La Feria de Abril en
Sevilla
El
origen de la Feria de Abril se remonta al mes de agosto de 1846 como proyecto
de una Feria mercantil de tres días de duración con carácter anual. Fue en marzo de 1847 cuando Isabel II concedió
el privilegio a la ciudad hispalense y así, un mes después, arrancó la primera
Feria de Abril sevillana.
Aquella
originaria feria se ubicó en el Prado de San Sebastián con 19 casetas y un gran
éxito, pues acudieron cerca de 25.000 visitantes. En 1850 era ya tan grande la
feria que se tuvo que separar la zona de ganadería de la zona destinada a
diversión. Con los años se convirtió en uno de los festejos más relevantes de
la ciudad y cambió su carácter mercantil por el de fiesta social.
En
1973 y debido al alto número de visitantes, fue necesario trasladarla a su
emplazamiento actual del Barrio de los Remedios: un kilómetro y medio de largo
por 600 metros de ancho.
Curiosamente,
la primera feria de este nuevo enclave se celebró del 1 al 6 de mayo. Para
solucionar el “problemilla” de no coincidir con el mes de abril, -la Semana
Santa ese año se celebraba tarde- y no perder su nombre, la Feria fue
inaugurada a las 21.00 horas del 30 de abril de 1973. La ordenanza municipal establece que “La Feria de Sevilla se celebre
cada año en la tercera semana posterior a la Semana Santa, entre los días
martes a domingo, ambos inclusive.
La
feria empieza el lunes a las 12 de la noche con la popular prueba del
alumbrado, con el encendido de su portada de miles de bombillas y farolillos
que la convierten en un ascua de luz. Tras unos días de regocijo y señorío, de
caballistas, amazonas y deslumbrantes carruajes, finaliza oficialmente el
domingo con un espectáculo de fuegos artificiales a la orilla del río
Guadalquivir.
En
la actualidad, los terrenos destinados al recinto ocupan mas de un millón de
metros cuadrados y están divididos en tres zonas diferenciadas: El Real de la Feria, La Calle del Infierno y los aparcamientos.
El Real de la Feria
El
Real se divide en quince calles, cada una con el nombre de una figura
importante del toreo. En el dorso de los rótulos figura una leyenda que resume
la biografía del torero.
La portada es una tradición
clásica de la Feria de Abril, y funciona a modo de “puerta de presentación”. Consiste
en un gran arco que cada año tiene un diseño distinto, conmemorando algún elemento
o acontecimiento importante de la ciudad y que por su gran tamaño se convierte
en un punto obligado de encuentro para los sevillanos dentro del Real de la
Feria. El acto del alumbrado es el equivalente al “chupinazo” de los
Sanfermines. A medianoche del lunes, el alcalde de la ciudad enciende un
interruptor y las 20.000 bombillas, como
un gigantesco dominó, van encendiéndose poco apoco hasta que el Real de la Feria queda totalmente “alumbrao”.
La Calle del Infierno
Otro
lugar típico de la Feria es la Calle del Infierno, zona preferida por los más
pequeños. Aquí se reúnen los artilugios
y atracciones ideados para los niños y mayores con ganas de divertirse. Payasos,
entretenimientos, espectáculos y puestos con toda clase de comidas y bebidas
son los ingredientes de ese lugar caótico (de ahí su nombre) pero lleno de
vida. Encontrar esta calle dentro del
recinto es muy fácil: solo tienes que seguir el estruendo.
Las casetas
Las
casetas son el alma de la Feria. Desde sus inicios a mediados del siglo XIX la
Feria contaba con tiendas o espacios sombrados donde los visitantes cerraban las
operaciones comerciales ganaderas. Estos
espacios se fueron transformando en las clásicas casteas de feria. Actualmente
hay 1047 casetas distribuidas en las quince calles.
