libro «De Antonio Machado a su grande y secreto amor» incluye, mutiladas, cartas de amor del poeta y da por muerta a Guiomar, sin revelar su identidad. El escándalo, en el mundo literario, es notable.

Siguen luego libros de Justina Ruiz de Conde, José María Moreiro... La revelación definitiva llega con el libro póstumo de Pilar de Valderrama, «Sí, soy Guiomar. (Memorias de mi vida) (1981)». Finalmente, en 1994, Giancarlo Depretis publica íntegramente las «Cartas a Pilar». Aunque algunos siguen manteniendo que Guiomar era sólo un pretexto literario, o, incluso, un nombre que da ahora Machado a su recordada Leonor.

¿Quién es Pilar de Valderrama? Una mujer de carne y hueso, por supuesto: nace en Madrid en 1892 (16 años después que Antonio Machado); no es feliz en su matrimonio con Rafael Martínez Romarate, que trabaja en el teatro como luminotécnico; publica varios libros de poemas («Las piedras de Horeb», «Esencias») y de teatro («El tercer mundo»). Toda la familia es católica, de derechas: huyen a Portugal en 1936. (Mientras tanto, Antonio Machado ha reforzado su adscripción al bando republicano, a diferencia de su hermano Manuel). Muere en 1979, dos años antes de la publicación de sus memorias. Cansinos Asséns la describe con escasa simpatía: «Una mujer morena, de tipo semítico, con grandes ojos pasionales y toda ella con un exceso de ardor que se desfoga en el arte». La incluye en el grupo de «esas grandes señoras que hacen literatura por puro placer, al margen de todo profesionalismo». Más cariñoso se muestra Jorge Guillén: «Esta criatura, muy sensible, gozará y sufrirá intensamente durante su larga existencia».

Antonio le escribe cerca de 200 cartas, de las que se conservan sólo unas 40. Ella -por pudor, se supone- destruyó las restantes: una pérdida lamentable. Y las publica con mutilaciones; llega a tratarlas con productos químicos, para borrar algunos párrafos que el tiempo, paradójicamente, ha hecho reaparecer.

Se conocen los dos en Segovia, el 2 de junio de 1928. Ella acaba de sufrir un gran dolor al confesarle su marido que se ha suicidado una joven con la que él mantenía relaciones. Le lleva a Antonio un libro de poemas; cenan, juntos, en el Hotel Comercio; pasean de noche, hasta el Alcázar. Ahí comienza su relación epistolar. Ella tiene 36 años; él, más de 50. Uniendo los poemas dedicados a Guiomar con las cartas de Antonio, se puede seguir la historia de un amor (como el título del bolero) que cada uno calificará como prefiera.

El banco de los enamorados

Hay que partir del hecho de que el poeta se siente prematuramente envejecido:

«Cuando murió su amada,
pensó en hacerse viejo...».

El tiempo va apaciguando los dolores pero él no cree que pueda ya enamorarse de nuevo. La aparición de la joven poetisa rompe su idea; para expresar su asombro, recurre al verso inicial de la «Divina Comedia»:

«Nel mezzo del camin pasóme el pecho
la flecha de un amor intempestivo...».

La posición, al final del verso, subraya la palabra: «intempestivo»; es decir, «lo que llega fuera de tiempo o de sazón». Pero que ha llegado... Está viviendo ahora el poeta lo mismo que él cantó del

«olmo viejo, hendido por el rayo /
y en su mitad podrido»

al que, en primavera, «algunas hojas verdes le han salido». Se siente sorprendido pero feliz: «Porque, en amor, locura es lo sensato».

Ella vive en Madrid, con su marido; Antonio, en Segovia: se escriben cartas de amor. El fin de semana, él va a la capital. Pasean juntos, ese verano, por los jardines de la Moncloa (cerca de la actual residencia del Presidente del Gobierno): lo bautizan como «El jardín de la Fuente» y «el banco de los enamorados», donde se sientan. En el otoño, se refugian del frío en un café de Cuatro Caminos, el Franco-Español: «nuestro rincón». Para consolarse de la separación, como dos chiquillos, se inventan un recurso: todas las noches, entre 11 y 12, se encuentran, con la imaginación, en su «tercer mundo» (ése será el título de una obra de teatro de ella).

Lo mismo que cualquier joven enamorado, Antonio le escribe cartas que terminan con una ristra de piropos: «¡Adiós, preciosa, encanto, milagro, maravilla, reina, diosa de mis entrañas, adiós! (...) Escribe a tu loco. Tuyo, tuyísimo, archituyo...».

