fiesta
del sol invicto naciente
José Barros Guede
Nuestros antiguos antepasados, en sus
ansias de vencer las tinieblas y la oscuridad de la noche y disfrutar de la
vida, la luz y calor, celebraban la fiesta del Sol Invicto Naciente con
manifestaciones de cantos y bailes y con reuniones comensales de familiares y
amigos, en la noche del 24 al 25 de diciembre, al ver que los días aumentaban y
las noches menguaban.
Hasta el siglo IV, la Iglesia
celebraba su nacimiento en el día 6 o 7 de enero como la epifanía o
manifestación del Jesús, salvador del mundo. La Iglesia ortodoxa griega y rusa
lo sigue celebrando en dichos días. Pero a partir de dicho siglo, la Iglesia
católica traslada la fecha de nacimiento de Jesús de Nazaret a la noche del 24
y 25 de diciembre para cristianizar la fiesta pagana del Sol Invicto Naciente.
Pues bien, para nosotros cristianos el Sol Invicto Naciente es Jesús de Nazaret
que nació en Belén para darnos vida eterna, luz y calor moral y
espiritual a los humanos que creemos y esperamos en él.
En la Navidad resuenan en nuestros oídos
las palabras del ángel que dirigió a los pastores que velaban sus rebaños en
las cercanías de Belén : “Os anuncio una gran alegría para todo el pueblo, nos
ha nacido, hoy, el Salvador, Cristo, el Señor, en la ciudad de David, Belén.
Esta es la señal: Encontrareis un niño envuelto en pañales y reclinado en un
pesebre” (Lc. 2.10-12). Nosotros debemos responder diciendo o cantando: “Gloria
a Dios en las alturas y paz en la tierra a los hombres de buena voluntad” (Lc.
2. 14).
En la Navidad, pues, celebramos la
victoria del día sobre la noche, de la vida sobre la muerte, de la luz sobre la
oscuridad y las tinieblas, del calor sobre el frío, de la alegría sobre la
tristeza, del amor sobre el odio, del perdón sobre la ofensa y de la humildad
sobre la soberbia
José Barros Guede
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