27 de diciembre de 2013

El triste origen de la canción "Libre" de Nino Bravo


Peter Fechter

El triste  origen
de  la  canción “Libre” de Nino Bravo

ABC, Madrid  

Una de las canciones más exitosas de la música española, “Libre” de Nino Bravo, esconde también una triste historia en su origen.

Corría el año 1962 cuando el recién estrenado muro de Berlín cobraría su primera víctima y probablemente la más notoria. Peter Fechter (18 años),  era un obrero de la construcción alemán que -cansado de esperar- un día intentó escapar de la República Democrática Alemana junto con su amigo Helmut Kulbeik.

Ambos habían tramado un plan para esconderse en un taller de carpintería cerca del "muro de la vergüenza" donde observarían a los guardias y después saltarían desde una ventana en el momento adecuado hasta el llamado corredor de la muerte (un espacio entre el muro principal y un muro paralelo que recientemente se había empezado a construir). Si todo salía bien, correrían por este corredor hasta una pared cercana al checkpoint Charlie, en el distrito de Kreuzberg en Berlín occidental.

Pero su aventura no tuvo un final feliz, al menos para Fechter, que al tratar de escalar la pared final fue avistado y disparado por los guardias, cayendo de nuevo en el lado este. Estuvo gritando y desangrándose durante cerca de una hora, pero no recibió ayuda médica de ninguna de las partes, que tenían miedo a posibles represalias.

Tras la reunificación alemana, se construyó un monumento en su honor y el de las otras 270 personas que perdieron su vida tratando de buscar la libertad. Una libertad que también supo dedicar Nino Bravo a nuestro amigo Peter Fechter.

Durante la tarde de aquel aciago 17 de agosto de 1962, hubo protestas en Berlín Occidental no sólo contra la República Democrática Alemana, sino también contra las fuerzas militares de Estados Unidos, a las que se acusaba de pasividad. El Alcalde de Berlín, Willy Brandt, intentó calmar a la población, pero hacia media noche, unas 10.000 personas se manifestaron e incluso tiraron piedras contra un autobús de tropas rusas que se dirigían al monumento en Berlín Occidental que custodiaban.

En los días siguientes, el Canciller Konrad Adenauer escribía a Nikita Jrushchov  protestando porque en "una gran ciudad del mundo civilizado" se negara los primeros auxilios a un joven. Pero también pidió al embajador americano Walter C. Dowling que en futuro se interviniera para ayudar a la víctima.

Se colocó una cruz en el lado occidental cerca del punto donde cayó y murió Fechter. En el primer aniversario de su muerte, Willy Brandt, entonces alcalde de Berlín occidental, depositó una ofrenda de flores. Después de la reunificación alemana, en 1990,   se construyó el Monumento a Peter Fechter (ZimmerstraBe),   en el lugar donde cayó del lado este, y se ha convertido en punto focal de algunas de las conmemoraciones referentes al muro. La calle donde fue baleado toma su nombre a partir de agosto de 2012.

26 de diciembre de 2013

Las mulas, la economia oculta de Cuba



Las “mulas”
la economía oculta de Cuba


La Habana/ Ivan Garcia/ Especial Para Dla

En un cuaderno, Romelio anota detalladamente los encargos que varios clientes le han hecho para su próximo viaje. Desde teléfonos inteligentes, tabletas, laptops, televisores de pantalla plana y videojuegos hasta ropa exclusiva.

Ya de antemano ha acordado el precio y la marca. A la semana, Romelio regresa con el encargo. En el domicilio de un usuario del municipio Diez de Octubre, acaba de entregar un televisor de 42 pulgadas, comprada por 267 dólares en un mercado cercano al Canal de Panamá. A su cliente habanero se lo vende en 550 pesos convertibles (CUC), poco más de 600 dólares.

“En cada viaje traigo tres televisores, igual número de videojuegos y hasta diez móviles inteligentes. Trabajo en una firma y suelo viajar dos veces al mes. Existen disposiciones aduanales sobre la importación de televisores, cocinas y lavadoras. Pero por debajo del tapete, cuando usted le pasa un billete de cien dólares al aduanero, el hombre mira hacia otro lado”, cuenta el negociante.

Según su relato, en un contenedor dispone de un metro cuadrado para traer cosas. Por ese espacio paga 250 pesos, 10 cuc, una vez al año.

“Importo de acuerdo a las necesidades de mis clientes: electrodomésticos, luces LED, pisos de cerámica. Hacer de ‘mula’ me reporta en cada viaje, descontando los pagos aduanales y sobornos, dos mil cuc limpios de polvo y paja”, cuenta Romelio.
No solo decenas de cubanoamericanos residentes en la Florida se dedican a trasegar con pacotilla textil o industrial. Empresarios, compradores, intelectuales, médicos, pilotos y azafatas, entre otros ciudadanos cubanos, se dedican de manera ilegal a la importación de artículos por encargos.

A pesar de pagar elevados gravámenes aduanales, el negocio deja beneficios suculentos. Yanelis, aeromoza, además de servir tragos y emparedados a los pasajeros de Cubana de Aviación, desde hace seis años se dedica a importar electrodomésticos, ropa y cosméticos de calidad.

“Con el dinero que he ganado monté una paladar, me compré un piso en el Vedado y pude arreglarle la casa a mi madre y mis hermanos”, expresa la aeromoza.