Alguna noche, en Madrid, Antonio va al teatro solamente por verla, de lejos. Y sufre de celos, como cualquier mortal: «Mi corazón tiene cada día más amor. Y, aunque sea absurdo, más celos».

Sueña él con los mil detalles de la vida cotidiana, en pareja. Por ejemplo, acompañarla, cuando ella está acatarrada: «Quieta, arropadita en tu cama, porque allí está -a tu cabecera- tu poeta, dándote el calor de su corazón (...) Te aconsejo mucho abrigo y, para sudar un poco, tomar un ponche con una copita de coñac. Es mano de santo».

No es éste el Machado trascendental, filosófico, sino un hombre maduro que se ha enamorado de una mujer más joven y que sueña con ella. Hasta el recuerdo de su mujer se ha ido borrando: «El secreto es, sencillamente, que yo no he tenido más amor que éste. Ya hace tiempo que lo he visto claro. Mis otros amores sólo han sido sueños, a través de los cuales vislumbraba yo la mujer real, la diosa. Cuando ésta llegó, todo lo demás se ha borrado. Solamente el recuerdo de mi mujer queda en mí, porque la muerte y la piedad lo han consagrado».

¿Hasta dónde llega este amor? Parece claro que es ella, por sus criterios religiosos, la que impide su consumación. Suele él quejarse de unas barreras que no entiende... pero acepta. Todo parece quedar en un «amor cortés», como el de los trovadores. Aunque algunos detalles apuntan a algo más. Una vez, ella va a Hendaya, para reponerse. Hasta allí acude Antonio. Contemplan el río Bidasoa y, al fondo, Fuenterrabía; pasean por la playa y el cuerpo parece reclamar sus derechos:

«¡Y, en la tersa arena,
cerca de la mar,
tu carne rosa y morena,
súbitamente, Guiomar!».

Antonio, como cualquier novio que se precie, le ha traído un regalo, unos zarcillos de oro, que acaban de un pendiente de nácar:

«En el nácar frío
de tu zarcillo en mi boca,
Guiomar, y en el calofrío
de una amanecida loca».

¿Qué llegó a pasar en esa «amanecida loca»? Nunca lo sabremos.

El amor insatisfecho se sigue refugiando en los sueños. Una vez, sueña él que les casa en Segovia, en el monasterio del Parral, al son de La Marsellesa, un fraile que resulta ser don Miguel de Unamuno. Otra vez, algo semejante tiene un final feliz:

«Soñé, sencillamente, que me casaba contigo (...) Mi estado de espíritu era, en esta ocasión, de una alegría rebosante, todo lo contrario de lo que fue, en mis nupcias auténticas. La ceremonia fue entonces, para mí, un verdadero martirio. Y, ahora, salía yo contigo, del brazo, lleno de alegría y de orgullo. Se diría que, en el sueño, tomaba yo el desquite de nuestro secreto amor, pregonándolo a los cuatro vientos... El resto del sueño, no te lo puedo contar. Es demasiado feliz, aun para contarlo».

Luego,la guerra los separa: ella, con su familia, se va a Portugal, después de haber destruído muchas de sus cartas; él, a la Valencia republicana:

«De mar a mar, entre los dos, la guerra,
más honda que la mar...».

En sus «Canciones a Guiomar», insiste Machado en la trama misteriosa que enlaza la realidad con el ensueño:

«Todo amor es fantasía:
él inventa el año, el día,
la hora y su melodía;
inventa el amante, y, más,
la amada. No prueba nada
contra el amor, que la amada
no haya existido jamás».

Algunos han utilizado estos versos para concluir que Guiomar fue solamente un sueño poético: las cartas que conservamos indican otra cosa. Otros la han enjuiciado con dureza: quizá no amó de verdad a Machado, quiso aprovecharse de su fama... En todo caso, él sí sintió renacer, con ella, sus viejas ilusiones. Cuando Antonio Machado muere, en Collioure, hace exactamente 75 años, su hermano José encuentra, en su chaqueta, un papelillo arrugado. En él ha escrito la cita del Hamlet
(«To be or not to be») y el último verso que ha escrito, con sus más dulces recuerdos sevillanos: «Estos días azules y este sol de la infancia...»

Pero también guardaba allí una variante de una de sus Canciones a Guiomar:

«Y te daré mi canción:
«Se canta lo que pierde»
con un papagayo verde
que la diga en tu balcón:
se canta lo que se pierde».

Es difícil imaginar mejor definición de la poesía: «Se canta lo que pierde».

Reproducido de abc.es