Los
sevillanos durante la Feria convierten la caseta en su casa. En ella reciben y atienden a familiares y
amigos y ejercen de anfitriones como si estuvieran en sus propias casas. En esas
casetas, bellamente engalanadas, no
falta el fino de Jerez o la manzanilla de San Lúcar de Barrameda, el jamón, las
gambas, el baile, las sevillanas, las palmas, la guitarra y también, por qué
no, la gaita y el tamborín rociero…, y nunca, nunca debe faltar ese “caldo de
puchero” con un chorreón de fino, capaz de hacernos sentir como nuevos… Estas
casetas no deben entenderse como bares o establecimientos. La caseta es una
casa que una familia o entidad sevillana instala durante la feria. Por ello no
suele estar abierta al público en general.
Existen
múltiples casetas de acceso libre. Se trata de las casas regionales, los
sindicatos políticos, y los distritos de la ciudad. Es verdad que estas casetas
no tienen el mismo ambiente que el de una caseta familiar, pero en ellas no
faltan tampoco las sevillanas, los trajes de flamenca, las palmas y las consumiciones
a buen precio.
La
caseta tiene una estructura de planta rectangular y techo a dos aguas, cubierta
por una lona de color blanco y rojo o verde y blanco. En la fachada principal
se coloca un frontón triangular de madera, decorado y conocido como la pañoleta, en el que generalmente se escribe
el nombre y el número de la caseta. En la trastienda o parte posterior de la
caseta es donde generalmente se encuentran el bar y la bebida.
Al
principio cada cual adornaba la pañoleta a su antojo, quedando todo muy pintoresco,
hasta que en el año 1919 se consiguió
una pequeña uniformidad. La tradición marca que las casetas se decoren con
farolillos, cornucopias (espejos con marco
rococó) y mesas rojas o verdes adornadas con flores y sillas de enea haciendo
juego. Pero como las casetas nacieron como la prolongación de las casas de los
sevillanos, se pueden añadir otros detalles en la decoración.
En
la parte delantera o noble que vemos desde la calle es donde se realiza la
convivencia entre los integrantes de la caseta, donde se baila, se canta y se
suelen colocar las mesas para disfrutar del buen vino, la manzanilla (jerez ”fino”,
o Sherry en inglés) y también el “rebujito”,
bebida refrescante que nace de la unión entre la manzanilla de San Lúcar, soda
y mucho hielo. Las casetas deberán permanecer abiertas y con las cortinas
recogidas en las horas del paseo de caballos y por la noche, coincidiendo con
el horario de iluminación.
Los paseos en
carruajes o a caballo
El
coche de caballos es el único medio de transporte permitido en el Real de la Feria. Los coches llevan un
número de matrícula: entran al Real de acuerdo al número (pares o impares) y
cada día realizan un desfile por las calles de la Feria. El horario oficial
para el paseo de caballos y carruajes es de 12 del mediodía a 8 de la tarde.
Los
carruajes de caballos le dan un encanto especial a la fiesta. Es una tradición
que se mantiene desde el siglo XIX. La decoración de los carruajes, como parte
de una reñida competencia entre sus dueños, se vuelve más compleja cada año.
Los Bailes y los
Trajes de Flamenca
Las sevillanas son el canto y baile típico de la fiesta. Se
dejan oír y ver en casi todas las casetas y pueden disfrutarse en vivo gracias
a los bailarines más experimentados y a la gente de la calle, que bailan como
auténticos profesionales.
El traje de flamenca es el único traje
regional español que varía y evoluciona
en función de la moda. Tiene unas hechuras de “cuerpo de guitarra”, realzando
la belleza de la mujer: escote de pico, redondo o cuadrado, según las épocas,
pelo recogido en moño para dar esbeltez al cuello, traje ceñido que se abre en
las caderas y los volantes o faralaes que imprimen al andar un aire más
femenino y alegre. El traje va acompañado de los distintos complementos: mantones,
pañuelos, flores en el pelo, pulseras, zarcillos, peinetas, peinecillos, todos
ellos en una ilimitada gama de colores.
La
mujer que viste de flamenca no solo se pone “guapa”. La actitud, el garbo, la
forma de andar, ese “pasear Sevilla” con un vestido de flamenca se refleja en
su cara y nunca deja de sonreír. Se dice que cuando una mujer se arregla para
ir a la Feria lo hace como si de una boda se tratase.
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