A ninguna de estas dos ‘mulas’, les preocupa las nuevas prohibiciones a los trabajadores particulares que venden prendas de vestir y artículos de ferretería, y que obligarán a cerrar cientos de pequeños negocios el próximo 31 de diciembre. Mientras el Estado mantenga precios exagerados en sus mercancías siempre habrá terreno fértil para el negocio.
Pablo, economista, opina que debido a la habitual escasez y sobre todo los altísimos impuestos de circulación -entre 240 y 400%- con los cuales el gobierno grava las mercancías ofertadas en moneda dura, siempre habrá importación de contrabando.

“Calculo que las ‘mulas’ de la isla, los cubanos que viven en Estados Unidos, Europa o América Latina, y los cooperantes que laboran en el extranjero, mueven de tres a cuatro mil millones de dólares anuales en mercancías. Las ‘mulas’ son una especie de ratones, constantes y laboriosos, que van desarticulando el embargo y los abusos comerciales que practican las autoridades cubanas”, argumenta el economista.

Osniel, dueño de un negocio de dulces, le compró a Romelio un televisor de pantalla plana para regalarle a su esposa. Según Osniel, “muchos dueños de cafeterías, bares y paladares adquirimos luces LED, televisores y bebidas mediante las ‘mulas’, ya sean de Miami o cubanos que trabajan en empresas. El precio entre unas ‘mulas’ y otras no varía demasiado. Y por supuesto, siempre es más barato que el Estado”.

Luego de dejar el televisor en casa de Osniel, Romelio revisa su cuaderno. Mira el reloj: “Aún debo hacer siete entregas más. Dos televisores, un videojuego y cuatro Samsung Galaxy. Para salir de la rutina, iré una semana a Varadero con mi familia”.

En Cuba, al igual que las monedas, desde hace 55 años cohabitan dos economías: la estatal, improductiva y mal remunerada, y la sumergida, donde usted por catálogo puede adquirir artículos Made in USA.

Diario Las Américas, Miami

24 de diciembre de 2013

Un filme para ver de nuevo por Navidad



Un filme para ver de nuevo
en este tiempo navideño:
“Feliz Navidad”

(“Joyeux Noël”, o “Noche de Paz”)
  
Francia (2005). Basada en un hecho real, narra cómo durante una Navidad de la Primera Guerra Mundial, concretamente en diciembre de 1914, soldados alemanes, franceses y escoceses entierran sus diferencias y sus muertos, y se ponen a jugar al fútbol. Un film candidato por Francia al Oscar a la mejor película de habla no inglesa en aquel año.

El día que Cromwell abolió la Navidad



El día que Cromwell
abolió la Navidad


La indulgencia, los excesos o la rimbombante decoración derivada de las celebraciones navideñas que inundan el ambiente en Reino Unido durante estos días no siempre han contando con el beneplácito de la clase política. Quizá una de las consecuencias menos analizadas de las guerras civiles inglesas en el siglo XVII   es la abolición de la Navidad, auspiciada por el dictador regicida, Oliver Cromwell.

Durante 13 años, en Londres no se pudo entonar un villancico, colocar una guirnalda o preparar un copioso festín para celebrar el nacimiento del Niño Dios.

A mediados del año 1645, un movimiento antinavidad comenzó a fraguarse entre el ala más purista de la sociedad que consideraba inmoral cualquier celebración externa a los servicios religiosos. Justo dos años después, el Parlamento inglés declaraba ilegal los actos asociados al Día del Jolgorio de los paganos, como se referían al 25 de diciembre.

Celebraciones inmorales

El míster Scrooge detrás de esta animadversión a la Navidad fue el puritano Oliver Cromwell, quien en 1653 se convirtió en Lord Protector (título para jefes de Estado)   y aplicó ferozmente la medida. Criado en un ambiente protestante y puritano, consideraba las celebraciones de Pascua inmorales e indignas de celebrar durante la única república inglesa de la historia.

Los árboles se guardaron o quemaron, los adornos acumulaban polvo año tras año en sus cajas y las luces sólo duraban unos minutos encendidas, antes de que el Ejército las destruyera. Otorgó poderes a los soldados para confiscar todas las comidas preparadas para las fiestas, además de imponer un férreo silencio en torno a los Christmas carols.

«No sólo se cancelaron las celebraciones debidas al nacimiento de Cristo el 25 de diciembre, sino que, para consternación general, se ordenó tratarlo como cualquier otro día laborable. El propio Parlamento celebró sesión en el mismo día de Navidad entre 1644 y 1656», afirma el escritor e investigador inglés Desmond Morris, en su libro Tradiciones de Navidad.

La obsesión por sofocar cualquier elemento vinculado a la festividad, le instó incluso a prohibir por ley la fabricación de los tradicionales mince pies,   un dulce típico de la Navidad británica a base de hojaldre relleno de frutas, pasas, almendras, especias y licor.

La irritación popular de los detractores de la ilegalización de la Navidad acabó por desencadenar disturbios en muchas ciudades, como Canterbury, donde los que se atrevían a burlar la prohibición colgando acebo de sus puertas se enfrentaban a las violentas reprimendas de los aliados de Cromwell. La Navidad no volvió hasta dos años después del fallecimiento de Cromwell  en 1658. Nada más asumir el poder, el rey Carlos II reinstauró la celebración de la Navidad con más esplendor que nunca.

El Museo de la National Army de Londres  aún conserva el cartel de la prohibición.

ABC, Madrid