Olor a oveja
Quiero ser aroma de buen pastor
desprendiéndome de la distancia
que
infunde mi persona,
para abrazarme desde la cercanía que
aporta el evangelio.
Sólo así, Señor,
podré decir que soy
“buen pastor”.
Abriéndome sin temor
a los que estando
lejos de mí
tienen tanto o más derecho
que los que
viven junto a mí
a tu gracia y a tu poder,
a tu
presencia y a tu palabra.
Sólo así, Señor,
podre decir que soy
“buen pastor”.
Desprendiéndome de lo que es
secundario,
de aquello que estorba
al empuje de mi
cayado,
de tantas cosas que,
aun siendo
importantes,
no son necesarias
para compartir mi
vida con los demás.
Sólo así, Señor,
podré decir que soy
“buen pastor”.
Entregándome
sin esperar recompensa
alguna,
con pasión y con muerte,
con vida y
con juventud,
con experiencia o con vejez,
con
fuerza y con debilidad.
Sólo así, Señor,
podré decir que soy
“buen pastor”.
Perdonando las incomprensiones
y las
calumnias,
los malos entendidos y los rechazos,
las contrariedades,
insensibilidades o
cerrazones.
Sólo así, Señor,
podré decir que soy
“buen pastor”
Quiero ser aroma de buen pastor
llevando alegría a la casa de la
tristeza
que es el mundo,
derrochando sonrisas aunque
por
dentro esté llorando,
cantando desde la fe
aunque el
auditorio esté vacío,
pregonando tus excelencias
aunque los
oídos estén taponados.
Sólo así, Señor,
podré decir que soy
“buen pastor”.
Acercándome aunque mi presencia
no
sea cómoda,
predicando aunque mi mensaje
sea
reprendido,
amando aunque mi afecto
sea
ridiculizado,
callando aunque mis silencios
sean
tachados de cobardía,
hablando aunque mis palabras
sean
tomadas como intromisión.
Sólo así, Señor,
podré decir que soy
“buen pastor”.
Que mi palabra sea eco de la tuya,
mi
vida color de la tuya,
mi vivir resonancia de la tuya,
mis
pasos huella de los tuyos,
mi entrega memorial de la tuya
y mi
servicio para ti y por ti, Señor
Javier Leoz
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