La Cuba que ya cuenta el cambio
( II )
Amelia
Castilla
Wendy
Guerra (La Habana, 1970) vive en el barrio de Miramar, una de las antaño zonas
residenciales de la ciudad. Su casa ocupa la última planta de un edificio de
tres pisos de aspecto destartalado al que se accede tras franquear una verja de
seguridad. El interior, decorado en estilo minimalista con sofá blanco y
mecedora de Charles Eames, resulta totalmente acogedor y extraño en una ciudad
donde los edificios parecen a punto de derrumbarse y el asfalto como si no se
hubiera tocado desde que Fidel entró en La Habana en 1959. Todo en la cocina es
órganico, y el zumo que ofrece al visitante, natural.
Se
hizo tremendamente popular gracias a la televisión, donde presentaba programas,
pero hace años que fue silenciada
por el régimen. La gente acostumbrada a verla en pantalla le pregunta por la
calle si se ha marchado a vivir fuera de Cuba, a lo que ella responde que vive
en el inxilio.
Triunfa fuera pero sus novelas no se publican en la isla. Sin embargo, ella
decidió permanecer en una sociedad desgastada y dividida: "Es bueno
quedarse con lo malo de lo bueno. Aquí llevo una vida esforzada pero legítima.
Soy coherente con las herramientas que todo el mundo usa; uso las bibliotecas y
voy a los hoteles para entrar en Internet. No podría vivir aquí como un
extranjero. No soy una activista política, sino una escritora", cuenta a
velocidad de vértigo.
Cuando
sale de la isla y se reencuentra con sus compatriotas siente una enorme
alegría. "Son mis hermanos", aclara. "No entiendo que desde el
exilio se nos siga atacando. Los intelectuales están llenos de prejuicios, pero
ya es hora de declarar el alto el fuego. No podemos seguir repitiendo las
historias de nuestros padres".
Graduada
en Dirección de Cine en el Instituto Superior de Arte y alumna de García
Márquez en su taller de guiones, como escritora se mueve en el
territorio de los diarios, y su novela Todos se van, un relato autobiográfico
de cómo vivió la diáspora de todos sus amigos y conocidos una hija de la
Revolución, se lee como una de las críticas más devastadoras del comunismo,
escrita desde la visión de una niña.
Como escritora siente que desarrolla una
carrera personal que no pudieron hacer los padres de su generación porque ellos
nunca pensaron en tener algo suyo en primera persona del singular. "De
niños no pudimos elegir, fuimos educados en el marxismo con la idea de que nada
de lo que teníamos era nuestro, todo pertenecía al Estado y yo me rebelé contra
eso". Los días en Cuba se parecen mucho, pero, en ese adagio de lo mismo,
Guerra saca los temas que pueblan sus libros. Ahora vive dedicada a recibir a
los amigos que se fueron y que regresan a la isla a despedirse de sus padres enfermos
o directamente a enterrarlos. Y no hablamos de una figura literaria. "Está
desapareciendo una generación, viejos comunistas que apoyaron a Castro y gente
que, en algunos casos, se enfrentó con sus hijos cuando decidieron
marcharse". Quizás escriba sobre ese enorme drama en alguno de sus
diarios. "Hay muchos infiernos; el socialismo nos ha hecho muy
insolidarios".
A
caballo entre dos generaciones y entre dos países emerge la figura de Pedro
Juan Gutiérrez. Consiguió un filón contando con desgarro su vida erótica, pero
sufrió la censura y los insultos. "Cuando se publicó en octubre de 1998 Trilogía sucia de La Habana
en mi país, me echaron a la calle de la revista donde trabajaba y se corrió un
muro de silencio a mi alrededor. Yo saqué fuerzas y me dije a mí mismo: pues,
en primer lugar, no me voy a ir a Miami ni a ningún lado, aquí me quedo porque
este es mi país y voy a aguantar el chaparrón".
Desde
que empezó a redactarla su objetivo fue hacer literatura pero nada de
entretenimiento. "Quería escribir sobre mi vida y sobre la gente que me
rodea en Centro Habana. Era una etapa de mucha hambre, miseria, degradación. Yo
trabajaba como periodista en una revista oficial y, claro, no podía escribir
nada fuerte. No me dejaban. Creo que todos esos libros (cinco títulos) del
Ciclo de Centro Habana son una especie de venganza. Cuando escribí el primer
cuento de la trilogía me dije: 'Ahora yo soy responsable de todo'. Y escribí a full. Sin importarme lo
que pasaría después", cuenta vía correo electrónico desde Canarias, donde
vive parte del año. La trilogía se ha publicado en una veintena de idiomas.
No
soporta que lo etiqueten como el Bukowski cubano. "Mis personajes son
mucho más vitales, variados, decididos, alegres y sexuales que los borrachitos
retorcidos, grises, repetitivos y aburridos de Bukowski. Mis personajes tienen
la vitalidad del trópico, la testosterona (y los óvulos efervescentes) y la
gracia del Caribe. Son mis vecinos, la gente que me rodea. La gente que te vas
a encontrar si paseas un poquito por Centro Habana ahora mismo y los que te
seguirás encontrando dentro de 20 o 30 años". Ha terminado una novela
titulada Fabián y el caos
que se desarrolla en Matanzas en los años sesenta y setenta del siglo pasado,
con un Pedro Juan adolescente y joven y uno de sus amigos de esa época.
Se
muestra cauto con los cambios anunciados. "Estoy de acuerdo en que sean
lentos, graduales, bien pensados y sobre todo que los mediten bien para que
puedan seguir adelante, abriendo la sociedad a la modernidad. Fueron muchas
décadas de mucha cerrazón, de muchas prohibiciones, y eso genera un caldo de
cultivo nefasto, sobre todo entre los jóvenes". A su juicio, lo principal
en este momento sería "activar la economía y los derechos individuales y
el acceso a la modernidad en todos los sentidos. No podemos seguir viviendo en
un coto cerrado. No tiene sentido y es anacrónico”.
10 libros para entender la Cuba de hoy
Narrativa
Trilogía sucia de La Habana, Pedro Juan Gutiérrez. Anagrama.1988
Todos se van, Wendy Guerra. Bruguera,
2006. Reeditado este año por
Anagrama.La fiesta vigilada, Antonio José Ponte. Anagrama 2007
Carbono
14, una novela de culto, José Enrique Lage. Ediciones Altazor, 2010
Hablando
de fantasmas y mucho más, Esther Díaz Llanillo. Editorial Letras Cubanas, 2011
Ensayo
El
mapa de sal, un postcomunista en el paisaje global, Iván de la Nuez. Mondadori,
2001. Reeditado por Periférica en 2010.
Tumbas
sin sosiego, Revolución, disidencia y exilio del intelectual cubano, Rafael
Rojas. Anagrama, 2006
Fantasía
Roja. Los intelectuales de izquierdas y la Revolución cubana, Iván de la Nuez,
Debate 2006.
Rojo
sceituna, un viaje a la sombra del comunismo. Ronaldo Menéndez. Páginas de
Espuma, 2014
El
viaje más largo, en busca de una cubanía extraviada. Leonardo Padura, Nuevos Emprendimientos
Editoriales, 2014
El
País, Madrid
Reproducido
de eltimbeke.com
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